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Revista Domingo |CALENTAMIENTO GLOBAL

El hielo del Artico no está condenado a desaparecer, todavía

El hielo del Artico no está condenado a desaparecer, todavía

Las temperaturas invernales en el Artico van en aumento

19 de Febrero de 2017 | 00:22

Especial para EL DIA
de National Geographic

Durante el largo y oscuro invierno ártico, las temperaturas normalmente caen bajo cero y el hielo marino se engrosa y extiende.

Pero durante gran parte de 2016, las condiciones no fueron las normales.

A mediados de noviembre, a un mes de la llegada del invierno, el hielo del mar Artico empezó a derretirse: desaparecieron más de 50.000 kilómetros cuadrados de hielo, algo nunca visto tan a fin de año.

A fines de diciembre, las temperaturas del aire cerca del Polo Norte treparon cerca del punto de congelamiento, casi 10 grados por encima de lo normal.

“Empecé a trabajar en el clima del Artico en 1982, como estudiante de posgrado”, explica Mark Serreze, director del Centro Nacional de Datos sobre Nieve y Hielo de Boulder, Colorado. “De manera que estoy observando el Artico desde hace mucho tiempo, y nunca había visto algo así”.

Los casquetes de hielo del Artico alcanzan su menor tamaño en septiembre al final de la temporada de deshielo, y luego vuelven a crecer. La extensión de esa cubierta mínima ha ido disminuyendo aproximadamente 13 por ciento por década.

Las recientes subas de temperatura y el deshielo a fin de temporada pueden haber no tenido precedentes pero no fueron inesperados: los modelos climáticos predijeron que eso podía suceder cuando a la variabilidad natural se le suma un aumento constante del calentamiento por el efecto invernadero.

Los climatólogos temieron en un momento que eso significara el fin del hielo en verano.

Pensaban que al reducirse la cubierta de hielo, las aguas abiertas absorberían más radiación solar, reflejando menos al espacio.

Finalmente el océano absorbería tanto calor que en verano el hielo del mar dejaría de formarse y el Artico llegaría a un punto sin retorno.

Pero en un influyente trabajo publicado en 2011, cuatro investigadores del Instituto de Meteorología Max Planck de Hamburgo, Alemania, se adujo que el hielo del Artico no alcanzará un punto sin retorno.

Si se derrite totalmente en verano, demostraron los modelos por computadora de los investigadores- el océano pierde tanto calor en invierno que el hielo vuelve a crecer más rápido, y parte de él sobrevive el verano siguiente.

Las observaciones respaldan la idea de que el hielo marino repuntó modestamente luego de alcanzar un récord de mínima en septiembre de 2007.

“Créase o no, dada la actual tendencia a la pérdida de hielo en el mar Artico, el hielo marino muestra una resistencia increíble a desaparecer”, afirma Dirk Notz, uno de los autores del trabajo. “Precisamente ahora por ejemplo, tenemos estas vastas áreas de aguas abiertas en contacto directo con la atmósfera invernal usualmente fría. Y a pesar de esos aumentos de temperatura que tuvimos en diciembre, grandes partes del Artico ahora están frías. En estas áreas de aguas abiertas hay una pérdida de calor masiva del océano a la atmósfera, mucha más pérdida de calor que si esa región estuviera cubierta de hielo. Esperaría que el hielo creciera relativamente rápido para compensar al menos parte de esos eventos extremos que hemos tenido en el último par de meses”.

Aunque el hielo marino nunca pueda llegar a un punto sin retorno, no se puede decir lo mismo de la inmensa capa de hielo que cubre Groenlandia. A medida que aumentan las temperaturas globales, la capa de hielo de Groenlandia seguirá perdiendo masa; la altura de la capa de hielo disminuirá constantemente al derretirse, exponiéndola a temperaturas más cálidas a alturas más bajas.

“Llegado a un punto no se puede detener la desaparición de la capa de hielo de Groenlandia”, afirma Notz. “Eso sí que yo consideraría un punto sin retorno”.

Ajustando el termostato

Notz destaca que hay límites a la resiliencia del hielo del mar Artico. Finalmente, los veranos árticos sin hielo serán la norma si no reducimos rápidamente la quema de combustibles fósiles. En un reciente trabajo publicado en Science, él y sus colegas determinaron una relación directa entre las emisiones de dióxido de carbono y la pérdida de hielo marino. Específicamente, demostraron que por cada tonelada de anhídrido carbónico emitida, desaparecen 3 metros cuadrados de hielo marino. “En Alemania, cada persona emite alrededor de 10 toneladas de dióxido de carbono al año”, dice Notz. “Creo que en EE.UU., son aproximadamente 16 toneladas. Eso me permite calcular mi propia contribución a la pérdida de hielo marino en el Artico aquí en Alemania: aproximadamente 30 metros cuadrados por año”.

“De repente resulta claro cómo todos contribuimos a esta pérdida del hielo marino del Artico. No es algo que sucede por casualidad. Cada vez que volamos a algún lado o manejamos nuestro auto, podemos sentarnos luego a calcular cuánto hielo marino acabamos de derretir”.

Si nuestra civilización arroja otras 700 a 1.000 gigatoneladas de anhídrido carbónico a la atmósfera, dice Notz, aproximadamente la cantidad de 20 a 25 años al ritmo actual, el hielo del verano ártico se desvanecerá. Ese es aproximadamente el nivel de emisiones compatible con el Acuerdo de París, que compromete a los países a limitar el calentamiento global a no más de 2 grados por encima de los niveles preindustriales. El acuerdo de París también propone a los países fijarse un objetivo más ambicioso de 1,5 grados, cifra que haría posible que el hielo marino sobreviviera todo el año.

Hay una buena noticia: reduciendo la producción de gases invernadero, el hielo del mar Artico se estabilizaría inmediatamente. “Si pudiéramos reducir a la mitad nuestras emisiones mágicamente, duplicaríamos el tiempo que tardaría el hielo en desaparecer”.

La mala noticia es que no lo estamos haciendo. “Creo que seguiremos como hasta ahora: una tendencia de disminución con muchos altibajos año tras año”, dice Serreze. “Hasta podríamos llegar al punto de que no haya hielo un verano, quizás 2030, para luego por la variabilidad natural nos recuperaríamos por una década. Lo que hemos observado en los dos últimos inviernos realmente nos sorprendió”.

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