“Si me movía, dejaba a mi hijo y a mi esposa al descubierto”

Eduardo Iglesias (55) no se resistió a que le robaran todo, pero no quería que los ladrones entraran a su casa. La forma que encontraron para amedrentarlo fue dispararle cinco veces: dos de esos tiros le dieron en las piernas. Ni así pudieron quebrantarlo: “No quería que a mi hijo lo lastimaran”, dijo para explicar lo firme de su postura.

A las 19.20 del viernes, él volvía del supermercado con su esposa y el chico, de 15 años. Muy cerca de su casa, en 417 entre 25 y 27 de Villa Elisa, había cuatro adolescentes que no llegaban a los 18. Por lo menos uno tenía un arma, y otro llevaba una picana.

“Se nos vinieron directo a robarnos al voleo, como en una entradera”, señaló el hombre, al que lo abordaron ni bien se bajaba de su Citroën Aircross. Otro de los asaltantes fue a increpar a las otras dos víctimas.

A toda la familia empezaron a pedirle sus pertenencias. Cada uno les revoleó a los ladrones las billeteras y celulares. “Nunca nos resistimos”, sostuvo la mujer.

Su obediencia no sirvió para calmarlos. Al principio, al padre de familia le pegaron un culatazo fuerte en la cabeza, que lo dejó lastimado. La violencia que impostaban los ladrones se transmitió rápido a la familia, que se empezó a poner nerviosa y a pedir ayuda a los gritos.

tiros y tension

De la nada, el delincuente que portaba el arma le disparó al hombre el primer tiro, que le pegó en la pantorrilla izquierda. Su mujer alcanzó a salir corriendo hacia su casa para alertar a los vecinos. Más de uno salió a la calle para ver qué pasaba y llamar 911.

Entre tanta tensión, Eduardo se quedó parado en su lugar: “Si me movía, dejaba a mi hijo y a mi esposa al descubierto. Y ya estaban amenazando con dispararles a ellos”, graficó.

El otro que se quedó estático del miedo fue el chico, que no pudo siquiera correrse de ahí para buscar refugio.

Su padre ensayó un forcejeo con los delincuentes que sólo sirvió para caldear más su conducta. Los ladrones siguieron disparando cuatro tiros más. El segundo balazo le dio a Eduardo en su otra pierna, a la altura del muslo.

Al final, sin poder entrar a la casa como querían, los delincuentes salieron rapidísimo en el Aircross de la familia rumbo al camino Belgrano. Por ahí siguieron rumbo a la rotonda de Gutiérrez. Ayer los seguían buscando en la zona sur del Conurbano.

La mujer asaltada, cuando vio a su marido con sangre en la cabeza y en las piernas, creyó que todo iba a desembocar en un drama. Algo similar sintió cuando vio cómo le apuntaban a su hijo.

Varios patrulleros acudieron a atender la denuncia vecinal por el robo. En uno de los móviles llevaron al herido al hospital de Gonnet, con toda la celeridad posible. En el centro médico lo atendieron, pero no lo operaron: fue más conveniente dejarles las balas alojadas.

La familia agradeció el trabajo policial y médico, porque todos se volcaron en colaborar y acompañar con ellos, según le contaron a este diario. Aunque se quejaron de que “en ninguno de los controles que atravesaron” a los delincuentes los hicieron frenar.

Las pérdidas materiales vinieron acompañadas por el malestar que aún sienten. Les costó dormir la noche siguiente y cancelaron sus planes de sábado. Eduardo además perdió sus herramientas de trabajo. Y el barrio, hasta entonces tranquilo según su visión, para ellos parece haber cambiado.