Un grupo comando copó una vivienda en Lisandro Olmos para asaltar la del vecino

Un hombre, vecino de la familia a la que estaban por asaltar, se anticipó a lo que iba a pasar al lado. Por eso les salió al cruce y les preguntó con tono enérgico qué estaban haciendo. Los intrusos intentaron disimular que eran un grupo comando y se hicieron pasar por policías, que estaba a punto de comenzar un allanamiento. Al parecer no tenían el uniforme de esa fuerza, pero sí contaban con un ariete de los que se usan habitualmente en los operativos para voltear puertas.

Y fue de esa manera que los tres delincuentes consiguieron irrumpir en la casa que eligieron de antemano, en 198 entre 45 y 46, muy cerca del centro neurálgico de Olmos y en un horario -las 8 de la mañana- en el que la actividad del día estaba por empezar.

En total los ladrones eran cinco. Aparte de los que entraron a la vivienda a robar, otro se quedó en el terreno por el que se habían filtrado y un quinto esperaba a sus cómplices a bordo de un auto.

Todo fue muy rápido y violento, según contaron en el escenario del asalto. Los tres delincuentes que ingresaron a mano armada -al parecer uno portaba una ametralladora- se encontraron con una mujer de 40 años. Y no tuvieron para con ella ninguna contemplación.

“Le empezaron a pegar culatazos en la cabeza, cachetazos y patadas por todo el cuerpo”, contó un hijo de la víctima, de 16 años en diálogo con este medio. Su papá no estaba en el lugar.

Los ladrones la aterrorizaron constantemente. “Se ve que buscaban plata”, comentó Lucas (22), un sobrino de la mujer, identificada como Carina Elizabeth Algacibiur.

Tan ensimismados estaban en su cacería que los asaltantes nunca dejaron de castigarla física y verbalmente. Inclusive, hasta “llegaron a amenazarla con cortarle la mano con tal de sacarle la alianza”, señalaron los jóvenes.

“La familia se dedica a la industria de la carne”, comentó un jefe policial en tono de hipótesis, dando a entender que los delincuentes podían contar con información acerca de sus movimientos comerciales.

Lo que Lucas admitió fue que a sus familiares le robaron joyas y varios de los objetos de electrónica.

El resto fue admitido por el vocero consultado, que agregó: “También se llevaron dinero”, aunque no se conoció la cantidad.

EL VECINO MANIATADO

En la casa de al lado de donde todo transcurría, un hombre también estaba siendo amenazado. Se trata del novio de la dueña de esa vivienda, por lo que contaron voceros del caso, que en un principio pretendió frenar el avance de los desconocidos, pero pudo hacer poco. “Esto es un allanamiento. No es con vos, flaco”, le mintieron al pasar los asaltantes.

Los delincuentes, previo a atravesar todo el patio de esa propiedad, le habían dado algo de comer a los dos perros que había allí, para distraerlos.

El único ladrón que se quedó en esa casa de alguna forma repitió lo que le ocurría a la vecina: “Le pegaron y lo precintaron”, afirmaron en el barrio.

Pero había alguien más en la casa donde golpeaban y amenazaban de muerte a la mujer. El único de sus hijos que estaba ahí, menor de edad, “se dio cuenta de lo que pasaba, alcanzó a ir a buscar el teléfono, dio la vuelta por el patio y se escondió debajo de una camioneta para ponerse a llamar a la policía y a mi familia”, comentó un hermano del adolescente, también menor.

Ahí, en el resquicio entre el piso y el chasis del vehículo, el testigo pudo hacer que el 911 se apurara en llegar, al igual que varios allegados a la víctima.

Todos hicieron lo posible para acercarse a tiempo. Pero, una vez más, los delincuentes fueron más rápidos y alcanzaron a escaparse en el auto donde los esperaban.

Los oficiales se encontraron con la mujer encerrada en un baño, desencajada por los nervios y los golpes. Desde su casa la llevaron al Sanatorio Argentino, donde ayer a la tarde seguía internada con dolores en la espalda por los patadones.

También llevaba a cuestas un shock terrible. Teniendo en cuenta esa situación, los policías recién le tomarán declaración cuando se tranquilice, aunque ya comenzaron a rastrear las cámaras de monitoreo del centro de Olmos, debido que, a pesar de la audacia con la que actuaron, andaban con la cara descubierta.