La cotidiana tarea de enseñar e investigar al mismo tiempo

Sergio Matheos es profesor de la facultad de Ciencias Naturales de la UNLP. A los alumnos de primer año les enseña en la cátedra de Fundamentos de Geología, y a los de quinto en la cátedra de Sedimentología Especial. Pero no es lo único que hace: además de dar clases, Sergio también es investigador del Conicet y del Centro de Investigaciones Geológicas, donde junto a otros colegas trata de conocer algo más sobre la génesis y emplazamiento de los depósitos de hidrocarburos. "Ser investigador y docente es muy atractivo -cuenta-, porque uno se nutre de las publicaciones de vanguardia en revistas especializadas y luego pone a prueba las diversas metodologías en los propios proyectos de investigación". Lo que cuenta Sergio no llama la atención a nadie en la UNLP. Y no es casual: se trata de una de las universidad que más investigadores tiene en todo el país. Cerca de 3.500. Profesionales que, como Sergio, trabajan en alguno de los más de 600 proyectos que tiene acreditados hoy por hoy la Universidad local.

Curioso o no, no sólo soja, carne y jugadores de fútbol produce y exporta nuestro país. También el producto generado por las universidades son el tesoro preciado de los países del primer mundo, que buscan enfrentar la escasez de mano de obra especializada con los "cerebros" provenientes de países como la Argentina. Según datos del Ministerio de Educación de la Nación, de hecho, cerca del 80 por ciento de las investigaciones científicas que se realizan aquí corren por cuenta del Estado, a través de proyectos que se realizan en las universidades o por docentes de las casas de altos estudios del país.

En la Universidad local, concretamente, hay actualmente 3.462 investigadores categorizados de acuerdo a parámetros que propone la Secretaría de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación. De ellos, según datos oficiales, 1.909 están incluidos en el Programa de Incentivos a los Investigadores. Cifras más, cifras menos, esto quiere decir que, además de dictar clases, realizan tareas de investigación con la misma pasión con la que difunden sus conocimientos entre los alumnos.

"Pasión es la mejor palabra para definir lo que hacemos", cuenta Francisco Sánchez, director del Departamento de Física de la UNLP. Además de realizar tareas docentes que incluyen preparar y dictar clases, atender consultas, tomar y corregir exámenes, Francisco participa junto a otros colegas de distintas comisiones de investigación y prepara propuestas que compiten con otras por fondos que financien su tarea de investigadores. En áreas como física de partículas y campos, física nuclear, mecánica estadística o física de materiales ferroeléctricos y magnéticos, ese centro de estudios viene formando, desde hace ya cien años, investigadores y científicos de un prestigio reconocido a nivel mundial, tanto que, según explica Sánchez, de allí surgió "la primera camada de físicos de Argentina".

Según los informes de distintos organismos internacionales, como la Unesco, en general se considera que la inversión óptima de un país en investigación científica para lograr un desarrollo sostenido debe alcanzar el 1 por ciento del Producto Bruto interno (PBI), más del doble de lo destinado por Argentina en los últimos años. De todas maneras, y pese a los obstáculos tanto financieros como de política estratégica, cientos de personas, en su mayoría docentes, realizan actividades de investigación en las universidades públicas del país.

Los alimentos transgénicos, la física de partículas y los depósitos de hidrocarburos son algunos de los diversos temas de los más de 600 proyectos de investigación acreditados por la Universidad local, a cargo de profesores que desarrollan sus labor científica a la par de perfeccionarse y dictar clases.

"La investigación en la universidad es una tarea a pulmón", cuenta Matheos, aunque aclara que, al permitirse la participación en estas tareas de algunos alumnos de la propia facultad, "se crea un nexo de neta simbiosis en donde el docente tiene la necesidad de expresar sus experiencias no sólo en las clases que dicta sino en el grupo de investigación al cual pertenece; en tanto el alumno se nutre de toda la información teniendo un contacto muy fluido con el docente. Luego, si su vocación coincide con la del grupo de investigación, puede plasmarla en realizar su experiencia a través de becas o pasantías".

En cuanto a los profesores que trabajan en los proyectos acreditados por la UNLP, algunos de ellos financiados tanto por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (Anpcyt) y otros por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), la mayoría pertenecen a las Facultades de Ciencias Naturales y Museo (300), Ciencias Exactas (292), Humanidades (237), Ciencias Agrarias y Forestales (149) e Ingeniería (142).

En los últimos años, hay que decir, la Secretaría de Políticas Universitarias colocó entre los temas de su agenda de discusión la problemática de la investigación en la universidades y la necesidad incluso de duplicar la cantidad de docentes con dedicación exclusiva en las facultades, señales que, de alguna manera, esbozan cierta pretensión de fortalecer la actividad científica de la universidad.

Para muchos, este fortalecimiento de la investigación universitaria es la única manera no sólo de jerarquizar la docencia de la enseñanza superior, sino también de ponerle fin a la hemorragia de investigadores que emigran del país y, moneda corriente en los últimos años, van a ofrecer sus conocimientos lejos del lugar donde los adquirieron.