Una escapada a Colonia
Por Sebastián Romero, de Viajes Pruna
| 27 de Julio de 2008 | 00:00

Está tan cerca de Buenos Aires y es tan bella y distinta que no visitarla es casi imperdonable. Portuguesa, española y criolla a la vez, Colonia del Sacramento constituye un testimonio arquitectónico único en la región del Plata. El río y la historia son los protagonistas de esta ciudad que mira al poniente.
El río es el mismo pero parece distinto desde Colonia, especialmente cuando el sol se pone tras las islas de San Gabriel y Farallón y es fácil comprender por qué Solís imaginó un mar dulce. Libre de la contaminación que, del lado argentino, enturbia sus aguas, y de los sedimentos que arrastra el Paraná; favorecido por los fondos rocosos de la costa uruguaya, el Río de la Plata no es marrón sino plateado al mediodía, dorado en los atardeceres plácidos del Paseo San Gabriel y verde junto a los sauces que crecen en las orillas del sur de la ciudad.
Colonia del Sacramento está ubicada justo frente a Buenos Aires; los timoneles saben que hay que navegar exactamente hacia el este, fijando el compás en los noventa grados, para llegar a ella; y tiene mucho de lo que le falta a la capital argentina: un río de aguas limpias que puede observarse desde casi cualquier punto de la ciudad, playas de arena fina, un barrio histórico de tres siglos de antigüedad, callejuelas estrechas con suaves pendientes que conducen a la costa, murallas y fortificaciones.
El Faro ocupa el lugar del campanario del primer convento franciscano portugués, llamado también Hospicio de Sao Francisco Xavier. Fue destruido por el ataque de Cevallos en 1777. A mediados del siglo pasado se levantó el faro a 31 mts sobre el nivel del río y en 1975 se lo declaró monumento nacional.
Sobre la Puerta de la Ciudadela se destaca el escudo de Portugal. Las murallas erigidas en 1745 por el gobernador Antonio Pedro de Vasconcelhos, han sido restauradas y abarcan un perímetro de 300 metros.
El Callejón de los Suspiros recuerda a Lisboa del siglo XVII; la leyenda habla de un enamorado asesinado al ir a visitar a su novia.
El río es el mismo pero parece distinto desde Colonia, especialmente cuando el sol se pone tras las islas de San Gabriel y Farallón y es fácil comprender por qué Solís imaginó un mar dulce. Libre de la contaminación que, del lado argentino, enturbia sus aguas, y de los sedimentos que arrastra el Paraná; favorecido por los fondos rocosos de la costa uruguaya, el Río de la Plata no es marrón sino plateado al mediodía, dorado en los atardeceres plácidos del Paseo San Gabriel y verde junto a los sauces que crecen en las orillas del sur de la ciudad.
Colonia del Sacramento está ubicada justo frente a Buenos Aires; los timoneles saben que hay que navegar exactamente hacia el este, fijando el compás en los noventa grados, para llegar a ella; y tiene mucho de lo que le falta a la capital argentina: un río de aguas limpias que puede observarse desde casi cualquier punto de la ciudad, playas de arena fina, un barrio histórico de tres siglos de antigüedad, callejuelas estrechas con suaves pendientes que conducen a la costa, murallas y fortificaciones.
El Faro ocupa el lugar del campanario del primer convento franciscano portugués, llamado también Hospicio de Sao Francisco Xavier. Fue destruido por el ataque de Cevallos en 1777. A mediados del siglo pasado se levantó el faro a 31 mts sobre el nivel del río y en 1975 se lo declaró monumento nacional.
Sobre la Puerta de la Ciudadela se destaca el escudo de Portugal. Las murallas erigidas en 1745 por el gobernador Antonio Pedro de Vasconcelhos, han sido restauradas y abarcan un perímetro de 300 metros.
El Callejón de los Suspiros recuerda a Lisboa del siglo XVII; la leyenda habla de un enamorado asesinado al ir a visitar a su novia.
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