Marcos Peña: una nueva generación en la cima del poder

Caras nuevas; historias desconocidas; estilos diferentes. El recambio de Gobierno implica, esta vez, una profunda renovación de la elite política. Y un símbolo, si se quiere, de esa renovación es el futuro Jefe de Gabinete de la Nación, al que muchos ya definen como el hombre más poderoso del próximo Gobierno después del Presidente.

¿Quién es Marcos Peña? Primero hay que decir que tiene 38 años; nació en marzo del 77, cuando la dictadura militar cumplía un año en el poder. Tenía sólo 6 años cuando asumió Alfonsín. Es, entonces, un representante de la generación que, políticamente, nació con la democracia consolidada.

Se acercó a Mauricio Macri en la primera campaña por la jefatura de Gobierno porteña. Y se ganó la confianza del líder del Pro, que no ha disimulado elogios en público a quien fue su “mano derecha” en el Gobierno de la ciudad de Buenos Aires.

Lo definen como “un tipo firme”, pero siempre de buenos modales y tono conciliador. Fue uno de los más férreos defensores de la estrategia macrista de rechazar una alianza electoral con Massa.

Su primera experiencia en la militancia política fue en la campaña de Bordón, cuando nacía el Frepaso. Después se acercó al Pro de la mano de Gabriela Michetti

Cultor del bajo perfil, con una vida familiar austera y alejado de los flashes , Peña tuvo una formación política liberal, en el sentido amplio de esa concepción. El mismo se ha definido como alejado de la distinción entre izquierda y derecha, a las que considera “categorías muy antiguas”.

Amante de los viajes y las culturas exóticas, tiene un estilo clásico, de estricto perfil bajo.

Nacido en el seno de una familia politizada, es el menor de cinco hermanos. Y tanto en la niñez como en la adolescencia, su vida estuvo muy ligada a la actividad pública de su padre, el diplomático Félix Peña.

Funcionario del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) a partir de 1984, Peña padre se mudó con la familia a Estados Unidos. A los 7 años, Marcos se educó en la férrea disciplina del Way Side Elementary School, en Maryland, y volvió a Buenos Aires para terminar la escuela primaria. Ya adolescente, eligió el tradicional colegio Champagnat para sus últimos tres años de estudiante secundario.

Mientras estudiaba en la Universidad Di Tella, donde se diplomó en Ciencias Políticas, comenzó su actividad política. Comenzó como “voluntario” en la campaña presidencial del frepasista José Octavio Bordón, en 1995.

De sus simpatías por el Frepaso, pasó a trabajar con su padre, ad honórem, en la subsecretaría de Comercio Exterior del gobierno menemista. Allí conoció a Gabriela Michetti, con quien la uniría una historia de amistad y algún desencuentro.

En 2000, ya recibido, se embarcó en una aventura personal que -según ha contado en alguna entrevista- le cambiaría la vida. Viajó como mochilero, junto con sus amigos Federico Peña y Enrique Avogadro, durante un año, por Asia y Europa. “Aprendés a vivir sin nada, y a que no muchas cosas son importantes. Viajar también es muy parecido a la política: conocés gente y costumbres muy distintas”, dijo una vez en un diálogo con La Nación. Su vida personal -aseguran- da fe de ese andar despojado: vive en Palermo, en un departamento sin lujos, y tiene auto, aunque prefiere la bicicleta para ir a trabajar. Veranea en La Paloma, Uruguay, un balneario sencillo y sin pretensiones. “Macri dice que soy el verdadero cartonero Báez”, contó en aquella charla.

A los 24 años se acercó a Macri. Comenzó a trabajar, en 2002, en la campaña a jefe de gobierno del año siguiente, primer y frustrado intento de Macri para llegar a la jefatura de gobierno porteño. La publicista Doris Capurro y Juan Pablo Schiavi, que era secretario de Transporte nacional, fueron sus primeros nexos con el entonces presidente de Boca.

Desde allí forjó una relación de respeto y confianza con Macri. No son amigos; no comparten fútbol ni asados. Pero han construido una relación personal y política muy fuerte.

Elegido legislador porteño en 2003, comenzó a destacarse en 2005 como titular de la comisión de Educación. Su relación con la Iglesia, por entonces óptima, se deterioró después de que apoyara el matrimonio gay, aprobado en 2010.

El triunfo de Macri lo convirtió, en 2007, en secretario de gobierno porteño. Desde allí forjó su cercanía con Macri, mientras su pertenencia al bloque michettista se fue diluyendo.

Un viaje de mochilero por Europa y Asia le cambió la perspectiva cuando era muy joven. “Aprendés a vivir sin nada”, ha contado Marcos Peña sobre aquella experiencia

En su brazo derecho reluce un ideograma chino con la palabra “armonía”.

Su vida personal es, también, una muestra de versatilidad. Su madre Clara es catequista y la familia de su esposa, Luciana Mantero, madre de su pequeño hijo Lucas, tiene raíces judías y oscila entre el kirchnerismo y la izquierda. “Son diferencias que enriquecen”, ha dicho alguna vez.

Aseguran que, antes de jugarse por Horacio Rodríguez Larreta, Macri le ofreció a Peña ser su sucesor en el Gobierno porteño. Y que él no aceptó, porque entendió que su lugar estaba al lado de Macri en la competencia por la Presidencia. “Siempre estuvo seguro de que Mauricio iba a ser Presidente. Y trabajó obsesivamente para ese objetivo”, le reconocen en el Pro.

Con 39 años, se convertirá dentro de pocos días en el hombre clave del Gobierno nacional. Probablemente sea más de lo que soñaba hace una década, cuando despegó su carrera política.