Se “divierten” al filo de la asfixia

Una peligrosa acción de provocarse desmayos es usada como divertimento por muchos adolescentes

ALUMNOS DE PRIMER AÑO DE UN COLEGIO DE PINAMAR JUEGAN A PROVOCARSE DESMAYOS

Un chico de doce años se para frente al pizarrón de su aula, entregado a lo que consideraría una hazaña. Un compañero lo filma, mientras otros dos lo presionan en el pecho hasta desmayarlo. Tirado en el suelo vienen las convulsiones. Sus amigos lo reaniman. Todos ríen. A diferencia del intento fallido de la semana anterior, esta vez les salió la humorada. Lo llaman “el juego de la asfixia” y se convirtió en una peligrosa moda entre los adolescentes.

Este caso ocurrió entre los alumnos de primer año de una escuela secundaria de Pinamar. Salió a la luz después de que la madre (Elsa Campos) del chico desmayado descubriera el video y presentara una denuncia ante la fiscalía de la localidad. Pero este no fue un hecho aislado, la moda de provocarse el desmayo prende entre los adolescentes.

En internet abundan los videos: son jóvenes que se estrangulan o se presionan fuertemente en el pecho hasta perder el conocimiento. Lo consideran un juego que los divierte y, según parece, todos los participantes se someten voluntariamente.

UN JUEGO PELIGROSO

La neuróloga Lidia Giannoni advierte sobre la peligrosidad de esta práctica: “Lo más leve que les puede pasar es lograr el desmayo que buscan, que sería una pérdida de conocimiento por una disminución de oxígeno. Pero también se pueden morir por interrupción de la respiración”, dice la especialista.

El límite entre un desmayo y la muerte es relativo y dependerá de variables como la intensidad de la opresión, el tiempo durante el que se provoca la asfixia y la predisposición de cada persona: “No es lo mismo un chico sano que un asmático o uno que tiene tendencia a desmayarse”, explica la neuróloga, y agrega que también se pueden generar “daños neurológicos irreversibles” como trastornos en la orientación, en el habla, en la redacción, en el aprendizaje o en la conducta.

“Esta es una acción más de los jóvenes que pone en evidencia el reclamo que nos están haciendo. Es un llamado de atención: los chicos necesitan jugar con la muerte porque el aquí y el ahora, y el accionar sano en conjunción con la vida no les alcanza”, dice la psicóloga especialista en adolescentes Susana Machado García, y agrega: “Muestran una necesidad imperiosa de colocarse en una actitud de riesgo. Muchos no tienen interés por la vida porque no tienen proyectos. Como no sienten entusiasmo por nada buscan un placer mayor, que en este caso alcanzan mediante el aumento de la adrenalina”.

La idea de asfixiarse como divertimento no es nueva entre los jóvenes. En 2010, en la provincia de Salta, murieron ochos adolescentes ahogados con corbatas, bufandas o sogas. Según se dijo en ese momento, las muertes habrían sido accidentales. Los chicos buscarían sentir la euforía que se alcanzaría en los instantes previos a la pérdida del conocimiento.

En cuanto al caso más reciente, en Pinamar, Elsa Campos contó que su hijo y los compañeros habrían copiado la idea de otros adolescentes que jugaban de esta manera en la calle. Luego de verlos quisieron probar la “hazaña” en el aula.

La primera vez que lo intentaron no lograron el desmayo, recién lo consiguieron a la semana siguiente. Y en esa ocasión su hijo se había postulado para la prueba, que finalmente quedó registrada en el video que circula en internet.

El chico sufrió convulsiones, pero está fuera de peligro. Todavía no se conocen los resultados de los estudios clínicos a los que fue sometido. Su mamá contó que estuvo medicado hasta los ocho años por un problema cardíaco.

En tanto, en el colegio Corbeta Uruguay - de Pinamar - que en un principio habrían pedido “discreción”, decidieron suspender a los cinco chicos que participaron del peligroso juego, incluido al hijo de Campos.

El psicólogo José Sahovaler, coordinador del departamento de niños y adolescentes de la APA (Asociación Psicoanalítica Argentina), sostiene que los adolescentes “no tienen registro del peligro” y juegan con el riesgo: “Necesitan encontrar el límite. Cuando se dan cuenta de que se pueden morir, recién ahí paran”.

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