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Murió Elizabeth Taylor

La actriz, una gloria de Hollywood y estrella mundial, tenía 79 años y estaba internada hacía más de un mes

Murió Elizabeth Taylor

Hacía un mes y medio que se encontraba internada en un hospital de Los Angeles

23 de Marzo de 2011 | 00:00

Elizabeth Taylor, la legendaria actriz de ojos violeta cuya tumultuosa vida personal y perenne fama la convirtieron en una de las últimas estrellas del cine de antaño y antecesora de las celebridades de hoy, falleció. Tenía 79 años.

La actriz murió debido a una insuficiencia cardíaca congestiva el miércoles en la mañana en el Centro Médico Cedars-Sinai de Los Angeles, donde había estado hospitalizada por unas seis semanas, dijo la publicista Sally Morrison.

"Mi madre fue una mujer extraordinaria que vivió al máximo, con gran pasión, humor y amor", dijo su hijo Michael Wilding en un comunicado.

"Sabemos, simplemente, que el mundo es un lugar mejor porque mi madre vivió en él. Su legado nunca desaparecerá, su espíritu siempre estará con nosotros, y su amor vivirá por siempre en nuestros corazones". Wilding y los otros tres hijos de Taylor estaban a su lado.

"Acabamos de perder a una gigante de Hollywood", dijo Elton John, amigo de muchos años de Taylor. "Más importante aún, hemos perdido a un ser humano increíble".

Taylor fue, a la vez, la más sortaria y desafortunada de las actrices, la más fuerte y la más vulnerable. Contaba con extraordinaria gracia, fortuna y una voluptuosa belleza, y ganó tres premios Oscar, incluyendo uno por su trabajo humanitario. Era la más fiel de las amigas y una defensora de los gays en Hollywood, cuando el SIDA era todavía un estigma en la industria y más allá. Pero también padeció múltiples problemas de salud, romances fallecidos (con ocho matrimonios, dos con el actor Richard Burton) y tragedias personales.

Sus más de 50 películas incluyeron interpretaciones inolvidables de inocencia y decadencia, desde el clásico infantil "National Velvet" y la comedia familiar "El padre de la novia", a las actuaciones merecedoras del premio Oscar "¿Quién le teme a Virginia Woolf?" (1966), y "Una venus en visón" ("Butterfield 8", de 1960). La cinta histórica "Cleopatra" fue el punto de encuentro entre en Richard Burton y Taylor, pareja equivalente a Brad Pitt y Angelina Jolie en su época.

Pero el papel que la definió, más allá de la pantalla, fue el de la propia "Elizabeth Taylor", siempre casándose o divorciándose, entrando o saliendo de hospitales, luchando sus batallas contra distintas adicciones, dolencias físicas y la gordura, que la hicieron una figura tan popular en los diarios sensacionalistas como en los grandes festivales de cine.

Fue una niña estrella que creció y envejeció ante un público que la adoró y al cual fascinó e impresionó. Llegó a Hollywood cuando los estudios controlaban muy de cerca la vida de los actores y su imagen. Fue la gran sobreviviente de la industria, y una de las primeras en llegar a la categoría de celebridad -famosa por ser famosa, su trabajo en la gran pantalla fue con frecuencia inseparable de los rumores que la rodearon.

La actriz nacida en Londres era una estrella a los 12 años, una divorciada a los 18, diosa del cine a los 19 y viuda a los 26. Sus múltiples problemas de salud la llevaron a someterse a más de una veintena de operaciones. Una vez casi muere al atragantarse con un hueso de pollo.

En 1990 estuvo al borde de la muerte por una neumonía. En 1994 y 1995 le reemplazaron las dos caderas y en febrero de 1997 le extirparon un tumor cerebral benigno.

En 1983 reconoció una adicción de 35 años a las pastillas para dormir y los analgésicos. Taylor recibió tratamiento por problemas de abuso de drogas y alcohol en la Clínica Betty Ford en Rancho Mirage, California.

Volvió a la clínica a finales de 1988 tras recibir tratamiento por una lesión en la columna. Se negó a decir si era por una adicción a medicinas con receta.

Sus males la conectaron con el público y sus colegas. En los últimos años, fue vocera de varias causas, principalmente de la investigación del sida. Su labor le mereció un Oscar especial, el Premio Jean Hersholt Humanitario, en 1993.

Al aceptar el reconocimiento dijo: "Apelo a ustedes para que busquen en la profundidad de su ser, para demostrar que somos una raza humana, para demostrar que nuestro amor supera nuestra necesidad de odiar, que nuestra compasión es más convincente que nuestra necesidad de culpar".

Asumió sus problemas de salud con una actitud estoica. "Mi cuerpo es un verdadero desastre", dijo Taylor a la revista W en el 2004. "Si lo ves en el espejo, está completamente convexo y cóncavo".

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