Hugo Spañol
| 7 de Marzo de 2013 | 00:00

Distintos ámbitos platenses pero fundamentalmente aquellos ligados a la atención de la salud lamentaron el fallecimiento del psiquiatra Hugo Spañol, ocurrido a los 77 años y tras una breve dolencia que el distinguido profesional supo enfrentar con valor.
Hugo Osvaldo Spañol -”Cacho”, según lo llamaban sus allegados- había nacido el 24 de octubre de 1935 en esta ciudad. Fue el único hijo del matrimonio integrado por Isabel Bernardini y José Gregorio Spañol.
Egresado del Colegio Nacional “Rafael Hernández” desde edad temprana intuyó que la ciencia y la entrega al prójimo estaban en su camino. Sintetizó, entonces, en la medicina, ambas inclinaciones. Ingresó a la Universidad Nacional de La Plata, en donde se recibió de psiquiatra y psicólogo médico.
Sus primeros pasos profesionales los dio en el hospital neuropsiquiátrico “Alejandro Korn” de Melchor Romero y cumplió luego con una dilatada trayectoria como jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Italiano. No obstante su actividad en sanatorios, a partir de 1970 -y hasta sus últimos días- atendió pacientes en forma particular. Se especializó en estrés crónico y desarrolló, incluso, una teoría, que basada en una visión holística del ser humano le sirvió para el tratamiento de las enfermedades emocionales.
Consustanciado en su quehacer, de actualización permanente en los temas de la profesión y destacado conferencista, dejó parte de su legado en reconocidas publicaciones, pues escribió y editó, entre otros libros, “La enfermedad emocional”, “Los locos, los normales y nosotros” y su última obra, que dio a conocer en 2012, “Víctimas de un diagnóstico”.
“Yo soy yo y mis circunstancias…”, era una frase que, tomada del filósofo Ortega y Gasset, solía repetir con frecuencia, ya sea para bucear las causas de un desajuste psíquico como para explicar cualquier otro aspecto de la vida.
En 1972 se casó con María Cristina Camino, bioquímica y empresaria hotelera con quien construyó un sólido lazo matrimonial. Tuvo con ella una hija, Natalia, depositaria no sólo de un amor incondicional sino también de las enseñanzas de vida que le transmitió su padre. Con Bruno, su nieto, compartió sus más dichosos momentos.
Los viajes, que hizo tanto con su esposa como con amigos y colegas, fueron su esparcimiento preferido cuando dejaba la obligaciones laborales para tomarse un tiempo de descanso. Practicaba golf en el Country Club de Estudiantes, pero era un fervoroso hincha de Gimnasia, entidad que lo contaba como socio vitalicio.
Permanecerá entre quienes tuvieron la fortuna de conocerlo la imagen de un hombre comprometido con su entorno y la sociedad en general, y la de una personalidad en la que primaron el equilibrio y la sabiduría, pues a la virtud de ofrecer buenos consejos se sumó en él la habilidad de saber escuchar de manera receptiva e inteligente.
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