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A 15 años del derrame, Magdalena todavía sufre las secuelas

Fue el mayor desastre ecológico que se produjo en la Región. Todavía se siente el impacto

12 de Enero de 2014 | 00:00
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A 15 años del derrame, Magdalena todavía sufre las secuelas

Por NICOLAS MALDONADO

El mayor desastre de su tipo en aguas dulcesNadie que no supiera lo que pasó entonces lo creería al verlo hoy. Con más de 30 grados de temperatura y un cielo azul transparente, el balneario municipal de Magdalena desborda de visitantes. Cerca de dos mil personas disfrutan del día bañándose en el río, toman sol en la playa o simplemente estiran la sobremesa bajo la sombra de los sauces. A falta del cartel que hasta hace un tiempo alertaba del riesgo de bañarse por la contaminación, nadie creería que hace quince años esta misma playa fue el escenario del mayor derrame de petróleo en aguas dulces que se haya producido jamás a nivel mundial.

Ocurrió el 15 de enero de 1999 alrededor de las dos de la tarde sobre el canal de navegación. Por causas que no estén del todo claras, el buque Sea Paraná de bandera alemana colisionó con el Estrella Pampeana de la empresa Shell y 5.300.000 metros cúbicos de petróleo crudo se derramaron sobre el río tiñendo de negro unos 16 kilómetros de playa y humedal. Fue el comienzo del peor desastre de su tipo ocurrido en aguas fluviales y el origen de heridas que quince años más tarde no terminan de cerrar.

“Desde el principio fue una pelea muy ingrata. Si hasta hubo que salir a buscar a la gente a su casa para decirle que tenía derecho a reclamar. E incluso así muchos no querían por miedo a Shell”

Aun cuando hoy pasen totalmente inadvertidos a los ojos de los visitantes que disfrutan del balneario, los vestigios del derrame siguen estando allí. Biólogos, ambientalistas y vecinos aseguran que basta remover un poco la arena para encontrar restos de hidrocarburos; que tanto el agua del río como las napas quedaron contaminadas y que el ecosistema ribereño nunca volvió a ser el que era antes del derrame de Shell.

Y lo mismo podría decirse de la población. Tras una larga y desgastante batalla judicial por exigir una reparación, en Magdalena subyacen amargos resquemores entre los que aceptaron las pequeñas indemnizaciones individuales ofrecidas por Shell y los que apostaron a un resarcimiento general; pero también entre quienes quisieran olvidar de una maldita vez el asunto y quienes reclaman su derecho a que la empresa reconozca al menos el daño que les causó.

TODO PARECE OLVIDADO, PERO…

“Si quiere hablamos pero a mí no me mencione (...) Porque acá parece todo olvidado hasta que sale algo en el diario y esto empieza a ser un tocadero de timbre: de pronto todo el mundo quiere saber si alguien más cobró o si vamos a cobrar”, dice una vecina de Magdalena que ha sido durante años una de las caras visibles del reclamo judicial. Propietaria de un emprendimiento comercial muy ligado al balneario, la caída del turismo que devino al derrame de petróleo dejó a su familia en una situación delicada.

“Fueron años realmente muy duros para nosotros porque además coincidieron con la crisis económica en la que caía por entonces el país -cuenta-. De un día para otro no sólo dejamos de tener ingresos sino que tuvimos que empezar a sostener de nuestro bolsillo a los empleados, y encima de eso cubrir entre unos pocos vecinos los honorarios de escribanos y peritos para demostrar ante la Justicia el daño que nos causó Shell”.

“Desde el principio fue una pelea muy ingrata. Algo que tendría que habernos juntado a todos en la plaza pasó como una cosa más… si hasta hubo que salir a buscar a la gente a su casa para decirle que tenía derecho a reclamar. E incluso así muchos no querían saber nada con un juicio porque tenían miedo de perder y que Shell se quedara con sus casas”, recuerda la mujer.

De ahí que después de una década y media sin lograr siquiera que la empresa contestara la demanda judicial presentada por un grupo de 400 vecinos, ella, lo mismo que muchos habitantes de Magdalena, asegura hoy que no está dispuesta a perder un año más. “Hace ya tiempo que con mi marido resolvimos dejarle la pelea a la Justicia: si alguna vez se consigue cobrar algo lo harán nuestros bisnietos –dice-. Lo único que espero es que no quede todo así no más”.

UNA CRUZADA SOLITARIA

Uno de los pocos habitantes de Magdalena que no tiene problemas en expresar abiertamente sus opiniones con respecto a la forma en que se manejó la catástrofe es Leonardo Fediuk. Después de todo no existe nadie en el pueblo que no conozca su posición. Y es que este joven abogado -que tenía 17 años cuando se produjo el derrame y vio cómo varios de sus amigos eran contratados para juntar el petróleo a baldes- es el principal responsable de que el Municipio nunca haya podido cobrar los 9,5 millones de dólares ofrecidos por Shell para ponerle al tema un punto final.

Cuando en 2009 la Asociación de Abogados Ambientalistas de Argentina cuestionó la validez del plebiscito convocado por el Municipio de Magdalena para levantar su reclamo judicial a cambio del dinero ofrecido por Shell y salió a decir que bastaba un solo vecino para impedirlo, Leonardo decidió que ese vecino iba a ser él.

“Tenemos un desastre ambiental cuyos efectos persisten y existe una Ley de Medio Ambiente que es de orden público, lo que significa que está por encima de cualquier arreglo entre partes. Por eso, aun cuando hayan querido convalidarlo con un plebiscito popular, el acuerdo entre el Municipio y Shell carece de toda validez”, sostiene Fediuk, quien reclama ante la Justicia su nulidad.

Lo cierto es que más allá de sus argumentos legales, la cruzada solitaria que lleva adelante este vecino se basa en un planteo elemental: “si realmente el derrame no produjo ningún daño, como sostiene Shell, cómo se explica entonces que una multinacional tan poderosa esté dispuesta a regalar 9,5 millones de dólares en un acuerdo extrajudicial. Lo llamativo en todo caso no es que la empresa lo intente sino que el Municipio esté dispuesto aceptarlo a cambio de dormir el tema en un cajón”, dice Fediuk.

Si bien no podría asegurarse que las autoridades municipales de Magdalena, como afirma el vecino, quieran “dormir el tema”, lo que es seguro es que no parecen interesadas en hablar de él. A pesar de haber sido invitadas a participar de esta nota, nunca respondieron la consulta hecha por el diario ni brindaron tampoco ninguna explicación.

“NI EQUIPOS NI PLANES”

“El daño que sufrió el ambiente nunca fue justipreciado correctamente en el plano judicial. Después del derrame, la costa de Magdalena nunca volvió a ser la misma”, sostiene Alejandro Meitin con sobrada autoridad. Miembro fundador de Ala Plástica -una ONG artística ambiental que desde el primer momento se involucró en el desastre-, no sólo ha impulsado importantes estudios científicos sobre su impacto sino que aún hoy continúa llevando el caso a diversos foros a nivel mundial.

“Como demostró el último estudio que hicimos con investigadores de la UNLP y la Universidad de Montevideo, la catástrofe produjo una alteración en la sucesión ecológica del humedal. Porque si bien ahora se ven plantas, hay lugares donde los juncales desaparecieron por completo y en su lugar fue creciendo otro tipo de vegetación”, explica Meitin. “El daño que sufrió el ambiente nunca fue justipreciado correctamente en el plano judicial. Tras el derrame, la costa de Magdalena nunca volvió a ser la misma”

“Lo penoso es que la recuperación emprendida por Shell fue tan dañina como el derrame en sí –asegura-. En su intento por borrar rápidamente todo rastro del petróleo, metieron maquinaria pesada en la playa para levantar el sustrato de arena con lo cual terminaron arrancando de cuajo tallos, raíces y rizomas en una gran franja de vegetación”.

Con todo, menciona el ambientalista, “el daño que produjo el derrame fue más allá de los 16 kilómetros de costa empetrolada. La disolución de semejante cantidad de hidrocarburos en el agua produjo un deterioro en la calidad del río que hemos padecido durante años las 15 millones de personas que tomamos agua de él”.

Pero tan preocupante como el daño causado es el panorama que enfrentamos hoy, advierte Meitin: “Después de todos estos años no se han desarrollado equipos ni planes de contingencia para hacer frente a un eventual derrame de petróleo en el río. Si ocurriera otro accidente como el que hubo hace quince años, tampoco hoy se podría atenuar su impacto ambiental”.


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