Los platenses "importados" que viven junto a las flores
Descendientes de japoneses y portugueses hacen de nuestra región un centro nacional de producción
| 8 de Febrero de 2003 | 00:00

Kioyo Suzuki (55), llegó a nuestro país en 1960 desde
su Japón natal, y en 1967 se radicó en Villa Elisa junto a sus padres
para dedicarse a una actividad común a muchos de sus connacionales: la
producción de flores. Martín Diamontino (60), en tanto, lo había hecho
mucho antes desde su país, Portugal, para también dedicarse junto a sus
padres a producir flores en Villa Elisa. Hoy, ambos son tesorero y presidente
respectivamente de la Cooperativa de Floricultores de Villa Elisa, una
entidad que nuclea a gran parte de los casi 500 productores que trabajan
en la zona de Las Banderitas, Los Porteños, Arturo Seguí y City Bell,
desde donde sale más del 70 % de las flores que se comercializan en todo
el país.
Sin embargo, los floricultores locales destacan que no es el actual el mejor momento para la actividad. "El precio de las flores está bajo, como ya lo estaba hace dos años -señala Diamontino- con la diferencia que ahora el valor de los insumos se triplicó. Aumentó la energía, el gasoil que utilizan los generadores de electricidad y también se disparó el precio del nylon, los insecticidas, fertilizantes y demás productos químicos, elementos todos que deben ser importados, mientras que como contrapartida, la flor ya no se exporta, porque todos los países limítrofes cuentan con sus propias producciones".
Como dato ilustrativo, Suzuki y Diamontino recuerdan que en los años '90, desde la Cooperativa de Villa Elisa salían más de 10 camiones diarios llevando crisantemos, rosas, claveles, helechos y clavelines rumbo al Mercado de Buenos Aires, mientras que ahora lo hace un sólo camión, y día por medio.
"Y eso que el 70 % de la flor cortada que se vende en toda la provincia de Buenos Aires sale del Gran La Plata", sostienen, aunque aclaran que "varios de los productores más grandes de nuestra región se han convertido en empresas y tienen su propio sistema de traslado y venta. Pero de todos modos, la venta de flores ha caído mucho, aunque parece un milagro que, en plena crisis, todavía se sigan vendiendo flores".
Paradójicamente, este momento de crisis coincide con una mayor facilidad para la producción de flores, tanto en lo cualitativo como en lo cuantitativo.
"Es que con las nuevas tecnologías que se aplican -cuenta Suzuki- la producción se puede aumentar significativamente, "engañando" a la flor. Esto sucede principalmente con los crisantemos, que naturalmente tienen una producción anual en el otoño-invierno. Pero con la luz artificial se "engaña" a la flor prolongando el día en invierno, y con el polietileno negro se lo achica en verano, lo que hace que tengamos hasta tres producciones anuales. El clavel y la rosa, en tanto, crecen de manera pareja durante todo el año. En definitiva, creció la producción pero mermó la rentabilidad".
En materia de precios, los productores platenses sostienen que el valor de las flores está "retrasado".
"El paquete de rosas de 25 unidades -explica Diamontino- se está vendiendo en el Mercado de Buenos Aires a aproximadamente seis pesos, según la altura de la flor, que puede ser de 40 a 80 centímetros; el de claveles a 5 pesos y los crisantemos a entre $5 y $6, mientras que el pompón margarita se vende a un peso el paquete. Al público estos productos luego llegan a casi el doble, ya que se le suman el flete y las distintas intermediaciones".
Y en cuanto a las épocas del año en que más se comercializan las flores, los productores destacaron que "en general la fecha más propicia continúa siendo el Día de la Madre, especialmente en lo que hace a las rosas, mientras que crisantemos y claveles tienen un nivel parejo durante todo el año, ya que se los utiliza para la confección de palmas y coronas para los funerales".
DE GENERACION EN GENERACION
Tradicionalmente, la producción de flores fue una actividad que en nuestra región llevaron adelante floricultores japoneses, portugueses, españoles e italianos, que con el tiempo fueron trasladando a sus descendientes.
"Pero en aquella época de los años 60 -recuerda Diamontino- era mucho más sencillo iniciarse en la actividad. Nosotros llegamos de Algarves, en el sur de Portugal, y mis padres comenzaron con la actividad en pocas hectáreas. Por entonces había crédito y palabra. Había provisión de vidrios, maderas, todo lo que se necesitaba para la producción, lo que se pagaba con las primeras producciones, a lo mejor a los seis meses. Y todo lo que había que hacer era trabajar muy duro, porque el proveedor sabía que la palabra empeñada se cumplía".
"En la actualidad es mucho más difícil para quien quiera iniciarse en esta actividad -añadió- ya que hay que disponer de no menos de cinco hectáreas para rotar la producción y no agotar la tierra, elementos para construir invernaderos, equipos de bombas de riego, equipos eléctricos de goteo, generadores y un buen capital para adquirir insumos, en un momento en el que el crédito no existe o es muy caro".
"Además es un trabajo muy duro y sacrificado -señala Suzuki- y eso lo notan nuestros propios descendientes. Antes, los hijos continuaban con la actividad iniciada por sus mayores, y en nuestra colectividad esto se daba principalmente con los primogénitos. Pero ahora los hijos van a la Universidad, realizan otras actividades, y dejan a esto un poco de lado. Y hasta diría que hacen bien, ya que la nuestra es una actividad demasiado sacrificada".
Sin embargo, los floricultores locales destacan que no es el actual el mejor momento para la actividad. "El precio de las flores está bajo, como ya lo estaba hace dos años -señala Diamontino- con la diferencia que ahora el valor de los insumos se triplicó. Aumentó la energía, el gasoil que utilizan los generadores de electricidad y también se disparó el precio del nylon, los insecticidas, fertilizantes y demás productos químicos, elementos todos que deben ser importados, mientras que como contrapartida, la flor ya no se exporta, porque todos los países limítrofes cuentan con sus propias producciones".
Como dato ilustrativo, Suzuki y Diamontino recuerdan que en los años '90, desde la Cooperativa de Villa Elisa salían más de 10 camiones diarios llevando crisantemos, rosas, claveles, helechos y clavelines rumbo al Mercado de Buenos Aires, mientras que ahora lo hace un sólo camión, y día por medio.
"Y eso que el 70 % de la flor cortada que se vende en toda la provincia de Buenos Aires sale del Gran La Plata", sostienen, aunque aclaran que "varios de los productores más grandes de nuestra región se han convertido en empresas y tienen su propio sistema de traslado y venta. Pero de todos modos, la venta de flores ha caído mucho, aunque parece un milagro que, en plena crisis, todavía se sigan vendiendo flores".
Paradójicamente, este momento de crisis coincide con una mayor facilidad para la producción de flores, tanto en lo cualitativo como en lo cuantitativo.
"Es que con las nuevas tecnologías que se aplican -cuenta Suzuki- la producción se puede aumentar significativamente, "engañando" a la flor. Esto sucede principalmente con los crisantemos, que naturalmente tienen una producción anual en el otoño-invierno. Pero con la luz artificial se "engaña" a la flor prolongando el día en invierno, y con el polietileno negro se lo achica en verano, lo que hace que tengamos hasta tres producciones anuales. El clavel y la rosa, en tanto, crecen de manera pareja durante todo el año. En definitiva, creció la producción pero mermó la rentabilidad".
En materia de precios, los productores platenses sostienen que el valor de las flores está "retrasado".
"El paquete de rosas de 25 unidades -explica Diamontino- se está vendiendo en el Mercado de Buenos Aires a aproximadamente seis pesos, según la altura de la flor, que puede ser de 40 a 80 centímetros; el de claveles a 5 pesos y los crisantemos a entre $5 y $6, mientras que el pompón margarita se vende a un peso el paquete. Al público estos productos luego llegan a casi el doble, ya que se le suman el flete y las distintas intermediaciones".
Y en cuanto a las épocas del año en que más se comercializan las flores, los productores destacaron que "en general la fecha más propicia continúa siendo el Día de la Madre, especialmente en lo que hace a las rosas, mientras que crisantemos y claveles tienen un nivel parejo durante todo el año, ya que se los utiliza para la confección de palmas y coronas para los funerales".
DE GENERACION EN GENERACION
Tradicionalmente, la producción de flores fue una actividad que en nuestra región llevaron adelante floricultores japoneses, portugueses, españoles e italianos, que con el tiempo fueron trasladando a sus descendientes.
"Pero en aquella época de los años 60 -recuerda Diamontino- era mucho más sencillo iniciarse en la actividad. Nosotros llegamos de Algarves, en el sur de Portugal, y mis padres comenzaron con la actividad en pocas hectáreas. Por entonces había crédito y palabra. Había provisión de vidrios, maderas, todo lo que se necesitaba para la producción, lo que se pagaba con las primeras producciones, a lo mejor a los seis meses. Y todo lo que había que hacer era trabajar muy duro, porque el proveedor sabía que la palabra empeñada se cumplía".
"En la actualidad es mucho más difícil para quien quiera iniciarse en esta actividad -añadió- ya que hay que disponer de no menos de cinco hectáreas para rotar la producción y no agotar la tierra, elementos para construir invernaderos, equipos de bombas de riego, equipos eléctricos de goteo, generadores y un buen capital para adquirir insumos, en un momento en el que el crédito no existe o es muy caro".
"Además es un trabajo muy duro y sacrificado -señala Suzuki- y eso lo notan nuestros propios descendientes. Antes, los hijos continuaban con la actividad iniciada por sus mayores, y en nuestra colectividad esto se daba principalmente con los primogénitos. Pero ahora los hijos van a la Universidad, realizan otras actividades, y dejan a esto un poco de lado. Y hasta diría que hacen bien, ya que la nuestra es una actividad demasiado sacrificada".
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