Educación física: la materia más relegada de la escuela

Es el patito feo de la escuela. “La Educación Física queda siempre relegada, somos los que tenemos que adaptarnos a lo que hay”, afirma Rodolfo Tartaglia, quien desde hace 5 años da clases en colegios secundarios y primarios de Berisso. Falta de infraestructura y de materiales obligan a los docentes a extremar la imaginación para enganchar a los alumnos, y la directora general de Deportes de la UNLP, Ana Lía Machado, apunta que en ese contexto “no se puede planificar previamente. Primero hay que ver con qué espacio se cuenta, porque uno puede decir voy a hacer handball, básquet, atletismo, pero luego llega y se encuentra con un patio pequeño y un mástil en el medio. Siempre existen limitaciones”, resalta. Como muestra, un botón. En las recientes jornadas de capacitación que organizó la casa de altos estudios para profesores que trabajan en los colegios -como lo hace cada año- “nos enseñaron a trabajar con materiales alternativos, como pelotas de papel y una cuerda”, contó Tartaglia. Una mirada hacia adelante no devuelve una imagen muy optimista. Y todos afirman que el problema radica en que “no hay cultura deportiva en la sociedad”.

“La base del deporte está en los establecimientos educativos. Sólo en la Provincia hay 4.500.000 chicos. Pero sin una política de Estado y sin inversión, ese semillero se va perdiendo”, comenta Juan Carlos Febre, coordinador del área de capacitación de la Universidad.

Volviendo al día a día, Machado insiste en que no contar con la infraestructura y los materiales necesarios y la escasa carga horaria -dos horas semanales- están en la base de la problemática. “Los baúles de los autos de los profesores suelen ser una colección de pelotas y redes que ellos deben llevar a las escuelas”, dice con una tibia sonrisa. Y acota que “a veces se cuenta con un campito, pero si el colegio tiene que hacer dos aulas -por poner un ejemplo- las levantan allí. Entendemos las prioridades educativas, pero siempre van en desmedro de la Educación Física”, coincide con Tartaglia.

BRASIL Y UN MEA CULPA

Además de dar clases en escuelas, Carlos Palladino fue el entrenador de la selección nacional femenina de vóley entre 2001 y 2005, cargo que hoy desempeña en las categorías cadetes y juveniles de Estudiantes. Fue uno de los capacitadores de los cursos, y si bien acuerda con que “no hay conciencia deportiva”, no coincide con que aquellas “prioridades educativas” sean barreras infranqueables. “Cuando estuvimos en Brasil con la selección hemos ido a lugares muy humildes, pese a lo cual las escuelas contaban con gimnasios con pisos de parket”, recuerda.

Comparaciones no odiosas. “Yo trabajé en un colegio donde teníamos un patio de 38 por 20 metros, un buen lugar. Pero lo perdimos porque hicieron allí aulas nuevas, a pesar de que había otros espacios. Es cultural”, realza, y dice que “en 1980 ya escuchaba estas cosas en la facultad como alumno. Hoy todo está exactamente igual”, dice.

En esa línea, y lejos de sentarse en el banquillo de las víctimas, Palladino se recuesta en la silla, piensa y hace un mea culpa. “Es cierto que los profesores, como dice Juan Carlos (Febre) deben hacer malabares, que están muy bien formados y tienen una gran vocación, pero quizás pecamos de individualismo. ¿Por qué pasó tanto tiempo y no cambió casi nada?”, se pregunta y responde: “Creo que nos hemos quedado un poco. No salimos a pelearla con la suficiente fuerza y organización”, opina.

NO HAY INTERES, PERO SE PUEDE

Cecilia Cuyás, profesora en secundarios y jardines de infantes de Magdalena, acuerda con su colega Tartaglia en que “la Universidad te prepara para trabajar en un ámbito ideal, que no existe”. No obstante, como ella egresó hace tres años pero trabaja desde hace seis, dice que “esa distancia entre teoría y práctica” no la sorprendió. Y hace un aporte desde otro lugar, como es el de la realidad social y las nuevas prácticas de los adolescentes.

“En nuestra época, Educación Física era la materia que todos esperaban. Hoy existe un gran desinterés hacia lo deportivo. Las relaciones virtuales ocupan casi todo el tiempo de los chicos, entonces se genera una marcada falta de pertenencia al grupo y con la escuela. No es sencillo estimularlos, aunque tampoco imposible”, señala. ¿Cómo? “Si ya no hay torneos intercolegiales, se puede organizar uno interno, o un campamento -ejemplifica-. La idea es que el chico sienta que se está preparando para algo, que hay un objetivo y que es común a todos. Eso provoca pertenencia al grupo”, explica.

Pero Cuyás enfatiza que “hoy, una de las problemáticas centrales es la deserción y el ausentismo”. Ve un aspecto positivo en el diseño curricular, como que “ya no es tan vertical, donde el docente dice y el chico hace. Se parte de sus intereses y se puede establecer diálogo con ellos. Sobre todo en los barrios carenciados, las chicas se acercan para hablar de cuestiones que no pueden hablar en sus casas”.

Rodolfo Tartaglia, en cambio, opina que ante los graves problemas de conducta que afrontan, la currícula no responde a la realidad. “Nos pasamos gran parte del año inculcando hábitos y poniendo límites. Luego, queda tiempo para poco”, subraya.

Básica para la formación en cuanto a la salud infanto-adolescente y cantera de futuros deportistas, la Educación Física en las escuelas está relegada. En la capacitación sobre mini vóley que dio la UNLP, el presidente de la Federación Argentina tiró una cuerda y armó pelotas de papel. Tartaglia dice que usó la técnica y que le dio buen resultado. El deporte en el colegio parece haber quedado librado a la vocación y la imaginación de los docentes.