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Opinión |HISTORIAS - DETRÁS DE LAS NOTICIAS

Rozanski: el Juez que terminó mal

Renunció esta semana, acorralado por denuncias que llevan ya varios años. Empleados que él mismo había designado lo denunciaron ante el Consejo de la Magistratura por malos tratos e irregularidades que incluían hasta un presunto espionaje contra otros jueces. La amistad con Piero, sus años en Bariloche y el final del ciclo en La Plata

23 de Octubre de 2016 | 01:38

Resistió durante varios años con explícito apoyo del kirchnerismo. Pero la situación del juez Carlos Rozanski, denunciado por sus propios empleados, se había hecho virtualmente insostenible. Esta semana renunció, antes de que el Consejo de la Magistratura lo destituyera.

Como presidente del Tribunal Oral Federal Nº 1 de La Plata, Rozanski intentó convertirse en algo así como “el juez de los Derechos Humanos”. Se dedicó casi exclusivamente a los juicios por delitos de lesa humanidad, cultivó relaciones políticas con los organismos de DD HH y se alineó a los que muchos definían como el universo de los “jueces K”. Paradójicamente, fueron denuncias por violación de derechos humanos básicos (como el respeto y el buen trato hacia los subordinados) lo que terminó con su carrera judicial, aunque esas no fueron las únicas denuncias en su contra.

La historia tiene varios años. Los empleados del tribunal a su cargo lo denunciaron allá por el 2011. Y fue una denuncia fuerte, con apoyo explícito del líder de los judiciales, Julio Piumatto, que ocupaba la secretaría de Derechos Humanos de la CGT.

Graduado en la UBA, ejerció la abogacía en forma particular y luego se fue a vivir a Bariloche, donde empezó su carrera judicial. Ganó su último cargo por concurso en el 2000

Rozanski nunca contestó públicamente aquellas denuncias. Se refugiaba en la práctica del yoga -una actividad a la que sería muy aficionado- y en su red de “inmunidad política”.

Según una biografía de Rozanski publicada en 2011, en los finales de la dictadura el juez que acaba de renunciar no estaba muy cerca de la lucha por los derechos humanos. Histórico de Boedo, donde su familia todavía conserva una mueblería, usaba el pelo largo y estudiaba con parejo entusiasmo derecho y guión televisivo (con su libro Venta de Humo se convirtió en autor invitado del ciclo Compromiso y tuvo un paso fugaz ante las cámaras en 1985, como comentarista del juicio a las juntas). Sin militancia partidaria ni vinculación con los organismos de DD.HH., se recibió de abogado en la UBA y se lanzó al ejercicio de la abogacía sin un rumbo muy delimitado. Hizo un poco de todo -laboral, penal, civil, comercial-, desde un estudio “de batalla” en el barrio porteño de Pompeya.

PIERO Y EL SUR

A través de un cliente para el que trabajó como manager, Rozanski conoció al músico Piero de Benedictis, del que se define como íntimo amigo. En su entorno, le atribuyen a la relación con Piero una influencia decisiva en su decisión de irse a vivir a Bariloche, adonde llegó con dos hijos entonces adolescentes y su mujer, psicóloga, con la que lleva casado más de cuatro décadas.

El mismo ha contado que en el Sur llegó a ser juez, tentado por un aviso publicado en el diario Río Negro.

Ser camarista en el Sur le dio impulso para seguir su carrera judicial más cerca de Buenos Aires. Se sacó la nota más alta en el concurso y el entonces presidente Fernando De la Rúa, que se había comprometido a nombrar al mejor de la terna, lo hizo juez del Tribunal Oral Federal Nº 1 de La Plata en el año 2000. Se vino a vivir a Villa Elisa y empezó una nueva etapa en su carrera.

Rozanski entró en una fuerte pelea interna con otros jueces que integraban el tribunal a su cargo. Hace al menos siete años que enfrentaba denuncias y pedidos de investigación

El escándalo que lo ha empujado ahora a la renuncia, empezó -en rigor- en 2009. Pablo Bertuzzi había sido nombrado tercer integrante del Tribunal Federal 1 de La Plata. A poco de asumir, observó cosas que le llamaron la atención: expedientes “abandonados”; causas que prescribían sin que se las tocara. Entre ellas, encontró una vieja causa prescripta, que por falta de trámite había dejado en libertad a la banda acusada de “mejicanear” el dinero del secuestro del padre de Pablo Echarri. Se presentó ante el Consejo de la Magistratura y solicitó la realización “urgente de una amplia auditoría tendiente a determinar el estado de situación del Tribunal”. En aquella presentación trazó un cuadro alarmante: abandono total de todas las causas que no tuviesen vinculación con delitos de lesa humanidad o personas privadas de su libertad. En la práctica, un millar de expedientes abandonados a su suerte, lo que hizo que algunos hablaran del TOF 1 como “Prescribilandia, la zona donde todo prescribe”. El Consejo envió dos auditores que comprobaron que durante el 2008 prácticamente no se habían llevado adelante juicios “comunes” y que existían unas cuatrocientas causas sin radicar. A partir de la conclusión de esa misma auditoría sobre un centenar de causas con detenidos y sin ellos con riesgo de prescribir, la Cámara de Casación decidió que se formara una suerte de tribunal paralelo que se ocupara de las causas comunes. En un hecho sin precedente, quedó parte del Tribunal en una vieja casona en la calle 47 ocupándose de las causas comunes, y Rozanski y los suyos se mudaron a la antigua sede de la AMIA (en calle 4) para tramitar las causas de lesa humanidad.

Bertuzzi, que pidió el traslado al TOF 4 de la Capital, dijo en su momento al diario La Nación: “La convivencia con Rozanski era insoportable. Me era imposible ejercer como juez de la manera en la que yo creía correcta. Nunca me perdonó haber querido poner en orden el Tribunal”.

Mientras tanto, Rozanski vio desfilar ante el Consejo de la Magistratura a once de sus empleados que denunciaron serias desprolijidades, malos tratos, órdenes suyas para espiar a los otros jueces del tribunal. Uno resumió: “Dividió el Tribunal entre leales y traidores. No se puede vivir en un ámbito de espanto y de miedo, sometidos a una violencia simbólica significativa”.

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