Por una jornada de generosidad en favor de los más necesitados

Las campañas que distintas entidades de la Región promueven en estas jornadas de Navidad y Año Nuevo para colectar juguetes y todo tipo de ayudas en favor de las personas de toda edad que menos tienen -sean de nuestra ciudad o de distintas partes del país, hacia algunas de las cuales ya se han enviado importantes donaciones- merecen el más amplio respaldo y es seguro que los platenses, ensenadenses y berissenses demostrarán una vez más su indudable espíritu solidario.

Desde luego que esa actitud generosa debería también canalizarse cuando cada habitante tome en estas horas contacto circunstancial con cualquier persona que tenga necesidades inmediatas, espirituales cuando, como ocurre muchas veces en este último caso, más allá del apoyo material que puede allegarse, ya la sola compañía de unos minutos, un abrazo o un apretón de manos alcanzan para rescatar de la angustia a un ser humano.

Desde luego que deben ser apoyadas todas aquellas iniciativas de distintas instituciones, encaminadas a que la gente done juguetes, productos de la canasta navideña, alimentos no perecederos y hasta mensajes escritos de puño y letra por cada uno de los donantes, para ser entregados a quienes, por distintos motivos, no tienen acceso a esos bienes.

También se reiterará el auspicioso hecho de que alguna entidad se ocupe de impedir que las personas sin techo carezcan de compañía en las noches de Navidad y Año Nuevo, reuniéndolos en una mesa común en la que también estarán los voluntarios. Del mismo modo, las parroquias católicas platenses y los templos de otras religiones reciben donaciones para las personas más vulnerables.

Se ha señalado muchas veces en esta columna que las respuestas solidarias frente a las emergencias que enfrentan personas de toda edad -entre ellos, también, los pequeños pacientes del Hospital de Niños, muchos de ellos alejados de sus familias- vienen caracterizando a los platenses, siempre dispuestos no sólo a ofrecer aportes sino, fundamentalmente, a donar su tiempo para acompañar a los carecientes. En este sentido, se han alcanzado logros dignos de ser destacados, como el de la creación de un albergue para padres con hijos internados en el Hospital de Niños.

Está claro, también, que abundan demandas sociales de toda índole, que merecen asimismo un tratamiento especial, en situaciones que superan las posibilidades de quienes atraviesan esas carencias y que reclaman soluciones rápidas y efectivas.

Ello no impide, desde luego, requerir apoyo para las campañas solidarias que en estos días se despliegan en favor de tantas personas que sufren trastornos en su salud y que no cuentan con recursos propios y de quienes no pueden satisfacer sus demandas básicas, castigados por la mala fortuna y por la imposibilidad material de superar, al menos en forma rápida, el desamparo en el que se encuentran.

Quienes respondan a estos llamados no sólo cumplirán frente a un pedido de ayuda de índole económica, sino que se acercarán al universo de personas de toda edad que necesitan contención. Es seguro que, quienes den parte de sus recursos y de su tiempo, recibirán espiritualmente mucho más de lo que ofrezcan.

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