Jubilada entregó 100 mil pesos y joyas en un secuestro virtual

Fue a la madrugada, en 72, 15 y 16. La víctima tiene 86 años. Dejó todo en una bolsa, en la calle

El sueño de una jubilada de 86 años, vecina del barrio Altos de San Lorenzo, se vio interrumpido a las cinco y veinte de la mañana de ayer por el inquietante timbre del teléfono.

Intuyó que eran malas noticias. Y no se equivocó. Apenas levantó el tubo la voz de un joven la sorprendió reclamándole casi a los gritos que la entrega de dinero y alhajas.

La jubilada, que vive en la cuadra de 72 entre 15 y 16 y que pidió no ser identificada por temor a represalias, quiso que el desconocido le revelara quién era y por qué le pedía todo eso.

El extraño sólo respondió a lo segundo: “Tenemos a tu hijo maniatado y si no nos das lo que pedimos, lo matamos. Y después vamos a hacer lo mismo con vos”. No era otra cosa que un secuestro virtual, pero aterrorizada por la posibilidad de que su hijo estuviera en peligro, la mujer cayó en la trampa.

“PONE TODO EN UNA BOLSA”

Todavía afectada por lo sucedido, ayer a la tarde la víctima contó a este diario los detalles de la pesadilla que vivió después de que la despertó el llamado.

“Cuando me dijo que tenían maniatado a mi único hijo, que tiene 60 años y está radicado hace 30 en España, me desesperé y me largué a llorar”, reveló.

Enseguida agregó que, “por miedo, no tuve más alternativa que acceder a lo que me pedía. Me ordenó que pusiera todo el dinero y las joyas que tenía en una bolsa, y que la dejara en medio de la calle, frente a mi casa”.

Mientras recibía esas instrucciones por teléfono, sonó el timbre de la vivienda. “Me puse todavía peor y no fui a atender, porque pensaba que a lo mejor eran otros ladrones”.

En cambio, utilizó ese tiempo para juntar todos sus ahorros y sus preciadas alhajas. Consultada sobre lo que guardó en la bolsa, la jubilada precisó que “eran cerca de 100.000 pesos, un anillo, aros y una cadena, todo de oro”.

Luego “salí a la calle, dejé la bolsa al lado del cordón de la vereda y me metí rápido en casa”.

Reflejó su desconsuelo al comentar que “lo peor fue haberles tenido que dar mi alianza de casamiento, porque me la había regalado mi marido”.

La jubilada señaló que en medio de la angustia por lo ocurrido quiso retomar el sueño. “Pero no pude, el disgusto fue muy grande. Y me da bronca pensar que tendría que haber enseguida llamado a mi hijo, que ya está al tanto de todo, para ver si era cierto que lo tenían los delincuentes”.

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