La película que retrata un submundo

Carancho es una película argentina que se estrenó hace pocos días y ya se ha convertido en un suceso. Protagonizada por Ricardo Darín y dirigida por Pablo Trapero, describe una organización mafiosa que se lucra con la desgracia y el dolor ajenos. Son abogados que, con la frecuente complicidad de médicos, ambulancieros y policías, estafan a víctimas de accidentes de tránsito y montan un negocio con las indemnizaciones que pagan las aseguradoras.

Como ha descripto en EL DIA el crítico de cine Alejandro Castañeda, se trata de una "película dura, implacable, de gran factura y crudo realismo. No hay una escena que no suene creíble, no hay una cara mal elegida. Trapero no descuida ninguno de los resortes narrativos para redondear este thriller sucio y desangelado sobre dos antihéroes a los que ni siquiera la esperanza podrá sacarlos del barro".

LA TRAMA

Darín es un abogado castigado que trabaja para una "fundación" que se mueve detrás de los accidentes callejeros para sacarles plata a las aseguradoras. Y que cuando no hay accidentes, los provocan. La protagonista femenina (Martina Gusmán) es una joven médica del interior, que hace guardia en un hospital del Conurbano y anda socorriendo heridos en una ambulancia. Los une la sangre, la soledad, las desgracias, las sórdidas calles de San Justo, intranquilas y feroces. Y también las ganas de empezar algo distinto. Sirenas, aprietes, lágrimas, miserias, todo esta allí, en carne viva, en un escenario donde el amor es un extranjero sin futuro. Y como Trapero no quiere que el film abandone ese clima, a cada rato la escena vuelve al Hospital, entre camillas y dolores, para subrayar que hay gente que lucra con esa sangre y esos pesares.

"Con clima de cine negro -dijo al crítica de EL DIA_ y logrados pincelazos de un melodrama desesperanzado, Carancho es un film arrojado y rotundo, que no ofrece pausas ni salvaciones".

Pero más allá de los méritos estrictamente cinematográficos, la película tiene el valor de poner en primer plano una realidad que, aunque no era desconocida, quizá nunca había sido denunciada con tanta crudeza y efectividad. En los tribunales y los hospitales, Carancho ha marcado un hito: habla de algo que existe, de un negocio mafioso montado sobre el dolor de miles y miles de víctimas.

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