La mirada desde la psicología

Desde lo evolutivo freudiano hay un tiempo donde se organizan cuestiones del desarrollo que podemos situar con relación al tema del ahorro. Aproximadamente entre los dos y cuatro años podemos decir que se reorganiza la libido con lo que supone luego el ejercicio de la retención y el dar. El uso del dinero, su valor de intercambio.

Por otro lado no podemos dejar de situar lo histórico. Pues siendo descendientes de inmigrantes “la cultura del ahorro” - por supuestos inmersa en los mandatos del capitalismo- ha sido una marca muy fuerte en la mentalidad de nuestros tátara, bisa y abuelos. Ya la generación de nuestros padres hacia la nuestra, contó con un cambio con respecto a la actividad bancaria. Y el modo de consumo (tarjetas de créditos, cuotas, promociones, etc.).

Actualmente, observo en mi consulta con niños y adolescentes, algo que se relaciona con el esfuerzo y el objetivo a largo plazo. Es una preocupación para las escuelas y padres de nuestro tiempo, por qué los chicos soportan tan poco umbral de espera o no pueden sostener un proyecto, no saben aun teniendo mucho más qué desean. Hacia dónde ir y cómo lograrlo. Y creo que se conecta con estos cambios, para nada es un sólo efecto, es una cuestión multicausal; pero el poder proyectar y organizarse para diversos objetivos o deseos puede ser problemático hoy cuando ayer era considerado casi “la alternativa” de crecer y mejorar.

No es que ayer fue mejor, ni hoy es malo. Es distinto, dadas las condiciones históricas, políticas y económicas que han producido cambios en la subjetividad.

Supongo que más allá de si se puede o se debe enseñar la cultura del ahorro o no en la escuela, son transmisiones más complejas y profundas que contienen esto descripto y el proceso en el que como adultos estamos inmersos. Nuestro propio pensar y obrar.

El ideal cristiano sacrificial plasmado en el ahorro tenía también la consecuencia de gente que trabajaba para dejar el dinero a sus hijos por lo que ellos no habían tenido, reteniéndolo incluso hasta su muerte, sin ser usado.

Las maneras actuales incluyen gastarlo en placeres considerados anteriormente como más efímeros que el inmueble. Por ejemplo, viajar, mayor confort, paseos. El TV no se cambia porque no anda sino porque mejora la oferta tecnológica del mercado y se quiere uno mejor.

Los niños aprenden de nuestro decir, y de nuestro acto. Pienso que es un momento donde además de económicamente haberse ampliado y complejizado el consumo y aquello que queremos lograr, no somos felices, no alcanza!... No estamos satisfechos... Allí está el punto a interrogar, y poder repensar al criar y educar.

Me parece que la idea es ver cómo el deseo circula en la cultura.

Silvia Russo
psicóloga (matrícula 81.327)

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