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Revista Domingo |EL ADIOS SUI GENERIS EN EL LUNA PARK

A cuatro décadas de un recital que hizo historia

Fue masivo en épocas en que el rock argentino no convocaba multitudes. Incorporó a un nuevo público a un género musical todavía incipiente. Fue pionero en el aspecto técnico y empresarial. Y le dio visibilidad a un movimiento que todavía lo considera uno de sus momentos cumbres. Recuerdos de protagonistas y análisis de historiadores a 40 años del concierto que marcó un antes y un después en la historia del rock nacional

Omar Giménez
ogimenez@eldia.com

30 de Agosto de 2015 | 00:11

“Ustedes saben: hay muchos chicos afuera que están hace mucho tiempo esperando entrar. Nosotros podemos tocar dos tema más. Pero después de eso les pido... que se vayan. Los amamos muchísimo, son gradiosos, pero...ustedes saben lo que pasa. Bueno, yo me despido ahora. Chau, chau, chau, chau, loco, chau, chau, chau!”. Las palabras de un joven Charly García, de barba bicolor, smoking blanco y galera extravagante, introducían a Rasguña las Piedras y al Blues del Levante, último tramo de los conciertos que quedaron en la historia con el nombre de Adiós Sui Generis. Una despedida que marcaría un punto de inflexión en la historia de la música popular argentina y especialmente en el rock nacional. Una despedida de la que el próximo 5 de setiembre se cumplirán 40 años.

Mientras miles de personas preparan sus gargantas para recordar la fecha cantando temas de la banda en el marco de un homenaje que surgió espontáneamente en las redes sociales, para los protagonistas y los analistas es un momento de balance. Es que puestos en perspectiva, 40 años después, la magnitud de estos conciertos se agiganta. Y son percibidos como hitos insoslayables en la historia del rock de acá.

Antes del 5 de setiembre de 1975, jamás un concierto del género había reunido a tanta gente en la Argentina: aquella noche 25.600 personas ingresaron en dos tandas al Luna Park después de protagonizar una larga y emotiva espera en las puertas del estadio.

“Me gustan porque hacen una música y unas letras tremendas. Es un testimonio, la verdad”, decía una chica entrevistada en las puertas del Luna Park para la película que documentó el recital. El rock había dejado de ser el punto de encuentro de una minoría. Por primera vez expresaba su masividad, su transversalidad, al decir del historiador platense Sergio Pujol, ya que con Sui Generis un nuevo público se había sumado a sus históricos seguidores.

Así como los buenos vinos mejoran con el tiempo, el Adiós de Sui Generis fue ganando en relevancia y significado con el correr de los años. Fue el primer recital multitudinario de una banda de rock argentina, si. Pero también fue pionero en la faz técnica y empresarial para un movimiento que todavía estaba, en cierto modo, en pañales. Quedó registrado y dejó testimonio como ningún otro en aquellos años: motivó una película y una grabación en vivo que, reeditada posteriormente en CD, tuvo una importante respuesta del público. Al mismo tiempo consolidó al dúo integrado por Charly García y Nito Mestre - acompañados en aquella ocasión por Rinaldo Rafanelli en bajo y Juan Rodríguez en batería - como una leyenda capaz de conmover, en adelante, a varias generaciones de argentinos.

Nada de eso parecía claro aquella noche de setiembre de 1975, según cuenta Nito Mestre, cantante del grupo y uno de los principales protagonistas de esta historia en diálogo con este diario,

“Ese día no éramos muy conscientes de la magnitud de lo que estaba pasando. Estábamos muy preocupados por ciertas cuestiones de la organización del recital, especialmente por ese momento en que toda la gente que había estado en la primera función tenía que salir y dejar pasar a los que iban a ver la segunda”, cuenta Nito en una pausa del trabajo en el estudio y mientras prepara su próxima gira, que lo encontrará en Lima (Perú) el día en que se conmemore el cuadragésimo aniversario del Adiós...

Cuarenta años después de aquellas horas destinadas a dejar huellas, Nito hace su balance: “donde más tuvieron impacto los recitales del Adiós Sui Géneris fue en la historia del rock nacional. Fueron dos recitales que quedaron grabados en la memoria de toda una generación; de los que pudieron ir y los que no fueron pero se enteraron”, dice Nito, quien también cree que, el paso del tiempo hizo más fuerte el impacto de los conciertos de despedida.

Y lo nota en que el interés por la banda y su histórico adiós se extendió más tarde a los hijos de los que fueron protagonistas.

Después rememora algunas de las características que hicieron aquellos conciertos tan singulares. El sonido de Teddy Goldman, la utilización del equipo de luces del grupo chileno Los Jaivas y una sencilla escenografía que era toda una novedad en tiempos en que no era usual ese recurso en los recitales de rock.

Nito dice que una vez que se establecieron las fechas para los conciertos se programó una rutina de ensayos muy intensa en una sala de Guatemala y Scalabrini Ortiz. La idea, recuerda, era brindar un show inolvidable, aunque en el seno del grupo sabían que no sería el último recital y que después de los conciertos de despedida habría presentaciones en Córdoba, Rosario, Comodoro Rivadavia y una, que sería la última, en Caleta Olivia.

“Nosotros nos dimos cuenta el mismo día de la cantidad de gente que había ido al recital. Si bien se habían vendido en poco tiempo las entradas para la primera función no nos imaginamos que la gente iba a llegar desde temprano. Eran cosas que no solían pasar y menos en un recital de rock”, dice Nito.

¿Cómo se vivía aquello desde el escenario de un Luna Park muy distinto al actual? (“era un galpón de chapa”, recuerda Nito, “donde no había asientos y tampoco ningún cuidado acústico, con un escenario de un metro de altura, sin valla ni contención alguna”)..

“Lo musicaL estaba muy ensayado sonaba fenómeno, La principal preocupación tenía que ver con la gente, representaba una gran presión ese momento entre función y función en que tenían que salir 15.000 personas para que entren otras 15.000, en una época poco amable”, dice Nito.

Esa tensión, sumada a la emoción y a la acumulación de días previos de preparativos hicieron que optara, apenas terminado el recital, por quedarse solo.

“Yo estaba viviendo en esa época en la casa de Rinaldo, pero ahí estaba lleno de gente. Así que me fui a un bar en Núñez, sólo, a comer una pizza y leer Crónica”, dice Nito. Algo parecido le pasó a García, que oportunamente reconoció que, al final de recital se quedó en su casa absorto y mirando la pared. La conciencia del impacto sería muy posterior. Aparecería, dice Nito, con la reedición de las grabaciones en CD que se agotaron rápidamente y la certeza de que los temas del dúo resistían el paso del tiempo y se perpetuaban en nuevas generaciones de jóvenes que nunca lo habían visto en vivo.

En su libro “La Biblia del Rock/Historias de la Revista Pelo” (Ediciones B), Juan Manuel Cibeira, que llegó a ser director de esa publicación - referencia del rock a nivel nacional hasta fines de los ´80- destaca que Sui Generis fue la banda que lideró la segunda generación del rock argentino (la primera había sido la de Almendra, Manal y Los Gatos) y dice que el dúo, al que no duda en calificar como el mas importante e innovador del rock nacional, “se convirtió en un fenómeno de masas como nunca había ocurrido en la música popular argentina”.

Para Cibeira, Sui Generis marcó un hito por la explosiva popularización de su música y por la consecuente visualización del fenómeno del rock nacional en los medios de comunicación de la época , pero también por la profesionalización que motivó en los artistas y su entorno empresario.

“La formula del dúo compuesto por Charly García y Nito Mestre se basó en una música sencilla, notoriamente influenciada por el folk rock estadounidense , muy de moda en la época, con letras que hablaban con frescura de las inquietudes juveniles”, abunda Cibeira.

El dúo había nacido en la mente de Charly García cuando todavía estudiaba en el colegio Dámaso Centeno. Ali conoció a Nito Mestre quien se convertiría en su socio musical.

El primer disco “Vida”, de 1972 los hizo rápidamente populares, con temas como “Canción Para Mi Muerte” o “Natalio Ruiz”. El segundo trabajo, “Confesiones de Invierno” los instaló definitivamente en el gusto de la gente. Más tarde llegaría “Pequeñas Anécdotas sobre las Instituciones”, un disco más eléctrico, complejo y ambicioso que puso en evidencia la fatiga de la propuesta inicial.

Nito cuenta que para noviembre de 1974 ya estaban cansados del grupo y buscando nuevas direcciones. Atrás quedaba, en su caso, el sueño de concretar giras por el exterior que nunca sucedieron.

Fue en medio de este desgaste que al productor Jorge Alvarez se le ocurrió la idea de un gran concierto de despedida, la primera gran despedida del rock nacional. Los afiches estuvieron a cargo de Juan Oreste Gatti, el dibujante de las mejores tapas de discos y afiches de la época.

En el comienzo del recital, sobre los primeros acordes del primer tema, Instituciones, Jorge Alvarez leyó un texto escrito por León Gieco, con una frase final que quedó resonando sobre las canciones posteriores, versiones sofisticadas y eléctricas de las creaciones de un grupo que notoriamente ya había dejado de ser aquel dúo sencillo y acústico para convertirse en una maquinaria sonora poderosa: “Adiós, Sui Generis, que tengan una hermosa vida”, leyó Alvarez ante la gritería de los fans.

¿Y cómo fue esa vida posterior al adiós? Nito lo resume así: “40 años después seguimos activos, cada uno por su lado, seguimos tocando”. Y eso es lo importante.

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