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Por ALEJANDRO CASTAÑEDA
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Pagó fianza y anda libre Javier Bazterrica, apareció el Viagra femenino y desde la infiltrada Ashley Madison salió a la luz el veraz de los infieles. Demoledora avalancha de novedades en días con sobrante de calenturas y fraude. Y apreciable mejora en el índice de cornudos en una semana con generalizada caída de valores.
El sexo está siempre allí, a tiro de noticia, haciéndose un lugar entre las elecciones y el fútbol, tan copados de trampas, barras y gases lacrimógenos.
Los hackers dejaron a más de un marido en la banquina. Y decimos maridos porque, según se informó, el 80 por ciento de los usuarios de Ashley Madison son hombres, mientras que ellas representan sólo el 15 por ciento de la clientela. El resto son indecisos de uno y otro lado, que lo mismo se suman a la franja del 15 que a la del 80 con tal de darle algún pasatiempo extra a su existencia.
La revelación de la lista de tramposos alcanzó esta semana trágicas consecuencias: un oficial de policía de Estados Unidos desde Texas se quitó la vida, días después de que su nombre fuera vinculado a la página web. De este modo se sumó al capitán Michael Gorhum, que había servido durante 25 años con el Departamento de Policía de San Antonio, y que se había suicidado la semana pasada. ¿Qué fue de esas pistolas texanas? ¿A falta de indios ahora matan culpas?
Bazterrica por supuesto está más allá de cualquier arrepentimiento. Tras una semana movida, el gigoló compareció ante la Justicia, está suelto otra vez y salió de gira para cobrar por presencia en boliches de extramuros. De a poco pasó de sujeto despreciable a figurón con algún lustre, algo que para sus ex será demoledor y para otras, excitante, porque el villano siempre tiene seguidoras. Aunque es raro que cace una víctima más. No porque ellas se resistan, sino por la escasez de dólares.
Hay que reconocer que el estafador había acomodado su servicio al tarifario de estos días de lanzamientos y campañas. Como pasa con los Ahora 12, ajustaba sus entregas los fines de semana y trabajaba duro el resto de los días para poder anexarle nuevas novias a su poblada agenda. Su poder de seducción sigue siendo uno de los grandes misterios de la temporada.
En realidad, Addyi no es un Viagra. “La pastilla azul -se ha explicado- bombea sangre hacia donde el hombre la necesita. La rosada, en cambio, actúa sobre el cerebro, estimulando el apetito sexual. El usuario de Viagra siente deseo pero su cuerpo no puede satisfacerlo. Addyi crea el deseo”.
Hay algo de altruismo en la farmacopea de última generación. Estos tónicos ayudan a sostener el buen ritmo de un vínculo que se juega cada noche. La pasión, como los abrigos, se deshilacha con el uso. La pastilla azul había optimizado mucho las actuaciones masculinas. Y las señoras se quejaban de que la ciencia las había dejado aisladas y con sus frialdades. Por eso los laboratorios salieron a reivindicar su libido. Hoy, cada uno con su frasquito, podrá empezar una nueva vida. El Viagra y el Addyi le dará mucha marcha a las parejas aburridas. El matrimonio recetado y los hackers le enseñaron a los cónyuges, como el Vaticano, la conveniencia de apostar al perdón y al frente interno.
Porque lo del Viagra femenino en el fondo es una panacea a favor del matrimonio. No incita la libido de manera inmediata, pero predispone mucho. Y transforma al compañero más rutinario en hombre promisorio Aprovecha el remanente de deseos para sorprender al varón con nuevo entusiasmo. Y convence a las apaciguadas sobre la ventaja de volver a la lucha. La hombría se descorazonará mucho al saber en lo sucesivo que la excitación de ella no es por nosotros sino por la píldora. Pero bueno, las desganadas podrán a partir de ahora recuperar bríos y prestaciones en cualquier esfera que elijan. Y seguramente a más de un marido se le hará cuesta arriba poder atender los pedidos frecuentes de una señora empastillada que de golpe pasó del batón a la lencería insinuante. Y que cada día, después de Las mil y una noches, sueña que algún vecino, turco o no, le haga revivir lo que sentía años atrás, en las medianoches transpiradas del auto o el zaguán.
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