La exhibición de momias en museos, otra vez en debate
Un museo salteño muestra restos de tres chicos incas. El tema divide a los científicos
| 28 de Septiembre de 2007 | 00:00

La exhibición pública en Salta, desde la última semana, de una de las momias de "los niños de Llullaillaco", desenterrados en 1999 a 6.700 metros del volcán del mismo nombre y que se encuentran en asombroso estado de conservación, devolvió en los últimos días al centro del debate a un tema sensible para científicos e integrantes de comunidades originarias: la exhibición de restos humanos en los museos.
La muestra salteña, que incorpora a los restos de uno de los niños incas muertos en un sacrificio, se produce en un momento especial: cuando la comunidad científica -y especialmente los museólogos de todo el mundo- dividen opiniones en torno a la conveniencia o no de exponer restos humanos con fines educativos.
En esa discusión aparecen distintas posiciones. Entre ellas, la de los que buscan consensuar con las comunidades originarias la exhibición de las piezas y la de los que entienden que aún con ese consenso no se justifica mostrar en los museos material de ese tenor, interrogándose acerca de si la exhibición de restos humanos genera o no una transferencia de valor educativo.
LAS MOMIAS INCAS
Desde el viernes, para quienes ingresan al Museo Arqueológico de Alta Montaña (MAAM), ubicado en pleno centro salteño, encender o no una luz frente a la vitrina que muestra a "la doncella", marca la diferencia.
Quienes lo hacen, se encuentran con un cuerpo naturalmente momificado después de haber sido enterrado a más de 6.000 metros de altura hace 500 años, en el marco de un sacrificio religioso.
La doncella -una chica inca de alrededor de 15 años- es uno de los tres cuerpos encontrados, en asombrosas condiciones de conservación, en la cima del volcán Llullaillaco, una formación inhóspita y helada. Los otros dos (el de un niño y el de una niña), serán exhibidos en el mismo museo en un lapso de alrededor de seis meses.
Las momias están consideradas entre las mejor preservadas del mundo, con sus órganos internos intactos, sangre aún presente en el corazón y los pulmones, y la piel y los rasgos faciales casi indemnes. Y nada de eso se logró artificialmente: los chicos murieron congelados, en sacrificio a los dioses incas, mientras dormían, y el aire frío y seco hizo lo demás.
Se sabe que los niños fueron sacrificados como parte de un ritual religioso conocido como capacocha: caminaban cientos de kilómetros hasta y desde las ceremonias realizadas en Cuzco y luego eran llevados a la cima del Llullaillaco. Se les daba de beber chicha y una vez que se dormían se los ubicaba en nichos subterráneos donde morían congelados. Según la creencia inca, los niños no morían sino que se unían a sus ancestros y vigilaban sus pueblos desde la cima de las montañas como ángeles.
En los ocho años posteriores a su descubrimiento, las momias fueron mantenidas en freezers. Ahora, para que la exhibición no implique su deterioro, se colocó dentro de una vitrina un cilindro de acrílico ubicado dentro de una caja de tres paños de vidrio. Mediante un sistema de control climático computarizado, se reproducen dentro de la vitrina las condiciones de la cima de la montaña: poco oxígeno, poca humedad, poca presión, y 17 grados centígrados de temperatura.
LA POLEMICA
La exhibición de la momia devolvió al centro de la escena el debate sobre si es apropiado o no mostrar restos humanos en los museos. En el marco de esa polémica, especialistas consultados por EL DIA indicaron que lo que muestra el museo de Salta no podría exhibirse hoy en países como Estados Unidos, que cuenta desde hace una década con una ley federal que prohíbe lisa y llanamente la exhibición de restos humanos en museos de todo el país. Pero que no tendría obstáculos para mostrarse en museos europeos donde los restos humanos se exhiben al público "hasta con orgullo".
Otros países, incluidos la Argentina, donde legislación de este tipo no existe, se manejan con un código de ética elaborado por el Consejo Internacional de Museos, dependiente de la UNESCO, que sugiere que exista consentimiento de los pueblos originarios para exhibir estos materiales.
Con todo, "el cumplimiento de este código de ética es dispar", indica la directora del Museo de La Plata, Silvia Ametrano, quien agrega que "en la Argentina también existe una sugerencia de la Secretaría de Cultura que propone no exhibir restos humanos por respeto a las comunidades originarias".
La muestra salteña, que incorpora a los restos de uno de los niños incas muertos en un sacrificio, se produce en un momento especial: cuando la comunidad científica -y especialmente los museólogos de todo el mundo- dividen opiniones en torno a la conveniencia o no de exponer restos humanos con fines educativos.
En esa discusión aparecen distintas posiciones. Entre ellas, la de los que buscan consensuar con las comunidades originarias la exhibición de las piezas y la de los que entienden que aún con ese consenso no se justifica mostrar en los museos material de ese tenor, interrogándose acerca de si la exhibición de restos humanos genera o no una transferencia de valor educativo.
LAS MOMIAS INCAS
Desde el viernes, para quienes ingresan al Museo Arqueológico de Alta Montaña (MAAM), ubicado en pleno centro salteño, encender o no una luz frente a la vitrina que muestra a "la doncella", marca la diferencia.
Quienes lo hacen, se encuentran con un cuerpo naturalmente momificado después de haber sido enterrado a más de 6.000 metros de altura hace 500 años, en el marco de un sacrificio religioso.
La doncella -una chica inca de alrededor de 15 años- es uno de los tres cuerpos encontrados, en asombrosas condiciones de conservación, en la cima del volcán Llullaillaco, una formación inhóspita y helada. Los otros dos (el de un niño y el de una niña), serán exhibidos en el mismo museo en un lapso de alrededor de seis meses.
Las momias están consideradas entre las mejor preservadas del mundo, con sus órganos internos intactos, sangre aún presente en el corazón y los pulmones, y la piel y los rasgos faciales casi indemnes. Y nada de eso se logró artificialmente: los chicos murieron congelados, en sacrificio a los dioses incas, mientras dormían, y el aire frío y seco hizo lo demás.
Se sabe que los niños fueron sacrificados como parte de un ritual religioso conocido como capacocha: caminaban cientos de kilómetros hasta y desde las ceremonias realizadas en Cuzco y luego eran llevados a la cima del Llullaillaco. Se les daba de beber chicha y una vez que se dormían se los ubicaba en nichos subterráneos donde morían congelados. Según la creencia inca, los niños no morían sino que se unían a sus ancestros y vigilaban sus pueblos desde la cima de las montañas como ángeles.
En los ocho años posteriores a su descubrimiento, las momias fueron mantenidas en freezers. Ahora, para que la exhibición no implique su deterioro, se colocó dentro de una vitrina un cilindro de acrílico ubicado dentro de una caja de tres paños de vidrio. Mediante un sistema de control climático computarizado, se reproducen dentro de la vitrina las condiciones de la cima de la montaña: poco oxígeno, poca humedad, poca presión, y 17 grados centígrados de temperatura.
LA POLEMICA
La exhibición de la momia devolvió al centro de la escena el debate sobre si es apropiado o no mostrar restos humanos en los museos. En el marco de esa polémica, especialistas consultados por EL DIA indicaron que lo que muestra el museo de Salta no podría exhibirse hoy en países como Estados Unidos, que cuenta desde hace una década con una ley federal que prohíbe lisa y llanamente la exhibición de restos humanos en museos de todo el país. Pero que no tendría obstáculos para mostrarse en museos europeos donde los restos humanos se exhiben al público "hasta con orgullo".
Otros países, incluidos la Argentina, donde legislación de este tipo no existe, se manejan con un código de ética elaborado por el Consejo Internacional de Museos, dependiente de la UNESCO, que sugiere que exista consentimiento de los pueblos originarios para exhibir estos materiales.
Con todo, "el cumplimiento de este código de ética es dispar", indica la directora del Museo de La Plata, Silvia Ametrano, quien agrega que "en la Argentina también existe una sugerencia de la Secretaría de Cultura que propone no exhibir restos humanos por respeto a las comunidades originarias".
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