Para científicos platenses los insectos también pueden ser ricos

ASEGURAN QUE LOS INSECTOS TIENEN BUEN SABOR

En un artículo científico que titularon “Insectos comestibles: ¿un recurso alimentario del futuro?”, publicado en la revista Ciencia e Investigación, las investigadoras de la División de Entomología del Museo de La Plata, Marta Loiácono y Cecilia Margaría, señalan que “además de su valor nutritivo, se agrega su buen sabor, ya que es conocido que muchos saben a nuez o a tocino, como las larvas que atacan la madera, y otros, al no tener un sabor peculiar, toman el de los ingredientes con los cuales se los prepara”.

Las especialistas de la UNLP también destacan que “a la abundancia general de los insectos se suma su alto valor nutritivo, el aporte vitamínico, la riqueza en proteínas y grasas no saturadas en todos sus estados de desarrollo, como huevos, larvas, ninfas, pupas o adultos, convirtiéndose en el alimento principal de las dietas de muchos pueblos y sociedades”.

“Tal es así -añaden- que muchas especies constituyen valiosas fuentes proteicas, algunas más ricas que muchas carnes, con un bajo contenido de colesterol y grasas instauradas semejantes a las del aceite de oliva y de girasol, y ricos en vitamina B, suplemento con frecuencia deficiente en las dietas de las regiones tropicales”.

Loiácono y Margaría sostienen asimismo que “por otro lado, en América Central y Sudamérica existe una amplia tradición culinaria sobre el uso de insectos. México es uno de los países donde su consumo es costumbre establecida en gran parte de la población y el número de especies comestibles asciende a mas de 500”.

El trabajo de las investigadoras platenses señala también que “los insectos se procesan de modo diverso y pueden ser hervidos, freídos, marinados, cocidos, molidos en forma de pasta o enlatados. Existe una gran variedad de recetas disponibles y en los últimos años se han popularizado los restaurantes especializados en su elaboración, pero en algunos casos no va más allá de la simple curiosidad gastronómica”.

“En Argentina -destaca Loiácono- la costumbre de comer insectos fue practicada por distintas comunidades originarias. Los mocovíes comían langostas fritas o asadas, grandes hormigas cortadoras y piojos; los indios del Chaco se alimentaban a base de orugas fritas de la palmera caranday y en la cultura Mmbya-guaraní de Misiones, distintos grupos de insectos formaban parte de su dieta. Igualmente, en nuestro país el consumo de carne vacuna está muy arraigado y la alternativa de la ingesta de insectos es una opción todavía muy lejana”.

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