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Opinión |ENFOQUES

Un paraíso llamado asilo

Un paraíso llamado asilo

Un paraíso llamado asilo

MARIA FRANCESCA STAIANO (*)

5 de Septiembre de 2015 | 03:02

El análisis etimológico de la palabra “asilo” es revelador. Derivada de la palabra griega “Asylon”, puede descomponerse en dos partes: la partícula de privación “ α ” y el término “ συλη ”, que significa captura o ataque. De ahí que el término “asilo” adquiera el significado de “inviolable” o, literalmente, “libre de captura o ataque” y, por extensión, “sin derecho a ser capturado”. De hecho, si bien había asilos, en todas las antiguas comunidades mediterráneas, se los reconoce como una invención griega: en la antigua Grecia había muchos lugares que ofrecían asilo ratio loci .

Se trataba de lugares que brindaban protección a las personas que se habían refugiado allí suplicando protección frente a la persecución y la guerra. Esta regla estaba vinculada a la práctica cultural de la hospitalidad o el refugio, circunstancia que evidenciaba el agradecimiento de los hombres a los dioses. Hoy en día, el carácter de derecho divino ya no existe más, y el asilo se ha convertido en un corolario del principio de soberanía territorial del Estado, totalmente sometido a las condiciones que cada Estado pone en marcha a través de leyes nacionales que permiten regular los flujos de inmigrantes. Sin embargo, en el ordenamiento internacional, hay otro principio del cual no se puede prescindir: el principio del tratamiento de los extranjeros, que expresa un límite a la soberanía territorial, y que está íntimamente relacionado con los derechos humanos.

Para alcanzar virtud habéis nacido, y no para vivir cual brutos sin conciencia : Ulises refiere a Dante y Virgilio que esas fueron las palabras que dijo a sus compañeros para darles coraje y continuar el viaje en mar, más allá del mundo conocido, superando las columnas de Hércules. Dante pone a Ulises en el Canto XXVI del Infierno de la Divina Comedia, porque es hallado culpable de desafiar a los dioses en su sed de saber, tratando de superar las fronteras impuestas a los hombres. Dicho de otro modo: Ulises es condenado por querer mejorar su vida, por desafiar los límites de su condición humana.

La misma condena parece pesar sobre quienes buscan superar los límites del Mediterráneo intentando cambiar sus condiciones de vida.

Los países de la Unión Europea no están capacitados (o no quieren estarlo) para resolver la problemática particular asociada a los flujos de inmigrantes, puesto que continúan tratando el fenómeno como extraordinario, cuando es una situación que se repite cíclicamente desde cuarenta años.

El número de refugiados y migrantes que cruzaron el Mediterráneo para llegar a Europa en lo que va de este año, ha superado el umbral de los 300.000 (en 2014 habían sido 219.000). Las estimaciones de los muertos y desaparecidos es de unos 2.500, según los últimos datos del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR).

La mayoría de los inmigrantes que intentan llegar a Europa, escapan de países en los que las condiciones de vida son inhumanas, ya sea por conflictos económicos, persecuciones políticas, desastres naturales o por carecer de perspectivas de futuro.

Antes de arriesgar sus vidas entre las olas del Mediterráneo, los inmigrantes se enfrentan con un viaje larguísimo luego del cual no siempre llegan hasta las costas africanas. Los primeros contactos generalmente se toman en Asmara para tratar de llegar al sur de Libia, pasando por Sudan o por Egipto, siempre en manos de traficantes que dan inicio a la odisea quitándoles los celulares para evitar ser localizados o, peor aún, ser grabados y denunciados. Para estos trayectos se les piden a los inmigrantes de 600 a 2.000 dólares.

La muerte de inmigrantes se está transformando en una hecatombe y Europa no está capacitada -o no quiere estarlo- para resolverla

Quienes no tienen suficiente dinero deben trabajar en negro hasta obtener la suma necesaria. A veces, la policía los encuentra y los detiene por años, o los devuelve a su país. Otras veces, organizaciones criminales los secuestran para hacerlos trabajar en estado de esclavitud, en la prostitución u otras actividades ilegales. Las peores consecuencias son para las mujeres quienes, en la mayoría de los casos, son violadas.

En la actualidad, los inmigrantes siguen otra trayectoria: los grupos que provienen de Afganistán, Iraq, Siria y Palestina pasan por la “ruta balcánica”, entrando a Europa por Serbia y llegando hasta Hungría.

El 28 de agosto de este año más de 3.000 personas, de los cuales 700 eran niños, llegaron a Hungría, y, tomados los datos desde el comienzo de 2015, llega a 140 mil el número de inmigrantes que arribaron a ese país, más del doble que en el 2014.

No es un dato menor que el gobierno húngaro haya construido un muro a lo largo de toda la frontera con Serbia, o que haya más de 2000 unidades móviles y helicópteros, patrullando la frontera.

El premier Orban declaró que pedirá al parlamento autorización para que el ejército pueda intervenir en las fronteras impidiendo el paso del flujo de inmigrantes.

La muerte de inmigrantes en Europa se está transformando en una hecatombe: hemos tomado conocimiento de la muerte de más de 300 en las costas de Libia, hemos visto las horribles imágenes de cuerpos de niños, como Aylan, flotando sin vida, por no mencionar el hallazgo, en Austria, de un camión que tenía en su interior 71 cuerpos de inmigrantes sin vida, y la marcha de inmigrantes que están caminando 240 km desde Budapest hasta Viena, ciudad símbolo donde en el 1993 se brindo la conferencia mundial de las Naciones Unidas más importante en tema de derechos humanos.

La Unión Europea celebrará una cumbre convocada con carácter de urgente el día 14 de septiembre. A la par, el Secretario General de la ONU, Ban Ki-Moon, ha anunciado que el tema de la inmigración será el tema prioritario que se tratará en la reunión de la Asamblea General del 30 septiembre en New York.

Más allá de los debates internacionales que se promuevan en estas cumbres, es evidente que aquella cultura de la hospitalidad hacia el extranjero que aseguraba un lugar “sin captura”, rasgo común entre los pueblos del Mediterráneo, ya no existe más. En la actualidad, el extranjero es un otro no querido por el sistema de Estados nacionales soberanos. No importa de dónde se esté escapando y qué quiera obtener. De hecho, ya Dante Alighieri nos advertía sobre de lo inapropiado de pedirle más a la vida, y su Ulises, a diferencia del héroe de Homero, nunca volverá a Itaca, sino que su barco se hundirá con todos sus compañeros en el Mediterráneo después ver una roca oscura, el Purgatorio.

 

(*) Doctora en Derecho por la Universidad de Roma y miembro del Departamento Europa (IRI-UNLP)

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