El problema no está en el esquema, sino en la actitud

Se habló toda la semana del 4-3-3, pero ayer la gran falencia fue la falta de dinámica

ES CIERTO QUE IRÁN SE DEFENDIÓ, POR MOMENTOS, CON DIEZ JUGADORES. PERO ARGENTINA NO TUVO FIBRA PARA ROMPER ESA MURALLA

Por MARTIN CABRERA

D espués del flojo rendimiento contra Bosnia, Lionel Messi públicamente pidió jugar con un esquema más ofensivo: 4-3-3. Toda la semana la patria futbolera se dividió en debates sobre qué era lo que más le convenía al equipo. Alejandro Sabella tomó nota. O tal vez siempre pensó en jugar así contra Irán. A esta altura, poco importa, porque el equipo jugó igual o peor que en el debut, dejando en claro que el problema de Argentina no está en los esquemas, sino en la actitud de sus jugadores.

Los 4 fantásticos (Di María, Agüero, Messi e Higuaín), los que deslumbran en las principales ligas de Europa, a los que quieren ver los hinchas dentro de la cancha, los que supuestamente van a llevar a la Selección a la final... fueron un fiasco y sólo el golazo del capitán pudo hacer borrar una imagen de las más grises de todo el ciclo.

Si la foto final será la maravilla de Messi, no hay debate posible. Argentina ganó su segundo partido consecutivo, se metió en octavos y ahora espera por Suiza o Ecuador. Pero la mirada debería ir más allá.

Gonzalo Higuaín y Sergio Agüero nunca estuvieron en partido. Lentos, displicentes, fuera de ritmo. Hasta se los vio distraídos en algunas jugadas. Como habrá sido de notorio el bajo rendimiento de ambos que con los ingresos de Pocho Lavezzi y Rodrigo Palacio el equipo pareció otro. ¿Será por eso que Sabella no había querido jugar con el Pipa en el debut?

Lo de Di María fue parecido. Ni la sombra del crack que la rompe en el Real Madrid. Pocas veces prevaleció en el uno contra uno y por la banda izquierda el que terminó siendo más preponderante fue Marcos Rojo. ¿Cómo se explica?

A Messi es difícil incluirlo en ese cuarteto. Como decía alguien en Twitter, “el peor de la cancha hizo un golazo para demostrar que es el mejor”.

Pero hasta el minuto 46 del segundo tiempo no estuvo en partido, ni siquiera con la presencia de Fernando Gago que siempre lo busca para ser primera opción y ni siquiera con el esquema que había reclamado fue el jugador que necesita el equipo. Poco comprometido, errático, fastidioso... Iba directo a la hoguera hasta que frotó la lámpara y apagó el incendio futbolístico.

NI OFENSIVO NI DEFENSIVO

El equipo jugó mal durante 70 minutos. En algunos pasajes, muy mal. No tuvo vocación ofensiva ni la forma de romper con la muralla defensiva iraní.

En gran parte del partido la Selección equivocó los caminos. Tuvo en Marcos Rojo a su jugador más desequilibrante. Al menos, con empuje llevó la pelota hasta el fondo por el extremo izquierdo. Pero como si nadie lo notase dentro de la cancha, tiró un centro tras otro al corazón del área, zona despoblada de argentinos. ¿Para qué?

De todos modos, el aspecto más preocupante fue el defensivo, porque ante un equipo ultradefensivo como Irán la Argentina sufrió. Por suerte tuvo en Romero a su mejor jugador (salvó dos jugadas claras) y sufrió con un penal no cobrado para Irán.

Ojalá que lo mostrado hasta el momento sea el descanso del guerrero, que el equipo esté regulando sus fuerzas y que a partir de octavos de final los jugadores empiecen a jugar con la intensidad que amerita un Mundial. Y con la jerarquía que tienen. De lo contrario, no siempre va a aparecer Messi y los rivales no serán como Irán.

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