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Por JOSE PICON
El teatro de operaciones bonaerense siempre tiene reservada una sorpresa. La padeció Daniel Scioli cuando apenas salía de las Primarias y se complicó con las inundaciones y su polémico viaje a Italia.
Mauricio Macri tampoco pudo eludir el mal trago. El affaire Niembro se ensañó con su campaña, lo obligó a aceptar la renuncia del periodista y candidato a diputado nacional y le generó un costo político que todavía es motivo de análisis y discusión.
Sergio Massa venía más o menos indemne. Hasta que una diputada bonaerense le saltó la tranquera y se fue sin escalas rumbo al campamento de Scioli.
Los tres candidatos presidenciales se juegan buena parte de su suerte en la Provincia. Los tres comprobaron, en mayor o menor medida, los sinsabores que suele deparar un territorio tan apetecible como hostil.
El caso de la diputada Mónica López le llega a Massa casi en el sprint final de la campaña. En un momento poco adecuado, mientras bracea denodadamente por alcanzar a Macri en su intento por ser el contendiente del Frente para la Victoria en un eventual ballotage.
Puede que el daño no haya que rastrearlo en el despliegue territorial que ostenta la legisladora que se pasó al esquema del oficialismo. La cuestión parece ser otra: si la fuga de dirigentes peronistas al FpV -como vaticinó la legisladora- se potenciará con el correr de los días.
La sangría massista alcanzó su máxima expresión en los meses previos a la elección de agosto, cuando varios intendentes prefirieron emprender el camino de retorno al esquema kirchnerista. La hemorragia pareció detenerse, en parte porque Massa realizó una elección respetable en la Provincia con el 20% de los votos que obtuvo junto a José Manuel De la Sota.
Pero ahora surge el interrogante: López y los peronistas que se abrazaron al sciolismo, ¿son casos aislados o constituyen el reinicio de alguna movida mayor?
Algunos intendentes peronistas aseguran ver movimientos llamativos en sus distritos. “Hay mucha diáspora y se da en aquellos que perdieron la interna massista”, dicen.
Advierten que el caso de la diputada López cobró mucha notoriedad por las declaraciones que realizó y por lo abrupto que resultó el salto tratándose de una dirigente que supo hacer culto de un acendrado antikirchnerismo. Pero no les llama la atención. “Hay borocotazos en varios distritos”, resumen.
Esos pases no tienen dirección única: candidatos a concejales massistas de Lanús y Esteban Echeverría estarían a punto de fichar para el macrismo.
Mientras buscan pescar en río revuelto, los alcaldes peronistas no están exentos de pesares. No pocos jefes territoriales visualizan un escenario de polarización con el macrismo en los comicios del último domingo de este mes que, por ahora, no es tal.
Lo profetizan para los últimos días de campaña, cuando buena parte del ciudadano de a pie defina su voto. Y es allí cuando aparece una puja que los desvela: la que, si se cumple ese pronóstico, mantendrán Aníbal Fernández y María Eugenia Vidal.
Vidal se ha transformado en la carta fuerte de Cambiemos en la Provincia. “En varias comunas del interior mide entre 4 y 5 puntos más que Mauricio (Macri)”, decía en las últimas horas unos de los candidatos macristas con amplias chances de desbancar al FpV.
Ese fenómeno todavía no es palpable en el Conurbano, lo que otorga cierta dosis de tranquilidad a varios caciques peronistas. Pero la posible performance de Vidal en la Provincia es motivo de debate y análisis en el oficialismo y, en particular, entre los intendentes.
La ecuación es simple: si hay polarización, la candidata macrista podría ser la locomotora que necesitan los postulantes locales que van colgados de su boleta. Beneficio puro para ellos y un costo alto para sus competidores.
Pero la cuestión no es tan sencilla: si Macri se mantiene en los 30 puntos de las Primarias, Vidal necesitaría cristalizar en las urnas un corte de boleta en su favor de muy altas proporciones para generar ese efecto arrastre y quedar con chances, además, de disputar mano a mano con Fernández.
Aníbal descansa en la candidatura de Scioli. Descree de la teoría que advierten algunos en el oficialismo y de que el efecto Vidal pueda adoptar categoría de sorpresa.
Sin embargo, decidió concentrar esta etapa de su campaña en el interior, en zonas chacareras donde la macrista juega de local.
Esos gestos al campo tomarán dimensión mañana, cuando lance en La Plata su programa agropecuario y acaso ratifique que su futuro ministro del área, en caso de ganar la Gobernación, sea Gabriel Delgado, actual secretario en esa cartera nacional.
Fernández sabe que Delgado tiene buena sintonía con las entidades del sector. “Es del palo”, se le escuchó hace algunas horas decir a un encumbrado dirigente agropecuario bonaerense.
Trascendió que, incluso, el propio Delgado mantiene contactos con las entidades a las que anticipó algunos de los lineamientos de la política agropecuaria que prevé desarrollar el candidato oficialista.
En esos sondeos surgió un diagnóstico que va en sintonía con la idea de Fernández de jerarquizar el área. “Hoy Agrarios tiene menos presupuesto que el Spar”, se le escuchó decir a un anibalista. El Spar es un organismo que se dedica a hacer pequeñas obras de saneamiento y dotación de agua potable en la Provincia.
En esa pelea por el voto chacarero anda el resto de los candidatos. Una mesa de discusión armada por Carbap expuso a los postulantes a gobernador y los obligó a presentar a quiénes serían los responsables del ministerio de Asuntos Agrarios.
Vidal, por ejemplo, acudió junto a Hernán Lacunza, quien sería su ministro de Economía, y a Leonardo Sarquís, un integrante de la fundación Pensar especialista en el tema agropecuario.
Felipe Solá es, por sí mismo, un entendido en el tema. Pero también buscó brindar tranquilidad a los ruralistas. Fue con su viejo amigo y ladero, Raúl Rivara, quien ya fuera titular de Agrarios en buena parte de sus seis años de gobernador.
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