En un secuestro virtual, jubilado de Tolosa entregó 3.500 pesos

El teléfono sonó a las 4 de la madrugada, hora en que los llamados suelen llegar con malas nuevas. Jorge, que fue arrancado de un sueño tranquilo por el súbito sonido del teléfono, atendió: “Pa, ayudame, me asaltaron”, susurraba la voz llorosa de una mujer que parecía ser la de Cintia, la hija de su pareja.

El hombre no imaginó que estaba a punto de convertirse en la nueva víctima de un secuestro virtual, modalidad que se había aliviado en los últimos meses, pero recrudeció hace un par de semanas para probar que nunca se extingue del todo.

Este último caso ocurrido en Tolosa tuvo los condimentos típicos: el llamado fue por la madrugada (para sorprender a las víctimas adormecidas), los “secuestradores” hablaban sin parar, de modo de no ceder un segundo de reflexión para sus víctimas y repetían amenazas verosímiles.

Jorge, un jubilado que vive cerca de la esquina 8 y 529, no tuvo chance de analizar lo que pasaba. La que creyó la voz de Cintia le dijo “te doy con uno de ellos”. Y enseguida escuchó a un hombre “bastante tranquilo”, que sin embargo no dudó en prometer “mirá que la mato”, relató el jubilado en una charla con este diario.

El falso captor exigía “dame plata, oro, joyas, porque la mato”. Jorge no estaba dispuesto a arriesgar la vida de Cintia, y le preguntó al interlocutor cuánto quería. La respuesta fue “10.000 pesos y oro”.

“Yo soy jubilado, no tengo esa plata. Tampoco tengo oro”, les aclaró Jorge, sin saber “qué esperaban”. Pero el delincuente insistía, sin dejar de amenazar con matar a Cintia.

A fin de cuentas, luego de una especie de negociación entre Jorge y los que él suponía secuestradores, acordaron el pago de una suma de dinero.

El jubilado debía poner 3.500 en una bolsa de consorcio negra y dejarla en la esquina de 8 y 529. Los supuestos captores también le ordenaron que no se despegara ni un segundo del teléfono.

Entonces, él salió con la bolsa de dinero ya preparada. La calle, salvo por un taxi que estaba parado sobre 529 con las puertas abiertas y las luces encendidas, estaba vacía.

El hombre dejó la plata en el lugar pactado y, siguiendo las instrucciones que le daban los secuestradores, volvió a entrar en su casa. Ni bien cerró la puerta, la comunicación se cortó.

En ese momento, Jorge cayó en la cuenta de que había sido víctima de una trampa. Por eso volvió a agarrar el teléfono, llamó a Cintia, y confirmó con alivio que ella estaba durmiendo en su casa.