Aguer: la reacción solidaria “es síntoma de buena salud social”

AGUER ENCABEZÓ EL TEDÉUM EN LA CATEDRAL

El arzobispo platense Héctor Aguer dijo en la homilía de ayer que “La Plata ha sufrido la calamidad de la inundación, cuyos efectos se hacen sentir todavía penosamente. Muchos se interrogan acerca de las responsabilidades crónicas que han determinado la falta de preparación de la estructura urbana para soportar sin graves daños una lluvia copiosa. Pero reconforta considerar la manifestación espontánea de vecindad de tantas personas e instituciones que de inmediato se dispusieron a ayudar. Esa reacción fue un síntoma de buena salud social”.

“Pero no hay que esperar otro diluvio. Todos, autoridades, instituciones de la sociedad civil, vecinos –sin más– todos debemos empeñarnos en el bien permanente de la ciudad, que es nuestro bien común. En la preocupación por las necesidades comunes, en la participación para encaminar soluciones, se ejerce la ciudadanía, la condición de quienes no sólo viven amontonados e ignorándose en una ciudad que puede albergar a cientos de miles, sino que moran, habitan vecinalmente, como verdaderos ciudadanos. En este primer nivel se ensaya y ejerce la participación política auténtica. Recordemos, de paso, que política viene de pólis, que en griego significa ciudad”, agregó Aguer.

En otro pasaje de la homilía por el 131º aniversario de la Ciudad, el titular de la arquidiócesis local dijo que “ a la ciudad contemporánea se le plantean problemas de diversa magnitud y urgencia; se me ocurre que uno nada menor es el de no quedarse en el tiempo, es decir, progresar de veras, permaneciendo en su identidad, afianzándola. La cuestión podría formularse así: cómo seguir siendo, cómo ser cada vez mejor una comunidad de vecinos. Parece difícil que los habitantes de una megalópolis puedan sentirse y reconocerse como una comunidad, que puedan experimentar la vecindad.

“La mala vecindad ha existido siempre. En la ciudad contemporánea –y digamos, más concretamente, en la Argentina de hoy– se hacen sentir dolorosamente defectos, carencias, verdades lacras: la agresividad descontrolada, la violencia, en un contexto más amplio de discordia, de dificultad creciente para la escucha recíproca, el diálogo y la búsqueda de consensos; los atentados contra la vida y la dignidad humana en la trata de personas, la difusión de la droga, el abandono en la marginalidad y las disimuladas formas de explotación. Son males reales que proceden del extravío de la libertad, de la ausencia de solidaridad, de la pérdida del sentido de la vecindad, de “projimidad”; no son fenómenos fatales de la naturaleza”, agregó Aguer.

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