Nueva etapa, con una alianza más extensa

Por MARIANO SPEZZAPRIA

La visita de Barack Obama a la Argentina abre una nueva etapa de las relaciones entre Buenos Aires y Washington, luego de más de una década de congelamiento diplomático bajo la concepción kirchnerista del mundo. Se trata, en rigor, de un notorio gesto de apoyo político del mandatario norteamericano hacia la flamante gestión del presidente Mauricio Macri.

Por eso, la presencia de Obama representa una oportunidad para el Gobierno nacional, en momentos en que aspira a cerrar el litigio con los “fondos buitre” para que el país regrese a los mercados financieros. Pero al mismo tiempo, se convertirá en una marca política indeleble, porque la Argentina será encuadrada entre los aliados de la primera potencia de Occidente.

Aunque no lo explicite, ese objetivo aparece como prioritario para la Secretaría de Estado (la Cancillería estadounidense), que busca recuperar influencia en la región en un contexto en el que Venezuela y Brasil están en plena crisis. Y en el que observa que Macri tiene la intención de dar una vuelta de campana en la política exterior argentina para salir del “eje bolivariano”.

De hecho, la última vez que un presidente norteamericano estuvo en el país fue en 2005, cuando George W. Bush participó de la Cumbre de las Américas en Mar del Plata y debió regresar a Washington sin conseguir que el Mercosur diera su visto bueno para la creación de un área de libre comercio a nivel continental. La derrota diplomática de Bush fue resonante.

Se podría decir que Washington intenta ahora empezar a cerrar el paréntesis en las relaciones bilaterales que se abrió tras aquella cumbre marplatense

Tanto, que ganaron terreno líderes sudamericanos como Néstor Kirchner, Lula da Silva y Hugo Chávez. Pero 11 años después, dos de esos presidentes están muertos, mientras que el brasileño afronta una investigación judicial que pone en jaque a la gestión del PT en Brasil. Y en la Argentina, el kirchnerismo perdió el gobierno luego de tres mandatos consecutivos.

En ese punto, se podría decir que Washington intenta ahora empezar a cerrar el paréntesis en las relaciones bilaterales que se abrió tras aquella cumbre marplatense, manteniendo una línea en su política exterior frente a los vaivenes sudamericanos. Aunque Obama no tiene la intransigencia de Bush, quien suponía que el ALCA se impondría prácticamente por inercia.

Por el contrario, Obama empieza a despedirse del salón oval de la Casa Blanca con una mirada de largo plazo sobre el rumbo de América, como lo demuestra su histórica visita a Cuba, que concluyó ayer con un mensaje de apertura hacia el pueblo de la isla, pese a que en suelo norteamericano residen varias generaciones de cubanos disidentes del gobierno castrista.

YA ES HISTORIA

En La Habana, Obama fue práctico y dijo que el conflicto entre Estados Unidos y Cuba –con embargo incluido- ya no le conviene a ninguno de los dos países, básicamente porque la Guerra Fría es parte de la historia. En la misma línea, se puede esperar que en Buenos Aires su mensaje tenga eje en el futuro, más que en las desaveniencias con el gobierno kirchnerista.

En ese aspecto es, justamente, donde se depositan las expectativas de la administración macrista sobre la posibilidad de que Obama aliente la llegada de capitales estadounidenses para alimentar la escuálida inversión extranjera en la Argentina.

EL TEMA NEGOCIOS

La Casa Rosada buscará también que Washington permita incrementar los negocios en el mercado de agroalimentos.

Se trata de la primera fuente de exportación argentina, pero que participa de menos del uno por ciento de las importaciones de ese sector de la economía norteamericana, según calculó el embajador en Washington, Martín Lousteau. Mientras que en el total del comercio exterior argentino, menos del 10 por ciento corresponde a productos que ingresan a Estados Unidos.

De acuerdo a la Cámara Argentina de Comercio (CAC), desde 2007 el intercambio entre ambos países se encuentra entre los de peor performance en los últimos 80 años, remontándose al período 1932-34, que cargaba con el ancla de la Gran Crisis de 1930. Con el nuevo escenario político nacional, la Casa Blanca daría su aval al incremento de las relaciones económicas.

CUESTIONES SENSIBLES

Con todo, la visita de Obama estará teñida por dos cuestiones muy sensibles: los atentados terroristas en Bélgica y la fecha del 24 de marzo, que remite al golpe de Estado de 1976. Todo ello en un mismo paquete y comprimido en menos de dos días, en un país en el que se discute hasta si está bien o mal decorar la Plaza de Mayo con pequeñas banderitas estadounidenses.

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