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La poeta que anduvo sola

Alfonsina Storni, una mujer vanguardista y desafiante. Hoy la ven como precursora de la lucha contra la violencia de género. Su amistad-romance con Horacio Quiroga. El encuentro con Gabriela Mistral y Juana de Ibarbourou

MARCELO ORTALE

30 de Abril de 2016 | 00:17

A medida que las muchas aguas corren bajo los puentes, la figura de la poeta argentina Alfonsina Storni se expande y ocupa espacios más amplios que los que había logrado ganar en vida. Muy niña debió sentir la obligación de crecer, de madurar a golpes. Trabajó en todos los oficios desde los 10 años de edad: moza de café, obrera textil, cantante, maestra, costurera, cajera en una farmacia, empleada en una revista, mujer pensante y escribiente de poemas desgarradores, madre soltera a los 20 años de edad. Muchas rupturas para finalmente convertirse en lo que realmente fue: una mujer con todas las letras.

Así la definió Diana Paris: “Mujer desafiante, temeraria, salvaje. Es Alfonsina quien se llama a sí misma “loba” cuando trata de despertar la conciencia de las otras mujeres, las que viven en el corral –y así las asimila a las ovejas mansas que no saben reclamar por sus derechos o mirar más allá de la zona confortable del rebaño- , y entonces escribe: ““Yo soy como la loba. Ando sola y me río /del rebaño. El sustento me lo gano y es mío /donde quiera que sea, yo tengo una mano /que sabe”.

La misma profesora de Letras aporta esta novedosa definición: “Precursora de los movimientos más radicalizados que seguirían años después, Alfonsina sentó las bases de una vanguardia que hoy sigue en pie de lucha para terminar con la violencia doméstica y la violencia de género. Ética y estética se conjugan en esos textos menos conocidos de Alfonsina Storni, que ahora sus hijas, hermanas y nietas leemos con ternura y gratitud”.

Precursora de los movimientos más radicalizados que seguirían años después, Alfonsina sentó las bases de una vanguardia que hoy sigue en pie de lucha para terminar con la violencia doméstica y la violencia de género

Uno de los textos menos conocidos de Alfonsina Storni que la profesora de letras Diana Paris transcribe es el que dice: “Sin creer que las mujeres hemos de regenerar al mundo y asombrar a los siglos, opino que su voz hace falta en muchas discusiones y su pensamiento contribuirá a equilibrar la justicia universal.”

A lo largo de toda su obra –tanto en los poemas como en sus prosas y artículos periodísticos dispersos- asoma la lucha a favor de la plena igualdad de la mujer. Se está hablando de las décadas del 20 y del 30, hace noventa años, cuando este tema casi no existía. En uno de esos escritos olvidados se sorprendía de que las mujeres no pusieran chapas en las puertas de sus casas: “costurera”, “planchadora” o cualquier otro oficio. Los hombres sí lo hacían. No entendía por qué se recluían tanto las mujeres.

DE POETISA A POETA

El poeta platense César Cantoni ofrece esta referencia: “salvo contadas excepciones, la creación poética fue, originalmente, patrimonio de los hombres. La organización patriarcal de la sociedad determinaba que el espacio propio de la mujer era la órbita hogareña y su rol excluyente la maternidad, vedándole, de este modo, la posibilidad de acceder a la cultura”.

En ese mundo se fue forjando Alfonsina Storni. Continúa señalando Cantoni que “aunque parezca extraño, debieron pasar no pocos siglos para que el relegado “sexo débil” obtuviera alguna reivindicación y pudiera participar de manera más activa en la vida comunitaria y, por ende, tomar contacto con la filosofía, las ciencias y las artes”.

Más adelante dice que “en nuestro país, Alfonsina Storni fue una de las primeras creadoras que reaccionó contra las imposiciones de la “sensibilidad femenina” y dotó a su poesía de un sesgo “feminista”. Inseparables de su desdichada experiencia vital, sus versos revelan una actitud irreverente y de firme rechazo a los cánones morales de la época, en especial, a la idiosincrasia del varón. A partir de Alfonsina, y en consonancia con las transformaciones sociales producidas a lo largo del siglo XX, que le permitieron a la mujer soslayar tabúes, derribar barreras y conquistar nuevos roles, la escritura poética femenina no ha cesado de avanzar sobre zonas discursivas que eran privativas de los hombres, asimilándose cada vez más a la de estos últimos. Podría decirse, entonces, que las mujeres dejaron de ser “poetisas” (término que va desapareciendo) para pasar a ser “poetas”. Esto no impide reconocer, sin embargo, la existencia de una poesía de índole femenina, caracterizada por la búsqueda de una identidad vinculada con el género y el abordaje de temas peculiares como el cuerpo, el erotismo, la maternidad, el ámbito doméstico y la discriminación que, aún hoy, padece la mujer en la sociedad”.

CON GABRIELA Y JUANA

Pocos días antes de su trágico final, Alfonsina se reúne en Montevideo, durante un encuentro de escritores, con las otras dos grandes poetas de América del Sur, la chilena Gabriela Mistral y la uruguaya Juana de Ibarbourou. De ese encuentro existe una grabación, que se encuentra preservada en el Archivo Histórico de la Radio y la Televisión Argentina. Ese archivo contiene fundamentalmente las memorias de Radio Nacional y Canal 7, aún cuando distintas instituciones están sumando sus aportes documentales.

Allí se escucha la voz tersa, madura, levemente castiza, de una Alfonsina que suena segura y convincente. Pirmero recita un poema dedicado al Río de la Plata, que empieza con este verso “¿De qué desierto antiguo eres memoria?”. Al concluir se escuchan los aplausos del público y Alfonsina retoma la palabra para decir lo siguiente: “Gracias Gabriela, gracias Juana, por existir sobre la tierra y respirar a mi lado”….En ese discurso propone que las tres alcen las manos y enlacen la Cordillera y las pampas, para concluir con esta frase: “ancho es el mundo en el que caben todos”.

Instalada en 1911 ya como poeta en Buenos Aires –“en su maleta traía pobre y escasa ropa, unos libros de Darío y sus versos”, según diría Alejandro Storni, su hijo- trabaja un tiempo en Caras y Caretas y al año siguiente publica “La inquietud del rosal”. Lo que más sorprende a los primeros críticos es “su capacidad de mirarse por dentro”. En 1922 conoce a Horacio Quiroga –el mayor cuentista rioplatense- y sostiene con él una amistad que llega a convertirse en romance. En 1925 Quiroga la invita a irse a vivir con él a Misiones. Ella duda y lo consulta a su amigo, el pintor Benito Quinquela Martín. El pintor boquense le contesta casi escandalizado: “¿Con ese loco? ¡No!”.

A ese loco genial le dedicará versos indelebles. En 1937 Quiroga se suicida, tomando un vaso de cianuro. Ella escribe: “Morir como tú, Horacio, en tus cabales,/ Y así como en tus cuentos, no está mal;/ Un rayo a tiempo y se acabó la feria…/ Allá dirán./ Más pudre el miedo, Horacio, que la muerte/ Que a las espaldas va./ Bebiste bien, que luego sonreías…/Allá dirán.

Anegada ya por el dolor de una existencia que se había vuelto sombría, Alfonsina escribió poco antes de su final este soneto, titulado “Voy a dormir”. Dice así: “Dientes de flores, cofia de rocío,/ manos de hierbas, tú, nodriza fina,/tenme prestas las sábanas terrosas /y el edredón de musgos escardados./ Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame./ Ponme una lámpara a la cabecera; /una constelación; la que te guste;/ todas son buenas; bájala un poquito./ Déjame sola: oyes romper los brotes.../ te acuna un pie celeste desde arriba /y un pájaro te traza unos compases/para que olvides... Gracias. Ah, un encargo: /si él llama nuevamente por teléfono /le dices que no insista, que he salido...”

La novelista catalana Jenn Díaz dijo hace poco tiempo que “Alfonsina Storni era un hombre que había tenido la desgracia de nacer mujer. ¿Por qué? Porque, decían, tenía una mente varonil: para que nos entendamos, Alfonsina vivía libremente, como vivían los hombres, y para eso nacer mujer era una verdadera desgracia en su época”. Alude, claro está a un tipo de hombría intelectual y volitiva, pero rodeada de una sensibilidad profundamente femenina propia de una mujer intensa que vivió una heroica maternidad y amores tormentosos.

El último papel sobre el que escribió Alfonsina llevó este mensaje dirigido al escritor Manuel Gálvez. Es una carta breve a quien fuera su amigo y maestro: “Querido Galvez, estoy muy mal. Por favor. Mi hijo tiene un puesto municipal. Yo otro. Ruéguele al intendente en mi nombre que lo ascienda acumulándole mi sueldo. Gracias. Adiós, no me olviden. No puedo escribir más. Alfonsina”.

Con diferencia de pocos meses –entre 1937 y 1938-, en la Argentina se suicidaron tres de los principales escritores: Horacio Quiroga, Leopoldo Lugones y Alfonsina Storni. El entonces senador nacional socialista Alfredo Palacios habló en el Congreso y dijo: “Nuestro progreso material asombra a propios y extraños…, pero con frecuencia subordinamos los valores del espíritu a los utilitarios y no hemos conseguido crear una atmósfera propicia donde pueda prosperar esa planta delicada que es un poeta. En dos años han desertado de la existencia tres de nuestros grandes espíritus, cada uno de los cuales bastaría para dar gloria a un país: Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga y Alfonsina Storni. Algo anda mal en la vida de una Nación cuando, en vez de cantarla, los poetas parten, con un gesto de amargura y de desdén, en medio de la glacial indiferencia del Estado”.

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