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Diez años sin Rodrigo

Tenía 27 años cuando un accidente en la Autopista Buenos Aires-La Plata, a la altura de Berazategui, le produjo la muerte

Diez años sin Rodrigo
24 de Junio de 2010 | 00:00

Diez años atrás, en una desgraciada madrugada del 24 de junio del 2000 y tras un recital en el boliche Escándalo de City Bell, el cantante popular Rodrigo fallecía sobre la autopista Buenos Aires-La Plata, a la altura de Berazategui.

El accidente, en el que también perdió la vida el actor Fernando Olmedo (hijo del genial artista rosarino Alberto Olmedo), precipitó una oleada de devoción popular que Rodrigo Bueno venía sembrando a ritmo de cuarteto.

La noticia corrió con rapidez, generando dolor entre una multitudinaria legión de fanáticos de todo el país que se hicieron tiempo y lugar para despedirlo masivamente en la municipalidad de Lanús y, poco después, convertir la zona de Berazategui en un santuario popular de recordación.

Los homenajes truncos, la utilización de su éxito y una maquinaria comercial dispuesta a explotar cada segundo de una vida agitada, intensa y azarosa, fueron condimentos del final de una figura que alcanzó estatura de fenómeno.

Su fuerte inserción en ese mundo cultural extendido por las márgenes de la vida formal de la música, le permitió llegar directamente a un público que aprendió a venerarlo y valorarlo.

Rodrigo supo desenvolverse con soltura y autenticidad frente al desafío mediático de los escenarios televisivos y las primeras planas de las revistas.

Más aún, el cantante hizo uso y abuso de ese poder y su figura reinó en las portadas de los semanarios y se hizo fuerte frente a las cámaras de TV.

De algún modo, Rodrigo se afianzó en su desfachatada y candorosa personalidad para pasar sin traumas ni complejos del "underground" cultural al centro de la escena, en un tránsito al que tampoco fueron ajenos otros personajes laterales como su madre Beatriz.

El precio que debió pagar por ese salto, sin embargo, pareció estar ligado a una hiperactividad artística forzada desde su mismo entorno y focalizada en acumular la mayor cantidad de actuaciones en el menor tiempo posible.

La herencia que entregó a sus seguidores y la significación simbólica de su poderosa figura parecieron ser elementos capaces de exceder con creces a las manipulaciones de quienes no querían abandonar el atractivo de un ventajoso negocio.

"Yo no soy ni Sandro ni el heredero de `La Mona` porque no soy ningún clonado. Estoy de paso, sé muy bien que ahora el cuarteto es una moda, pero siento que tengo que cumplir con mi parte y hacerlo historia", expresó tres meses antes de una muerte temprana, que le impidió completar el legado.

El tiempo pasó y el hombre de ojos claros que supo ser fenómeno, mito e ídolo de muchos, pasó a ser un recuerdo en el imaginario colectivo de los argentinos que vuelve a aflorar únicamente cuando sus canciones resuenan en las radios o se bailan en las fiestas.

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