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El “hijo de Gardel” en La Plata

Guido Laserre, una leyenda que vivió y perdura en La Plata. Cantor de tangos en lugares emblemáticos como el bar El Cabildo. Testimonios de Juan Pedro Cendoya, Aníbal Fedullo y Antonio Fante que lo conocieron y estimaron. Un caso parecido y gracioso en Brandsen

Por MARCELO ORTALE

28 de Agosto de 2016 | 00:09

Cada dos domingos el “hijo de Gardel” aprobaba el callado examen al que lo sometía la tribuna de Estudiantes sobre la calle 55. Minutos antes de cada partido, él ingresaba por el veredón de la ochava y caminaba en forma lenta los setenta metros que lo llevaban hasta la tribuna lateral de 115. La hinchada susurraba, casi con devoción: “Ahí va el hijo de Gardel…”. El cantor de tangos Guido Laserre, que así se llamaba, reclamaba y asumía esa filiación. Y la gente, anónima o imaginativa, se la concedía. Peinado color azabache a la gomina, cara pálida, andar cadencioso.

Los ojos de la muchedumbre son como los de un chico. La mirada de ese niño, a veces, dosificaba la intriga, desconfiaba. ¿”Será o no será…”? se preguntaba. Muchas noches se lo podía ver por las ventanas del bar Cabildo, en 7 y 54, allá por las décadas del 40 y el 50, cantando a salón lleno con la orquesta del Pichin Forte o con sus guitarristas, a los cuales le imponía el ademán gardeliano del “esperen, que ahora debe sonar mi voz únicamente”. No era Gardel, pero cantaba bien Laserre, tal como ahora lo certifican tangueros con autoridad, como Juan Pedro Cendoya o Aníbal Fedullo, que lo conocieron. Aunque no quedan, que se sepa, grabaciones.

Ya maduro, casi de vuelta en la vida, el legendario hijo de Gardel tuvo sonrientes confidencias con Lalo Painceira, que lo entrevistó para EL DIA: “yo mismo incentivaba esa leyenda para que sirviera como publicidad…Porque en aquel tiempo no existía la promoción, todo lo teníamos que inventar nosotros”, le dijo el cantor

La Plata, una ciudad geométrica, sin curvas en sus calles, que se vio habitada de inmediato con las primeras facultades que enseñaban ciencias duras, números, leyes físicas. Esa ciudad fue racionalista de entrada. Nada de misterios, nada de magias ni de mitos. Dos más dos son cuatro. Una ciudad de premisas y conclusiones lógicas, de sabios rigurosos. Pero a Guido Laserre se le creyó, se le dio licencia para crear un ensueño y, entonces, fue para la mayoría el indiscutido “hijo de Gardel”. Al ver las fotos, se advierte un parecido.

Platense por adopción, nació en Rojas en 1925 y murió en su casa de El Palomar (Morón), en 2002. Una vida ajetreada en los escenarios, con medidos y no muchos éxitos. Una vida llena también de momentos casi surrealistas, como el casamiento de Guido con la brasileña Gladys de Souza, condesa de Maua, descendiente de los Braganza que le dieron nobleza auténtica al Brasil colonial.

Se dijo también que habría sido apadrinado por el entonces gobernador peronista Domingo Mercante, que lo había conchabado para que cantara en cárceles provinciales y que eso le originaría problemas cuando sobrevino la llamada Revolución Libertadora en 1955. Pero esta versión es desmentida por Juan Pedro Cendoya: “la gente de la Libertadora lo designó al frente del sindicato de artistas de Variedades, que había fundado José Marrone”.

Ya maduro, casi de vuelta en la vida, el legendario hijo de Gardel tuvo sonrientes confidencias con Lalo Painceira, que lo entrevistó para EL DIA en la edición del 2 de noviembre de 1985: “yo mismo incentivaba esa leyenda para que sirviera como publicidad…Porque en aquel tiempo no existía la promoción, todo lo teníamos que inventar nosotros”, le dijo el cantor.

Añade Painceira que todavía Laserre seguía viviendo “en su época de oro, negándose a los almanaques, entreverando realidades y ficciones al punto de que es difícil trazar una frontera definida entre lo imaginario y lo real, como cuando cantaba en el Cabildo, La Barrera, El Resil, los clubes de la ciudad”. Su vida, finaliza diciendo la nota de Painceira, “transita entre la novela y la realidad”

TESTIGOS

Aníbal Fedullo, seguidor de las huellas platenses de Carlos Gardel, que se propuso establecer con precisión las distintas presentaciones del cantor en nuestra ciudad, conoce por supuesto la leyenda de Guido Laserre. Sin embargo, su testimonio prefirió apuntar no a la “imitación” o a la supuesta filiación, sino a explicar cómo la potencia mítica del Zorzal permanece vigente a más de ochenta años de su muerte y promueve la continua aparición de discípulos.

“El mito sigue increíblemente vivo. Hay coleccionistas, recopiladores de fotos, de discos, de prendas o chucherías gardelianas. Los estudiosos te dicen “no hay cosa de Gardel que yo no sepa”. Gardel “cantó en numerosas ciudades de nuestro país, América y Europa; en cada una dejó su sello, anécdotas que a medida que se relatan, obviamente se agigantan. Su figura aparece en sellos postales de los más diversos países del mundo; como así también bustos y monumentos que lo recuerdan y que contribuyen a su omnipresencia”.

Tras asegurar que Guido Laserre, “antes que nada fue un caballerazo, un tipo bárbaro”, Fedullo confirmó la presencia de otro “hijo de Gardel” en Brandsen, tema sobre el cual se habla más adelante. “Esa historia tiene su asidero pues Gardel con Razzano estuvieron en Brandsen, en 1916, de gira artística, acompañando a un grupo de políticos conservadores que andaban de campaña”.

A su vez, el platense Juan Cendoya, periodista y escritor de nuestra ciudad que ejerció el periodismo en el diario “El Argentino” y que acaba de publicar su primer volumen del libro “Cines de La Plata, los lugares, los hombres, las historiadores”, conoció en profundidad a Guido Laserre, de quien habla también con mucho afecto. “Yo presidí la Asociación Amigos del Tango y a esa entidad le donó Laserre muchas de sus pertenencias. Fue un hombre de valores, cantaba muy bien, pero no como Gardel, claro. Sé que al morir terminó ciego”.

Cendoya dice que “por respeto nunca le toqué el tema de si era o no hijo de Gardel, aunque estaba claro que se trataba de una suerte de maniobra publicitaria. ¿Si se le parecía mucho? Bueno, en el peinado sí…” Cendoya tiene algunas fotos de Laserre y varios artículos periodísticos.

También conoció mucho a Laserre el periodista de tango Antonio Fante. “Lo recuerdo, claro está. Era muy afable, buen amigo, muy entrador. Yo nunca dudé que lo de la paternidad fue un invento que hizo correr él mismo. Hizo cosas graciosas. Una vez fue a una radio para probarse y le dijeron que llevara un disco de acetato, como eran los de antes. El tomó un disco grabado por Gardel, le sacó la marquilla y puso otra con su nombre. Lo hizo para jorobar. Cuando fue a ver si lo habían aprobado, le dijeron: vea, no nos interesa…Y él entonces le dijo a la gente de esa radio: “bárbaro muchachos, batieron todos los récords, rechazaron como cantante de tangos a Carlos Gardel…”.

Fante consignó que luego de estar casado con la noble brasileña y de separarse, Laserre volvió a casarse esta vez con Nidia Fretes, que actualmente vive en El Palomar, en la casa en la que ambos vivieron hasta la muerte de Laserre. Esa casa se encuentra ubicada, como es de imaginar, en la calle Carlos Gardel…

Corrieron muchas anécdotas sobre Laserre en nuestra ciudad. Unas reales y otras creadas por el propio cantor. Entre estas últimas se hizo muy popular aquella en la que él estaba cruzando la avenida 7, a la altura de 51, cuando casi lo atropella un auto. Entonces Laserre le habría gritado al conductor: “¡Cuidado, casi mataste el tango…!”. Lo cierto es que el hecho ocurrió, pero el que gritó eso, en broma, era el director de orquesta Pichín Forte que había visto el incidente.

EN BRANDSEN

Como se ha dicho, Brandsen también tuvo la experiencia de contar con otro cantor al que todos conocían como el “hijo de Gardel”. La historia arrancó cuando Gardel pasó una noche en esa ciudad en 1916. Veinte o más años después apareció un joven cantor al que se bautizó como “hijo de Gardel”, pues él mismo se encargaba de reivindicar esa filiación.

Tal como lo cuenta ahora el periodista Alejandro Castañeda, el joven cantor que encontraba escenario en distintos clubes y boliches de Brandsen, al ofrecer su repertorio dijo en una oportunidad: “A continuación voy a interpretar el tango canción El día que me quieras, compuesto por Papá y Lepera…”.

Corrieron muchas anécdotas sobre Laserre en nuestra ciudad. Unas reales y otras creadas por el propio cantor. Entre estas últimas se hizo muy popular aquella en la que él estaba cruzando la avenida 7, a la altura de 51, cuando casi lo atropella un auto. Entonces Laserre le habría gritado al conductor: “¡Cuidado, casi mataste el tango…!”

Lo de Guido Laserre fue más recatado. Impuso una semejanza de tipo impresionista, con pocos pero muy distintivos rasgos gardelianos. Lo hizo bien, mucha gente se sumó al mito y la aventura quedó flotando para siempre en una ciudad muy pudorosa, desacostumbrada a los sueños.

Pero existe, además, un dato llamativo en lo que concierne al origen del propio Carlos Gardel. Se sabe que, ya en vida del Zorzal, se barajaba que su padre real había sido uruguayo o un empresario de Toulouse. Fue mucho tiempo después que se habló de otro francés, a quien Berta Gardés habría sindicado ante una familia amiga como padre del Zorzal: su nombre, Paul Laserre. Sobre este Laserre no se hablaba, no se sabía nada, cuando Guido empezó su extraña y fascinante vida como cantor en La Plata.

Visto desde ahora, acaso lo más valioso que dejó Guido Laserre pudo haber sido que los sueños, aún los más temerarios y difíciles de concretar, son capaces de hacer temblar los cimientos de la realidad. Para los ojos niños él se mostró como una ilusión. No defraudó a nadie, no causó daño y llenó de luz y esperanza al espectador. Lo único que hizo fue inventarse como un mito. Ser su propio Gardel.

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