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Revista Domingo |ASTRONOMÍA

La ciencia se prepara para ver explotar a una estrella en cinco años

La ciencia se prepara para ver explotar a una estrella en cinco años

En 2022 habría una gran y muy visible explosión cósmica

22 de Enero de 2017 | 00:00

Especial para EL DIA
de National Geographic

De acá a cinco años aproximadamente, podría ser posible ver aparecer una nueva “estrella” en el cielo nocturno, una gema cósmica que brillaría en el ala norte de la constelación de Cygnus, “Cisne”, casi por un año.

Por primera vez, los astrónomos predicen con confianza que un sistema estelar específico explotará en un período definido, volviéndose más de 10.000 veces más brillante de lo que es ahora. La explosión se observará desde la Tierra a simple vista, y podría brillar tanto como Polaris, la estrella boreal.

La erupción señalará el momento en que se fusionen dos estrellas unidas en una danza cósmica, explotando en una roja nova que brevemente le dará a Cygnus un destello estelar adicional.

Su debut será lo suficientemente próximo como para que los padres puedan con seguridad señalarles a sus hijos la parte del cielo en la que aparecerá una nueva lucesita.

“La fecha de explosión pronosticada es 2022, un año más o un año menos”, afirma Larry Molnar, el astrónomo del Calvin College que presentó la predicción el 6 de enero durante una reunión de la Sociedad Astronómica Americana, en Texas.

“Será un cambio muy marcado en el cielo, como todos pueden ver. No se precisará un telescopio para decirme en 2022 si estaba en lo cierto o no”.

PROBLEMA DOBLE

Poder hacer una cuenta regresiva hasta semejante catástrofe estelar es algo único para la astronomía, que normalmente espera que las estrellas exploten con la esperanza de tener los telescopios apuntados hacia el lugar correcto en el momento correcto.

“Es la primera predicción de una explosión. Todavía no sabemos si es acertada o no, pero es la primera vez que realmente podemos hacer una predicción de ese tipo”, expresa Molnar.

Situadas aproximadamente a 1.800 años luz, las estrellas son conjuntamente llamadas KIC 9832227. Son un par binario que se eclipsa, lo que significa que al girar una alrededor de la otra, cada una tapa brevemente a la otra desde la perspectiva de un observador desde la Tierra.

Hasta hace poco, los astrónomos ni siquiera sabían que ese punto de luz centelleante era más de una estrella. En 2013, la astrónoma Karen Kinemuchi, del Apache Point Observatory, observó que los cambios en el brillo podía significar que dos estrellas periódicamente se tapaban una a otra. Investigaciones posteriores realizadas por el estudiante Daniel van Noord del Calvin College confirmaron que era así.

En base al ritmo y a la profundidad de esos eclipses periódicos, los astrónomos determinaron que una de las estrellas binarias es aproximadamente un 40 por ciento más grande que el sol, mientras que la otra tiene apenas un tercio del tamaño del sol.

Pero hay más. Durante al menos 15 años, la KIC 9832227 ha estado en la mira de los telescopios, incluso del telescopio “caza planetas” Kepler, de la NASA, que observó el sistema durante casi cuatro años.

Ahora los científicos saben que las estrellas están tan cerca una de otra que probablemente compartan la capa de gases lo que significa que cuando el sistema gira, se ve más como un maní que como dos puntos de luz diferenciados.

“Las estrellas giran una alrededor de la otra cada 11 horas, y ambas giran en sincronismo con su órbita, de manera que las estrellas siempre presentan la misma cara una a otra”, explica Molnar.

DANZA MORTAL

Pero al procesar más de una década de observaciones, los astrónomos notaron algo raro: las estrellas se eclipsaban cada vez con mayor frecuencia, casi como si describieran un espiral hacia la otra.

Usando más de 32.000 imágenes del sistema tomadas por un telescopio del Calvin College, Molnar pudo calcular que el ritmo del eclipse iba en constante aumento.

“Estos cambios indican que está pasando algo interesante con las estrellas más allá de la fuerza de gravedad básica”, agrega Molnar.

Las observaciones reproducen lo que el astrónomo Romuald Tylenda había visto en el sistema V1309 Sco justo antes de que inesperadamente pasara a ser supernova en 2008. No obstante, antes de que se llegue a confirmar una colisión inevitable en KIC 9832227, el equipo necesitaba descartar una tercera estrella intergaláctica y consolidar el cambio anticipado en el ritmo del eclipse.

Los últimos cálculos sugieren que si la velocidad en que las estrellas se están fundiendo sigue la misma tendencia que en V1309 Sco, las dos pasarán a ser una alrededor del año 2022. Cuando las estrellas choquen, producirán una nova roja, una erupción que está a mitad de camino entre el brillo de una supernova cataclísmica y una nova clásica algo más común.

De todas formas, la explosión será lo suficientemente brillante como para ser observada desde la Tierra a simple vista.

“Las explosiones de este tamaño ocurren aproximadamente cada una década en nuestra galaxia”, dice Molnar. “Este caso es inusual por lo cerca que está la estrella y por ende lo brillante que la veremos. Este caso también es único porque es la primera vez que se pronostica una explosión”.

Ahora los científicos, entusiasmados, tienen la oportunidad de estudiar el par antes, durante y después de uno de estos espectáculos de luz estelares, si es que finalmente tiene lugar.

“El tema nos intriga todos tenemos una fascinación morbosa por descubrir el momento de la muerte”, agrega Shri Kulkarni, del Instituto de Tecnología de California, que determinó por primera vez que las novas rojas eran de un tipo distinto de estallido. “No es un resultado seguro, pero tampoco improbable”.

Y aún cuando las estrellas no ofrezcan el show lumínico pronosticado, la observación del sistema solar nos dará valiosas pistas sobre la forma en que viven y mueren las estrellas, o quizás nos señale otra fuerza misteriosa capaz de perturbar las órbitas de las estrellas.

“Aunque sería frustrante no verla estallar, algún resultado alternativo también podría ser por sí mismo muy interesante”.

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