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Revista Domingo |NOTA DE TAPA

Yoga para todos

La milenaria práctica cuenta desde este año con su Día Internacional, reconocido por Naciones Unidas, y cada vez más países impulsan su enseñanza tanto para chicos como para grandes. La India, el país de origen de esta disciplina, aspira a que la Unesco la convierta en Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad y que la Organización Mundial de la Salud lo incluya en sus programas sanitarios. En La Plata, el boom parece imparable

6 de Septiembre de 2015 | 00:19

Mientras en Estados Unidos el gobierno de Obama impulsa desde hace tiempo la práctica del yoga en los colegios y la medicina admite que muchos trastornos de ansiedad son consecuencia del ritmo de vida contemporáneo, en La Plata se percibe un revival, una suerte de vuelta al misticismo con fines tal vez más pragmáticos que filosóficos: ya nadie quiere cambiar el mundo como en los años sesenta -cuando el yoga experimentó su primer boom-, sino calmar los nervios del presente y, relajación mediante, encontrar en la espiritualidad su propio eje.

Claro que ahora el boom parece mucho más fuerte: basta con mirar la imagen de miles y miles de yoguis que recorrió el mundo hace apenas unas semanas en Oceanía pero también en lugares emblemáticos como la Torre Eiffel de París o el Times Square de Nueva York, cuando el pasado 21 de junio se celebró el primer Día Internacional del Yoga, una doctrina que aporta mucho más que posturas acrobáticas y sesiones de meditación.

La técnica del yoga contribuye a prevenir alergias, asma, depresión, obesidad, hipertensión, ansiedad, anemia, diabetes, úlceras, artritis, epilepsia, insomnio o incluso varios tipos de cáncer, según estudios científicos avalados por especialistas

El país asiático ha exportado al resto de mundo una práctica que se ha convertido en un modo de vida para miles de personas dentro y fuera de la India. Quienes lo practican mantienen que nada tiene que ver con lo religioso, sino con un arte que moldea la mente además del cuerpo con apenas media hora de ejercicio diario.

El ashtanga yoga, el praná o la meditación trascendental son algunos de los ingredientes que llegan desde Oriente con la idea de sufrir menos y disfrutar más, y que empiezan a instalarse en la Ciudad no sólo en centros especializados sino también en clubes de barrio, centros caseros o sociedades de fomento donde, se apunta, el número de asistentes es cada vez mayor.

“Es mucha la gente que se acerca con la necesidad de conectarse con uno mismo”, asegura Osvaldo Ramirez, instructor platense de yoga y quien advierte un crecimiento en el número de asistentes en la última década. Una experiencia similar es la que transmite Adelina Frías, una jubilada que, a sus 89 años, no duda en asegurar que descubrir el yoga hace ya unos cinco años le cambió la vida para siempre.

“El estrés es una pandemia en el mundo y no es raro que cada vez más gente busque en el yoga y en la meditación una forma de vivir mejor, en armonía”, dicen desde la sede local de El Arte de Vivir, otro de los centros donde se practica la disciplina.

A modo de apuntes sobre los beneficios del yoga, quienes lo practican aseguran que aumenta la resistencia frente al estrés y la tensión de la vida cotidiana. Devuelve la flexibilidad a la columna, mejora la movilidad en las articulaciones, la densidad ósea y alarga la vida útil de los músculos. Pero también que ayuda a prevenir enfermedades degenerativas de tipo neurológico ya que se estimulan los centros nerviosos.

El Consejo Central para la Investigación en Yoga, con sede en Nueva Delhi y dependiente del Gobierno indio, establece hasta cinco tipos de yoga, que van desde el que repite mantras como el conocido “om”, hasta el que incluye un saludo diario al sol al amanecer

ORIGEN MILENARIO

El yoga forma parte de ese patrimonio cultural cuyo origen exacto se pierde en el tiempo, aunque algunos lo sitúan alrededor de 2.700 años antes de Cristo. Lo que sí está demostrado es que nació en el Valle del Indo, donde se han encontrado antiquísimas figuras de yoguis o practicantes de esta disciplina.

El yoga nació incluso antes que grandes religiones originarias también de la India, como el hinduismo y el budismo, que luego adoptaron su filosofía, e incluso se considera al dios hindú Shiva como el primer yogui y el primer gurú o maestro de esta práctica.

El protocolo que el Gobierno indio elaboró para celebrar la jornada del 21 de junio explicaba que, sin embargo, no fue hasta el año 400 de la era actual cuando Patanjali recopiló los yoga “sutras”, o aforismos, en los que aglutinó toda la tradición heredada sobre esta disciplina con el paso de los siglos. Tuvieron que pasar también varios siglos para que otro indio, Swami Vivekananda, se encargara, en las postrimerías del siglo XIX, de popularizar el yoga por Occidente. A ello también contribuyeron más tarde estrellas como los Beatles, con su mediático viaje a un ashram o centro de meditación de la India, en 1968.

“El yoga es la unión del ser espiritual con todo lo que lo rodea”, resume Ramirez, para quien, de todos modos, “está bien que haya personas que lo tomen sólo como una rutina física. Hay que entender que es una práctica que regula el equilibrio entre el cuerpo, la mente y las emociones, para conservar y restablecer la salud”.

Con cada clase, se cuenta, las personas logran a través de la relajación y la respiración calmar el ritmo cardíaco, la mente y las emociones. “El yoga permite mejorar el estado de ánimo y elevar la autoestima, dejando de lado los niveles de depresión, miedo y ansiedad. La persona que practica yoga es una persona que irradia luz y armonía hacia su entorno, y hoy vemos que lo practican personas grandes pero también nenes chiquitos”, asegura Mirta Burgos, otra profesora de yoga de la ciudad y quien no duda en asegurar que el perfil de los concurrentes es cada día más variado. “Para los chicos es muy bueno -dice-, ya que inculcar posturas de relajación desde pequeños sólo trae beneficios”.

Burgos cuenta actualmente con unos 80 alumnos en la Ciudad, todos de distintas edades y repartidos en diferentes instituciones. “Hace años que lo practico -cuenta-, pero es verdad que ahora se ve un interés enorme por parte de la gente. Muchos buscan relajarse y sacarse las tensiones de la vida cotidiana, y para eso el yoga es ideal. Su práctica sólo nos trae mejoras”.

Para Ramirez, sin embargo, si bien el perfil del público que asiste a las clases es cada día un poco más heterogéneo, “las personas que mantienen la regularidad siguen siendo en su gran mayoría mujeres. Los varones vienen, consultan, participan y se van siempre muy contentos, pero les cuesta incorporar esta práctica a su rutina cotidiana. En ellos, me parece, es más fuerte la necesidad de una búsqueda espiritual que la tenacidad por ser constante con ella”.

PRESENTE y FUTURO

“No es solo un ejercicio ni algo intelectual, es una forma de vivir. Es un buen camino para ayudar a la paz en el mundo, algo muy simple y que, solo con 20 o 30 minutos al día, es muy beneficioso”, asegura uno de sus mayores expertos indios en yoga, Hongasandra Ramarao Nagrendra.

El profesor Nagrendra es uno de los referentes de la universidad Vivekananda Yoga Anusandhana Samsthana en Bangalore, en el sur de la India, donde se combina la espiritualidad oriental con ciencias occidentales para la enseñanza de esta práctica, y que tiene presencia en una treintena de países.

El gigante asiático cuenta con un cargo gubernamental para disciplinas tradicionales, como la medicina ayurveda y el yoga, denominado Ayush, cuyo viceministro, Shripad Yesso Naik, declaró que esta práctica “es un proceso vital para unir cuerpo y mente, para alcanzar un equilibrio entre los seres humanos y la naturaleza, de ahí su beneficio para todo el planeta”.

“Es un regalo colectivo a la Humanidad. Puede haberse originado en la India, pero saca sus energías de millones de quienes lo practican alrededor del mundo”, dijo el ministro indio, Narendra Modi, que practica yoga, cuando se dirigió en Nueva Delhi a los yoguis de todo el globo en el primer Día Mundial de esta técnica.

Los yoguis suman en todo el mundo más de 200 millones, según la Unesco, y muchos de ellos acuden a la India, como la argentina María del Carmen Correa, para perfeccionar su técnica, en su caso en el ashram de uno de los más populares gurús indios, Ravi Shankar, fundador de The Art of Living, una entidad con presencia en más de 150 países en los que difunde este estilo de vida.

“Te cambia la vida. Te da paz, te hace más compasivo, te hace más servicial. No es para nada religioso. El yoga es respiración, es medita ción, es conocimiento de la vida. Espiritualidad no es lo mismo que religión. Espiritualidad es mucho más amplio”, asegura esta yogui que asiste a un curso en Bangalore.

Su compatriota Michael Levy subraya que “el yoga y la medicina ayurveda son dos de los más grandes regalos que ha dado la India al mundo y Naciones Unidas lo han reconocido”.

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