Andrés Ringuelet

Proveniente de una familia con varias generaciones de reconocidos profesionales de la Ciudad, el escribano Andrés Ringuelet supo transitar su propio camino con seriedad y dedicación ejemplar; pero además fue una persona que por sus valores humanos se ganó la estima de quienes tuvieron la oportunidad de conocerlo y a los que la noticia de su fallecimiento les causó un triste impacto.

Había nacido en La Plata, el 6 de abril de 1934; sus padres fueron Matilde Issouribhere y Andrés Ringuelet. Además fue nieto del agrimensor Valbert Ringuelet y bisnieto del ingeniero Augusto Ringuelet, quien dio su nombre a la localidad platense.

Repartió sus estudios primarios en escuelas de la ciudad de La Plata, en Quilmes y en la localidad de San Javier (provincia de Córdoba) y su formación secundaria transcurrió en establecimientos de capital federal, Villa Dolores (Córdoba) y Lomas de Zamora.

Según destacaron sus familiares, ese deambular obedeció a las ideas ampliamente democráticas, populares y progresistas de su padre y su madre, quien fue una de las fundadoras de la casa Alejandro Korn. La pareja siempre expresó la necesidad de buscar nuevas oportunidades y diferentes caminos.

Andrés Ringuelet se graduó como escribano en la Universidad Nacional de La Plata y luego se desempeñó en la función pública en organismos como el ministerio de Asuntos Agrarios de la Provincia de Buenos Aires, la Dirección de Menores y la Dirección de Promoción de la Comunidad.

Además fue escribano del Registro Notarial N° 1 de Ezeiza.

Por su forma de ser franca y abierta, cosechó amigos que mantuvo durante toda su vida en todos los lugares en los que trabajó.

Aunque ejercía su profesión con notable dedicación, su verdadera pasión fue la familia a la que se entregó por completo. En ese contexto, siempre estuvo pendiente de su esposa Edith, de sus hijos Andrés y María y de sus nietos Pedro, Francisco, Homero y Augusto.

Como hermano, padre y abuelo, estuvo atento a cada una de las necesidades de los suyos y procuró acompañarlos en cada etapa con afecto y compromiso.

Su lugar en el mundo fue City Bell, la casa donde vivió la mayor parte de su vida.

También expresaba una gran predilección por pasar su tiempo de descanso en la quinta de San Javier. Sentía afecto por esa ciudad cordobesa, a la que volvía cada vez que podía, porque en ella transcurrió parte de su infancia.

En el plano deportivo fue un fanático simpatizante de Estudiantes de la Plata.

Andrés Ringuelet fue un hombre sencillo, trasparente y con el equilibrio justo entre la formalidad del escribano y la calidez de un gran compañero.

Fue muy querido por sus amigos, colegas y vecinos de City Bell quienes, sin dudas, lo recordarán siempre con inmenso afecto.

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