Bacterias intestinales influyen en la conducta

Se comprobó que el cerebro incide en el sistema digestivo y que también se dan procesos inversos

Algunos suelen señalar que tienen “un nudo en el estómago” cuando sienten que se le encoge el vientre debido a la angustia o el estrés. Otros usan la palabra “entripado” para referirse al enojo, al encono o algún sentimiento que tiene pero que debe disimular. También están los que dicen tener “mariposas en el estómago” para explicar el cosquilleo que le produce la presencia de una persona que le atrae o los nervios previos a un encuentro con alguien de quien está enamorado.

Al parecer éstas y otras sensaciones que establecen un vínculo entre lo que pasa por nuestra cabeza o siente nuestro corazón y lo que sucede en nuestro aparato digestivo no son una mera metáfora, sino que pueden tener una base científica.

Según el doctor Michael Gershon, investigador de la Universidad de Columbia, en EE.UU., y autor del libro ‘The Second Brain’ (El segundo cerebro), esta denominación hace referencia al sistema nervioso entérico, el cual se compone de una serie de capas de células nerviosas ubicadas en las paredes del tubo intestinal, y contiene unos 100 millones de neuronas.

Además de neuronas, en el aparato digestivo están presentes todos los tipos de neurotransmisores (sustancias químicas que trasmiten los impulsos nerviosos entre las neuronas y los nervios) que hay en el encéfalo craneano, como la serotonina, cuya mayor concentración se encuentra precisamente en la zona intestinal.

Ese pequeño cerebro del estómago funciona en conexión con el de mayor tamaño del cráneo, y determina en cierta medida el estado mental de la persona y tiene un papel clave en ciertas dolencias que afectan otras partes del organismo.

De acuerdo al doctor Gershon, “el sistema nervioso entérico le habla al cerebro y este órgano le responde. El intestino puede afectar el estado de ánimo, y la estimulación del nervio principal que conecta al cerebro con el intestino, denominado vago, puede ayudar a aliviar la depresión y se emplea para tratar la epilepsia”.

Para Hershon, el “segundo cerebro” tiene un papel en la mayoría de los trastornos que sufre el intestino, desde el síndrome de colon irritable hasta las dolencias relacionadas con la inflamación intestinal o el estreñimiento de la tercera edad.

El estómago no es el único órgano del aparato digestivo que mantiene una vinculación con las funciones intelectuales, ya que de acuerdo a un estudio de científicos canadienses, la flora intestinal se relaciona con la conducta y la memoria.

Según se desprende de la investigación que dirige el Dr. Stephen Collins, de la Universidad de Ontario, las bacterias que conforman la flora intestinal son capaces de comunicarse con el cerebro y de influir en la conducta o la memoria, además de que podrían tener un papel muy importante en algunas enfermedades, como el síndrome del intestino irritable.

Según dijo Collins, la evidencia obtenida hasta ahora “refuerza la teoría de que las bacterias se comunican con el cerebro y tienen un efecto en algunas de sus funciones”.

En un estudio se realizó un trasplante cruzado de bacterias intestinales entre un grupo de ratones muy tranquilos y otro de roedores agresivos, comprobando que los animales calmos se volvieron violentos y a la inversa, y que estos cambios conductuales se relacionan con cambios en la química cerebral.

Collins y su equipo creen que “los cambios en las bacterias podrían explicar, en gran medida, los problemas físicos y conductuales que sufren las personas afectadas por el síndrome del intestino irritable, una enfermedad inflamatoria intestinal.

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