Lole, Mimicha y el entusiasmo

Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

Carlos Reutemann habla poco, pero sus explosivas declaraciones vienen recargadas de arrebato y síntesis. La semana anterior, al referirse al frente opositor que él integra, largó un misterioso "esto me desentusiasma mucho". La construcción invertida se inspiró en Cobos, que hizo del no positivo una afirmación con futuro. Y para Lole debe ser ideal esta media lengua. A un hombre que ha hecho de la duda un destino, lo de "entusiasmarse" puede resultarle una meta tan ansiada como inalcanzable. A Reutemann quizá le cueste mucho insuflarle bríos a sus inestables ambiciones, pero entre tanto político con el ego exultante, admitir que está desganado suena como una confesión modesta y sincera. No es frecuente que muestre desánimo un candidato con chance. Generalmente dan como descartado que arrastre, actitud y capacidades, es lo que sobra.

Pero Lole siempre fue un político singular. Sin rendir pruebas, pasó del vértigo de la Fórmula Uno a los grandes premios de la política. Con más aprontes que arranques, le dio a sus silencios la categoría de definiciones. Sabe que los hombres necesitan de un estímulo extra para disputar lo que sea. Y que las candidaturas demandan actores embalados y autosuficientes. Aprendió que para pelear por la punta se necesita equipo y espíritu bien arriba. Por eso es clave lo del entusiasmo.

Hace siete años Lole se borró cuando ya se probaba la banda y el bastón presidencial. Dijo en aquel momento que, en el entorno duhaldista, había visto algo que lo había inquietado. Rechazó un triunfo seguro y se refugió en su campo santafecino, a la sombra de la soja y los benteveos, sin ponerle nombre a ese fantasma. Ahora, cuando otra vez su nombre empieza a sonar con fuerza, dejó caer lo del desentusiasmo. Que en boca de él, es todo un anticipo. Y el domingo volvió a recuperar actualidad esta palabra. Tras la reunión con De Narváez, Reutemann expresó: "charlamos sobre lo que observamos de acá hacia el futuro. Veo que De Narváez está muy entusiasmado".

Sin embargo, la sorpresiva reaparición de su ex, Mimicha, le agregó ruido a una personalidad insondable y quejumbrosa que ha cercado con inmensas murallas su vida privada. Acostumbrada a esos monosílabos de amor con que el Lole la fue conquistando, la ex volvió a escena con una declaración tan elíptica como inquietante: "Si esto no finaliza, me encargaré de contar la verdad, la cual por pudor y respeto he sabido callar". ¿Qué es lo que tiene que "finalizar"? ¿El nuevo matrimonio del Lole, el noviazgo con De Narváez, sus coqueteos con la oposición? La advertencia de su ex esposa le agregó misterioso futuro a la esfinge de un candidato desganado. Y sus allegados temen que la aparición de Mimicha y su promesa de ollas destapadas, lo convenzan de que es mejor abandonar otra vez antes de la largada.

Amenazar con la verdad es descontar la presencia de la mentira. Y nadie, como su pareja, conoce mejor el alma de un candidato. Lole seguramente no le teme tanto a las encuestas como a un ex amor que promete alboroto. En la política de hoy la esposa/o cuenta mucho. Mimicha, un hada ausente y silenciosa, se metió de golpe en una actualidad con más infieles que leales. Amenaza, sin precisar si habla de matrimonio o de internas. Como la política nativa ha dejado a un lado las ideas para refugiarse en otros intercambios, algunos ya aspiran a poder capitalizar el despecho de una ex señora. Es que son peligrosas las divorciadas con buena memoria. Porque a veces se quedan con algo más que el entusiasmo.

En estos días de ofertas y amenazas, de quórum y reapariciones, los congresistas deben recibir decenas de mensajes y sobres: algunos, como se ve, llegan cargados de pasados. Pero otros traerán presentes.


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