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Padres e hijos: se hace más difícil poner límites

Es una tendencia que observan psicólogos y docentes. Lo atribuyen a que los chicos aspiran a tener autonomía a edades más tempranas y copian en forma precoz comportamientos de adultos

20 de Julio de 2014 | 00:00
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LA TRAGEDIA OCURRIDA EN HERNÁNDEZ, DIAS ATRÁS, CUANDO UN AUTO CONDUCIDO POR UN CHICO DE 13 AÑOS CHOCÓ CONTRA UN COLECTIVO EN UN ACCIDENTE QUE DEJÓ EL SALDO DE UN MUERTO, INSTALÓ EL DEBATE SOBRE LOS ACCIDENTES CON CHICOS AL VOLANTE, UN FENÓMENO CADA VEZ MÁS FRECUENTE
LA TRAGEDIA OCURRIDA EN HERNÁNDEZ, DIAS ATRÁS, CUANDO UN AUTO CONDUCIDO POR UN CHICO DE 13 AÑOS CHOCÓ CONTRA UN COLECTIVO EN UN ACCIDENTE QUE DEJÓ EL SALDO DE UN MUERTO, INSTALÓ EL DEBATE SOBRE LOS ACCIDENTES CON CHICOS AL VOLANTE, UN FENÓMENO CADA VEZ MÁS FRECUENTE

Hace pocos días una tragedia que tuvo como protagonista a un menor al volante conmovía a la Ciudad: un chico de 13 años, al comando de un auto en el que viajaba un grupo de adolescentes de entre 15 y 20 años chocó contra un colectivo en Hernández. Por el hecho falleció el tío del menor que manejaba, de 19 años , quien viajaba en el rodado y resultaron heridos el conductor del colectivo y un pasajero. Según se supo, el chico se llevó el auto sin permiso y manejaba a gran velocidad cuando se produjo el accidente. Dos días después otro caso trágico provocado por un menor al volante enlutaba a Mendoza, cuando un chico de 11 años puso en marcha el vehículo de su padre sin permiso y atropelló a su hermano de un año y medio, que jugaba delante del rodado.

Son apenas dos casos dentro de un fenómeno que no para de crecer: el de los accidentes de tránsito provocados por chicos que se apoderan de los autos de sus padres, con o sin permiso. Y se enmarca dentro de otro fenómeno más general: el de chicos que buscan “hacer cosas de grandes” a edades cada vez más tempranas mientras los padres no aciertan a poner límites que podrían evitar una tragedia.

Para los especialistas, este fenómenos se asocia, fundamentalmente a dos factores: una cultura cada vez más consumista que desdibuja los límites entre generaciones e impulsa a los chicos cada vez de manera más temprana a consumos de adultos (desde teléfonos inteligentes a una fuerte incidencia en la selección, por ejemplo, del auto familiar) que no sólo pretenden, sino que muchas veces logran con el consentimiento de los adultos.

Esa tendencia se cruza con otra, que encuentra a padres y abuelos con dificultades cada vez más serias para poner límites. Esas dificultades, que antes aparecían en la adolescencia de los menores, se revelan cada vez a edades más tempranas.

“Estamos viviendo un momento en que las ambiciones de autonomía de los chicos aparecen más temprano y los padres se retiran antes de las responsabilidades que les corresponden”, dice el antropólogo platense Héctor Lahitte.

Son muchas las razones que inciden en la conducta de los adultos: el agobio por otras obligaciones y el atribuirles a los chicos capacidades que todavía no tienen son dos de ellas, que fueron destacadas oportunamente a este diario por el psicólogo Pedro Bugani, fundador de la primer Escuela Para Padres que funcionó en La Plata.

Lahitte elige hablar de una “alteración de la relación entre padres e hijos que se produce en la actualidad, según la cual los padres pretenden ser amigos de sus hijos rompiendo una premisa básica de la antropología, que dice que los padres están para poner el limite, enseñar la norma y establecer deberes y obligaciones”.

Entre las conductas “de grandes” a las que aspiran precozmente los chicos, se cuentan la apertura de cuentas propias en las redes sociales antes de la edad permitida (los 13 años), el uso de teléfonos inteligentes que les permiten conectarse con esas redes, el uso de pirotecnia y el de elementos como los cuatriciclos, vehículos que son considerados tanto por padres como por chicos como un “juguetes” y que en los últimos veranos estuvieron asociados a tragedias protagonizadas por menores.

En enero, un nene de 10 años murió en Pinamar cuando viajaba en un cuatriciclo manejado por su primo de 15. Los cuatriciclos sólo pueden ser conducidos a partir de los 16 años. Un año antes un chico de 11 años quedó en estado de coma cuando manejaba un cuatriciclo que chocó contra otro en las mismas playas. Como acompañante del menor viajaba su propio padre. Sólo a lo largo del último verano las autoridades de Pinamar detectaron a más de 800 menores manejando cuatriciclos antes de la edad permitida. Y el ministro de Transporte Florencio Randazzo pidió a los padres que actúen con responsabilidad, “No podemos poner a un agente de la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV) al lado de cada padre”, destacó.

Para el antropólogo Héctor Lahitte “es el hogar el primer ámbito donde se deben explicar las responsabilidades que conlleva el manejo de un automóvil. Sin embargo esto no sucede. Por el contrario, el mensaje que se transmite sobrevalora al automóvil y se lo asocia antes con la exhibición y con el poder que con la conciencia de los peligros que conlleva el acto de manejar. Y son muchos los padres que promueven que los chicos manejen mucho antes de estar habilitados para tener un registro; es bastante común, por caso, ver por la calle a un chico de corta edad manejando en la falda del padre”.

Otros factores contribuyen a hacer difusas las fronteras generacionales y de autoridad en el hogar: se estima que el 70% de los chicos menores de 11 años participan en la decisión de compra del auto familiar. Y el peso de los chicos en los consumo del hogar se incrementa cuando se trata de nuevas tecnologías, un ámbito en el que suelen tener más conocimiento y dominio que sus padres.

Ese creciente peso de los chicos en los consumos familiares fue designado con el nombre de “filiarcado” por especialistas en marketing. Algunos estudios destacan que los chicos actualmente empiezan a pedir artículos de consumo a partir de edades tan tempranas como los dos años y no sólo de objetos dirigidos al público infantil, sino otros destinados a los adultos, como los teléfonos inteligentes, que a los ojos de los menores aparecen como un juguete más.

Frente a esto, las dificultades de los padres para decir “no” son cada vez mas grandes”. Los especialistas detectan un cambio de rol muy marcado entre padres e hijos, en el que “los chicos se comportan como grandes y los grandes hacen cosas de chicos”, dice Lahitte. Así, “el padre , que tiene que poner los límites, no los tiene claros y esto se potencia con las cosas nuevas que aparecen en el mercado, que los chicos suelen conocer mejor que ellos. De la mano de esa actitud el padre descubre el potencial peligroso de su permisividad cuando ocurre la tragedia, pero no la ve antes. A eso hay que sumarle que el gusto por la adrenalina, antes propio de la adolescencia, hoy se percibe precozmente en los chicos”.


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