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Buscan pastillas para controlar el amor

Tras descifrar los mecanismos químicos del enamoramiento algunos ensayos intentan intervenir sobre él planteando así un complejo escenario moral

16 de Noviembre de 2014 | 00:00
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LA CIENCIA HA IDENTIFICADO YA NUMEROSOS MECANISMOS NEUROQUÍMICOS RELACIONADOS CON LA EXPERIENCIA DEL AMOR QUE CONSIDERA PASIBLES DE INTERVENCIÓN TANTO PARA RECREAR SUS EFECTOS COMO PARA CONTRARRESTARLOS.
LA CIENCIA HA IDENTIFICADO YA NUMEROSOS MECANISMOS NEUROQUÍMICOS RELACIONADOS CON LA EXPERIENCIA DEL AMOR QUE CONSIDERA PASIBLES DE INTERVENCIÓN TANTO PARA RECREAR SUS EFECTOS COMO PARA CONTRARRESTARLOS.

Por NICOLAS MALDONADO

Hace tiempo ya que los avances médicos no sólo están dirigidos a restituirnos la salud sino también a mejorar nuestra condición humana, ya sea alargándonos la vida, brindándonos mayor vitalidad, ayudándonos a estar más satisfechos con nuestro cuerpo... Las cirugías estéticas, los anticonceptivos, la fertilización asistida y el viagra son algunos ejemplos de esta transformación que ha llevado a que la medicina termine hoy interviniendo en los más diversos acontecimientos de nuestra vida, desde el nacer hasta el morir. Sin embargo uno de ellos parecía destinado a quedar al margen de ese avance; al menos hasta ahora: el amor.

De la mano de las neurociencias y la cartografía del cerebro se han venido realizando en los últimos años numerosos hallazgos científicos que permiten entender mejor la experiencia del amor. Algunos de esos estudios muestran, por ejemplo, que existen paralelismos entre los efectos de algunas sustancias adictivas y el estar enamorado (ambos activan el sistema de recompensa del cerebro y ambos hacen que nos olvidemos de todo lo demás), por lo que comparar al amor con una droga no sería solo un cliché.

La cantidad de investigaciones y hallazgos en este campo llevan a pensar que tal vez no pase demasiado tiempo antes de que la medicina logre intervenir también sobre el amor. Las posibles aplicaciones sobre las que ya se está trabajando van desde una pastilla para desenamorarse hasta una droga que recrearía los efectos del enamoramiento para que algunas parejas puedan mantener felices y unidas durante muchos años más.

Pero si bien resulta científicamente posible desarrollar este tipo drogas, ¿éticamente también lo es? “¿Debemos intervenir sobre la pasión amorosa como lo hicimos ya con la sexualidad, el nacimiento y la reproducción?”, se pregunta el doctor José Alberto Mainetti, titular de la cátedra de Filosofía Médica de la Facultad de Ciencias Médicas de La Plata y el organizador de una jornada de bioética que abordará por primera vez la compleja temática del amor. Como él mismo se responde: “la biotecnología está avanzando de tal forma sobre el amor que es necesario adelantarse a posibles escenarios cuestionables desde el punto de vista moral”.

MODELOS AFINES

Lo que se observa en las últimas investigaciones médicas sobre el amor interpersonal es que “sus mecanismos biológicos son coherentes con la descripción que hace de él el modelo psicológico y también la tradición filosófica. En otras palabras, que existen procesos neuroquímicos identificables que se corresponden tanto con la libido o eros (el deseo amoroso), como con la intimidad o filia (el cariño por el otro) y el compromiso o apego”, explica el doctor José Alberto Mainetti.

“Pero lo que se ha visto además es que resulta posible intervenir sobre cada uno de esos mecanismos biológicos. Porque así como se puede actuar sobre la atracción sexual, por medio de hormonas y neurotransmisores como la dopamina, la serotonina y la adrenalina, también se ha comprobado la posibilidad de intervenir químicamente sobre el apego”, señala el médico bioeticista, quien relata un experimento que logró confirmarlo años atrás.

Al investigar los efectos de la oxitocina, la llamada molécula del amor, investigadores de la Universidad de Harvard, observaron que su concentración alteraba el comportamiento de dos especies cercanas de roedores que se distinguen porque una es monógama y la otra polígama. “Concretamente vieron que transfundiendo esta hormona de una especie a otra era posible hacer que ratones polígamos se volvieran monógamos”, explica.

“En suma -dice Mainetti- existen suficientes elementos para auspiciar que se avecinan cambios importantes y que el amor también va a ser objeto de intervención. El punto es con qué propósito y en qué casos se debe o no intervenir”. Y es que una pastilla para desenamorarse podría ser usada tanto para ayudar a una persona que sufre un amor patológico como para sacar de la competencia amorosa a un eventual rival.

QUIMICA DEL ENAMORAMIENTO

Uno de los hallazgos más notables que se han hecho al analizar médicamente el fenómeno del amor consiste en haber comprobado que las regiones de nuestro cerebro que se activan cuando nos enamoramos son similares a las que dispara el amor maternal. Pero además que esa regiones varían en forma significativa entre el hombre y la mujer.

“A partir de resonancias magnéticas se ha visto que las áreas del cerebro que tienen particular actividad cuando alguien experimenta un amor romántico se superponen con las observadas en el caso del amor maternal. Pero además, que las regiones cerebrales que se activan durante el enamoramiento difieren entre el hombre y la mujer”, explica el doctor Manuel Suárez Richards, médico psiquiatra y consultor de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNLP.

“Mientras que en el varón hay más actividad en una región asociada con la atracción visual y la tumecencia peneana; en las mujeres, interviene otra área que se relaciona con la atención, la memoria y los sentimientos; lo que explicaría el hecho de que ellas suelan estar más interesados en los aspectos románticos del amor”, comenta.

En cualquier caso -señala el psiquiatra- los mecanismos químicos serían similares en unas y otros. “Al principio del enamoramiento nuestro cerebro se inunda de feniletilamina, una sustancia que es responsable de las sensaciones y cambios fisiológicos, como la taquicardia o la ruborización. En respuesta a ella aparece la dopamina, que es la que nos ayuda a focalizar la atencion en esa persona. Y cuando aumenta el nivel de esta sustancia, produciendo falta de sueño, euforia y exaltación, aparece la noradrenalina, que tiene un efecto parecido. Concomitantemente disminuye la serotonina, que es la que provoca los pensamientos recurrentes”, describe Suárez Richards.

Pero la base química también encuentra diferencias entre el hombre y la mujer. “De la misma forma que en las mujeres aumenta la oxitocina, en los varones lo hace la vasopresina, dos sustancias que ayudan a que el deseo devenga en apego. Pero a su vez, mientras que en ellas aumenta la testosterona, en nosotros baja: lo que ayudaría a que ellas se vuelvan más osadas y nosotros más permeables”, dice.

PELIGROSAS DERIVACIONES

Así como se conoce ya la existencia de numerosas sustancias que inhiben el deseo sexual (como las estatinas, los hipotensores, el finasteride, el alcohol...), “la ciencia ya está intentando desarrollar una droga específica para desenamorarse. Es lo que llaman la pastilla Anti-love, una medicación que ayudaría a librarse de un amor perjudicial, como el que sienten algunas mujeres golpeadas por sus parejas que las maltratan o incluso el amor por el líder de una secta religiosa”, explica el doctor Suárez Richards.

“Pero lo cierto es que las investigaciones para este tipo de desarrollos tienen otras posibles aplicaciones, lo que hace que exista ya una corriente bioética que se opone a la eventual manipulación médica del amor”, señala el médico.

Lo mismo menciona Mainetti al contar las posibles derivaciones que se prevén en torno a una eventual droga capaz de potenciar o suprimir el amor. “Muchos temen que la misma ciencia utilizada para manipular el amor también serviría para manipular el odio; lo que daría lugar a personas incluso más crueles y vengativas de lo que los seres humanos somos de por sí”.


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