Cada vez más padres hacen amigos en la puerta del cole

LA PUERTA DE LA ESCUELA: LUGAR DE ENCUENTRO DE MAURO Y GASTÓN

Por YAEL LETOILE

No soy la ´madre-puerta-de-la-escuela´, si hay un tipo de mamá así. Por esas cosas de la vida y del trabajo, en el reparto de las tareas del hogar, la misión le tocó a mi pareja. Cuando por excepción me corresponde retirar a mis hijos, las maestras me miran raro hasta que las tranquilizo: “soy la mamá”, y les sonrío como si nos conociéramos de toda la vida.

Será por eso que cuando surgió esta nota -sobre las amistades nacidas en la puerta del colegio de los chicos- me pregunté: ¿qué sé yo de estas relaciones? ¿Cómo es posible hacerse amigos en ese raid cotidiano que es: llegar-a-la-hora-dar-les-el-beso-correr-a-otro-destino? ¿Quién puede encontrar contención en esos cinco minutos dominados por el ruidoso carretear de decenas de mochilas en la vereda y autos en doble fila?: “Hacele caso a la maestra y prestá atención; ¿Cómo te fue, hijito? Vamos que mamá está apurada”.

Así las cosas, hablé con mi pareja, puse un S.O.S en Facebook, y consulté a amigos de amigos. Y a que no saben qué: son muchos, de dos, de grupos, de papás (sí, y cada vez más), y de mamis, claro está. La amistad, cuando los hijos van al colegio, se muda a la puerta de la escuela. Porque cada vez más, las actividades de los más pequeños cambian la agenda y hasta las relaciones de los adultos. Y entonces, las amigotas con que salimos a cenar o bailar o los amigos que comparten asados, fútbol y, hasta emprendimientos laborales, nacen ahí bajo ese familiar sonido del timbre ¿Piensa que exagero? Veamos.

SEÑORES PAPIS

Usted pensaba que la puerta de la escuela era cosa de mujeres: mamás, abuelas, cuidadoras. Pues ya no. Cada vez más los hombres se ocupan de distintos quehaceres relacionados con el hogar y el cuidado de los chicos, tanto que hasta la televisión se ocupó de retratarlos en la afamada serie Señores Papis. Suerte para mí, suerte para todas.

En esos menesteres se conocieron los hoy amigos y socios Matías Cepeda (41), Raúl Finkel (52) y Mariano Suriani (40). En rigor, fue así: Matías, músico y productor de sonido, ya había hablado con Mariano, empleado y productor audiovisual, un día de junio de 2010 en la Plaza Alsina, mientras su hijo Astor, de entonces 4 años, y los hijos que éste comparte conmigo, Lara y Luca, de 4 y 2, jugaban juntos. “Hablamos de política”, recuerda hoy Cepeda, “y viste cómo es cuando no conocés al otro y vas tanteando, y coincidíamos en mucho”.

Después empezaron a encontrarse habitualmente en la puerta del jardín, el Nº 929, de 2 entre 37 y 38, donde a su vez conocieron a Raúl, docente y papá de Nicolás, de 4 años en ese momento, que había conversado con Mariano en algunas oportunidades. “Creo que lo que profundizó el acercamiento fue el gusto por el cine”, reflexiona Finkel, “y compartir las cosas de los chicos: porque necesariamente te empezás a organizar”.

Hubo una acción concreta vinculada a “los pibes” que fue hacer el video `Un día en el jardín`, una especie de documental que selló la amistad, coinciden todos, pero además una trascendencia vinculada a los intereses propios. “Un día nos vimos compartiendo cuestiones de cine y música que nos interesan a los tres y que hacen que la relación vaya más allá de los chicos”, asegura Suriani.

El intercambio que originaron los niños dio sus frutos: en 2012, Finkel, Suriani y Cepeda armaron una productora audiovisual en la que trabajan actualmente. “Los chicos generan los cruces, uno comparte con decenas de personas, y con algunas construye vínculos que van más allá”, sostiene Finkel.

EL PROFESOR DE AJEDREZ

La historia de Mauro Kusminsky (39), comerciante y pintor platense que vive en Capital y de Gastón Varone, arquitecto, fue similar: papá de Marco de 6 años, y papá de Julia, también de 6, respectivamente, se conocieron en la puerta de la escuela nº 15 de Saavedra, porque ambos se encargan de llevar y traer a sus hijos a la escuela. “Me llamó la atención y me resultó simpático que llevara a la nena en bicicleta, algo que pocos hacen en la ciudad”, explica Mauro, “y también coincidimos en una jornada para arreglar la escuela”.

Después pasó algo tan extraordinario como divertido. Por la relación que mantenían, Gastón sabía que a Mauro le gusta jugar al ajedrez y sabe bastante. Entonces avisó a los papás de la escuela que éste daría clases a los chicos durante las vacaciones de invierno. “Me enteré cuando me llamó una mamá para coordinar”, cuenta Kusminsky, a quien no le molestó el atrevimiento. “Durante dos semanas di clases a unos 10 nenes en la casa de Gastón con unos tableros que conseguimos y de a poco los chicos empezaron a mover las piezas”.

Para brindar por haberse encontrado, Mauro y Gastón hicieron un asado en el que presentaron a las mujeres y, de ahí en más, comparten mucho más que los nenes en la escuela: juegan al fútbol con los amigos de Gastón, local en Buenos Aires, compran carnes exóticas, de ciervo y otras que Mauro se ocupa de retirar en su auto y aprovechan exclusivas ofertas de vino que consigue el citadino, fanático del buen vino. “El otro día me consiguió por internet un Dante Robino a mitad de precio”, agradece Mauro.

De los embotellamientos, la vorágine diaria y el eco de la estampida de mochilas, ellos no se quejan: “la puerta de la escuela es un momento lindo en el que sentís que estás haciendo algo por tu hijo y donde todos están en la misma”, reflexiona Kusminsky, “y además te pone en contacto con las maestras, la directora, los porteros y te permite poder ayudar desde el lugar de papás”.

ELLAS, LAS PRECURSORAS

Como mami segregada de las instancias de intercambio con mis pares, léase las mamás y papás de la puerta de la escuela, yo creía -me contentaban, por cierto– la versión pesimista de la vida Según Roxi, la serie que conquistó al gran público a través de Internet, y que cuenta las peripecias de una madre progre y moderna: “dicen que no hay nada más contenedor que estar entre pares. Con ese criterio ningún lugar debería ser mejor para una mamá que la puerta de la escuela de los chicos. El problema es que se juntan pero para mentir, exagerar, criticar y juntar plata para cosas. Me cuesta tanto ir a la puerta del jardín!”, se queja la protagonista.

Nada encontré de eso. Atribuí esa falta de capacidad crítica a la mirada naif de los recién llegados a la actividad –papis optimistas-, pero hablar con ellas, las mamás, fue igualmente frustrante: la puerta de la escuela, mi querida Roxi, está buena. Si no mire a Patricia Rincón (40), dos hijos, Juan Cruz de 14 y Brunella de 8, dos escuelas distintas, ¡dos puertas!, y dos grupos de mamás con los que sale a comer, comparte fines de semana de asado y pileta, y hasta fiestas de disfraces.

Carolina, Marilu, Naty, Anabella y Patricia (ver foto) son “Las guapas del San Vicente”, el grupo de Whats App que mantiene comunicadas a estas mamás del 3º del colegio ubicado en diagonal 80. Por esa vía organizan salidas, festejos de cumpleaños y despedidas de año desde el primer grado de los nenes. “Somos muy amigas, compartimos muchas cosas y todo arrancó por la afinidad de nuestras hijas, que se invitaban a jugar”, cuenta Patricia, que es empleada y vende indumentaria.

ALMAS GEMELAS

A poco de separada, Natalia Maure (36) estaba en la puerta del jardín de Moreno cuando María Julia Losa (34) le dijo algo sobre las golosinas que le gustan a Lihué, el nene de ella. “Era la última sala del jardín maternal, los chicos tenían dos años”, recuerda hoy Maure, empleada y artista plástica “se hicieron amigos porque son muy revoltosos”, ríe.

Dio la casualidad de que María Julia también estaba separada y, quizás por eso, coincidieron más. “Compartíamos la puerta de la escuela, los chicos eran muy amigos, yo ya estaba separada, ella también, y se empezó a dar esa cosa de chicas solteras”, relata Losa, ahora preceptora y gestora. Por entonces ella estaba sin trabajo, el nene muy chico y “la vida social me llegaba por ahí”, dice. Maure agrega: “los nenes conectaron desde el juego, nosotros por los rollos”.

Hubo un detalle que a Natalia la conmovió: el obsequio que Lihué le llevó a Moreno para el cumpleaños: un pizarrón hecho artesanalmente por el nene con una tarjeta dedicada. “Nosotros no tenemos mucha plata”, se excusó María Julia aquella tarde, “a mí me encantó”, cuenta su amiga. Después vinieron las salidas, y el compartir el gusto por la música y los recitales. “Disfrutamos de bandas como Son Perú (afro peruana) o La Delio Valdez y, como Natalia oficia de cobradora de entradas del grupo afroperuano, yo la acompaño y la pasamos muy bien”, precisa Losa.

Las mamás y papás exagerados o criticones de la serie Según Roxi, no se juntan en las escuelas de estos papis. Todos encontraron en cada una de ellas “un lugar de contención”, “la ventana para entrar al mundo de mi hijo un rato”, “un espacio donde te cruzas con muchos y construís con algunos”. Un ámbito donde, cada vez más, uno encuentra grandes amigos. Ustedes aprovechen, yo, por ahora, me lo pierdo.

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