Y un día, todo empieza a cambiar

DIEGO PERETTI PROTAGONIZA “LA RECONSTRUCCIÓN”, EL FILME DE JUAN TARATUTO QUE SE ESTRENÓ EL JUEVES EN LA CIUDAD

Por alejandro castañeda

LA RECONSTRUCCION.- La escena inicial marca el tono: Eduardo (Peretti) avanza con su 4x4 por las rutas del sur; en su rostro hay dolor, desamparo, tristeza, vacío; una mujer al costado de la ruta le pide ayuda y él no se detiene porque está tan desbordado de angustia que ni ve ni siente lo que pasa a su lado. Hosco, ajeno, lleno de silencios, Eduardo acepta ir a Ushuaia para darle una mano a su amigo Mario (Casero) que está casado y tiene dos hijas adolescentes. Y no se puede contar más. Es un drama. Lo escribió y lo dirigió Juan Taratuto, un director que ha demostrado ser uno de los mejores autores de comedia del cine nacional (“No sos vos, soy yo”, “Un novio para mi mujer”, “¿Quién dice que es fácil?”) y que aquí se atreve a incursionar en un género absolutamente distinto. Y lo hace con dignidad, con buenos apuntes, con un guión concentrado y de pocas palabras. Es cierto, el remate parece apresurado y poco creíble, pero el clima está logrado y hay un soberbio trabajo de Diego Peretti, que dibuja con finos trazos a un ser arrasado por la pena y el desasosiego.

Es una historia triste sobre las segundas oportunidades que ofrece la vida. Y habla de la soledad en un paisaje que parece convocarla. Enseña que aun las crisis más arrasadoras pueden marcar el camino de un recomienzo. Y nos lleva a un lugar que lo dice todo: Ushuaia, donde todo termina y todo puede comenzar. Los personajes, transidos de dolor, saben que allí el cielo está siempre gris y el anochecer parece eterno, pero también aprenderán que el amanecer siempre llega, trayendo renacimiento y luz. (*** BUENA)

NO HAY QUE SOBREPROTEGERLOS

LOS CROODS, de Chris Sanders y Kirk DeMicco.- Dream Works (“Shrek”, “Madagascar”) nos brinda otra película inteligente y simpática, de gran impacto visual y suave mensaje aleccionador. Los protagonistas son una familia de la Edad de Piedra que vive en una cueva. El patriarca se encarga de protegerlos y de advertirles. “Siempre hay que tener miedo”, es su consigna previsora. Y a su alrededor rondan los peligros de un planeta que se está haciendo. El filme mezcla la aventura, las ganas de aprender (el niño que porta el fuego) y sobre todo deja un mensaje para esos padres sobreprotectores que, por intentar cuidar su prole, infunden desconfianza y miedo. Será la hija (la verdadera protagonista de la historia) la que se anime a salir de la cueva, toda una alegoría. Y gracias a su escapada conocerá el fuego, el amor, el prójimo y la necesidad de seguir avanzando pese a los muchos temblores que tiene reservado la vida. Un filme ágil, de fantásticas imágenes, con buenos personajes y una acción que nunca decae. (*** BUENA)

NOSTALGIA Y NADA MAS

VERANO DEL 79, de Julie Delpy.- Trata de ser una sensible estampa de la infancia. Pero se queda a medio camino, porque los personajes son poco atrayentes, las situaciones desabridas y las historias algo forzadas. Los filmes corales necesitan mucho equilibrio, fino poder de observación, buenos actores y pincelazos sensibles que permitan definir caracteres con pocos trazos. El tema es el reencuentro de una familia en la Bretaña porque la abuela cumple 79 años. Van todos, con sus hijos y sus problemas. Y no pasa demasiado: canciones, frases sueltas, ancianos ausentes, adolescentes inquietos, una salida a la playa, una incursión por una playa nudista, un asadito. Todo hecho con poca altura y poca naturalidad, un film afectado y estirado, lánguido y con poca sustancia. (** ½)

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