Héctor Zanaroni
| 28 de Enero de 2010 | 00:00

Su fallecimiento
Con el fallecimiento de Héctor Zanaroni, el lunes pasado a los 84 años, la Ciudad pierde a un empresario pionero en su rubro, militante de férreas convicciones radicales y apasionado hincha de Gimnasia y Esgrima, que supo hacerse querer y respetar en los múltiples ámbitos en que se desarrolló su vida laboral y política.
Hijo de Ernesto Zanaroni -propietario de una carnicería- e Inmaculada Albano, Héctor Alfredo nació el 3 de marzo de 1925. El menor entre ocho hermanos, se crió en el barrio de diagonal 74 y 17 ayudándolos en diferentes tareas; a los ocho años, ya colaboraba en la carnicería familiar. Y a los 18, ingresó como empleado administrativo en el ministerio de Economía bonaerense, donde llegaría a desempeñarse al frente de la entonces Dirección de Actividades Lucrativas.
Poseedor de una innata capacidad de aprendizaje y trabajo, "Tito" se hizo tiempo para crear la empresa que marcaría una época en lo suyo: Luz, que llegó a instalar más de trece mil carteles luminosos en la Ciudad -entre los que algunos aún permanecen funcionando-. En los años recientes, colaboró con la delegación local de la Asociación de Empleados de la dirección de Rentas (AERI).
Casado desde marzo de 1956 con Olga Reneé Vincenti -"Chini"-, tuvo un hijo: Alfredo, prestigioso médico ginecólogo, y una nieta -Juanita-, a quienes transmitió sus valores cívicos inquebrantables y la pasión albiazul que lo llevó a la cancha en incontables oportunidades.
Divertido, ingenioso y sociable, dueño de un completo y a veces sorprendente bagaje cultural, resolvía todo tipo de trabajos manuales con celeridad y eficacia -varios muebles en su casa de 43 entre 17 y 18 dieron cuenta de ello-. Interesado por la problemática social, nunca quiso abandonar la lucha desde el llano, en el seno de la Unión Cívica Radical.
"Estaba orgulloso de su origen trabajador" recordaron los suyos: "su familia, la lectura -desde Shakespeare y el teatro clásico hasta ensayos históricos- y el ejercicio de la política, rescatando los valores de la honestidad y el desinterés por lo material, fueron partes esenciales de su vida".
Con el fallecimiento de Héctor Zanaroni, el lunes pasado a los 84 años, la Ciudad pierde a un empresario pionero en su rubro, militante de férreas convicciones radicales y apasionado hincha de Gimnasia y Esgrima, que supo hacerse querer y respetar en los múltiples ámbitos en que se desarrolló su vida laboral y política.
Hijo de Ernesto Zanaroni -propietario de una carnicería- e Inmaculada Albano, Héctor Alfredo nació el 3 de marzo de 1925. El menor entre ocho hermanos, se crió en el barrio de diagonal 74 y 17 ayudándolos en diferentes tareas; a los ocho años, ya colaboraba en la carnicería familiar. Y a los 18, ingresó como empleado administrativo en el ministerio de Economía bonaerense, donde llegaría a desempeñarse al frente de la entonces Dirección de Actividades Lucrativas.
Poseedor de una innata capacidad de aprendizaje y trabajo, "Tito" se hizo tiempo para crear la empresa que marcaría una época en lo suyo: Luz, que llegó a instalar más de trece mil carteles luminosos en la Ciudad -entre los que algunos aún permanecen funcionando-. En los años recientes, colaboró con la delegación local de la Asociación de Empleados de la dirección de Rentas (AERI).
Casado desde marzo de 1956 con Olga Reneé Vincenti -"Chini"-, tuvo un hijo: Alfredo, prestigioso médico ginecólogo, y una nieta -Juanita-, a quienes transmitió sus valores cívicos inquebrantables y la pasión albiazul que lo llevó a la cancha en incontables oportunidades.
Divertido, ingenioso y sociable, dueño de un completo y a veces sorprendente bagaje cultural, resolvía todo tipo de trabajos manuales con celeridad y eficacia -varios muebles en su casa de 43 entre 17 y 18 dieron cuenta de ello-. Interesado por la problemática social, nunca quiso abandonar la lucha desde el llano, en el seno de la Unión Cívica Radical.
"Estaba orgulloso de su origen trabajador" recordaron los suyos: "su familia, la lectura -desde Shakespeare y el teatro clásico hasta ensayos históricos- y el ejercicio de la política, rescatando los valores de la honestidad y el desinterés por lo material, fueron partes esenciales de su vida".
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