Estacionar las motos, un dilema sin solución en el tránsito de la Ciudad

El fuerte crecimiento en los últimos años del número de motos que circula por las calles de nuestra ciudad no se ha visto correspondido por una adecuación de los cuadros normativos, especialmente en lo que se refiere a la necesidad de que se extremen medidas para reducir la cuota de peligro que implica el uso de estos vehículos. Pero es verdad que existen también otros aspectos complejos y no contemplados, como el del estacionamiento, que se traducen en diversos trastornos para la dinámica urbana.

Así, un informe publicado en este diario dejó a la vista el dilema que implica hoy el estacionamiento de motocicletas que, habitualmente, se concreta dejándolas en las veredas, en una situación que se vuelve particularmente visible a la entrada de los edificios del Gobierno. En algunos de ellos, como en las torres gubernativas de 51 y 53, es llamativo el número de vehículos estacionados al frente de los edificios. Por cierto que los peatones deben circular por los estrechos senderos que dejan libres en las veredas las motocicletas estacionadas.

Ocurre que la Ciudad carece de espacios reservados al estacionamiento de ese tipo de vehículos y la mayoría de los usuarios no tienen la costumbre de dejarlas en alguna cochera paga, salvo aquellos que ponen especial énfasis en dejarlas a buen resguardo y acuden a un lugar cerrado para evitar que su vehículo pueda ser robado o dañado. Desde luego que ello implica costos que no todos están en condiciones de afrontar.

Cabe señalar que en otras ciudades, los espacios para estacionar contemplan una reserva para dejar allí motocicletas. A su vez, en el caso de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el código de edificación incorporó a partir de 2009 la obligatoriedad para las nuevas construcciones en alto de prever lugares especiales en la zona de cocheras para las dos ruedas, a motor y bicis.

También desde hace un tiempo, tanto en esa misma jurisdicción como en las de otros municipios -entre otros los bonaerenses de Saladillo y San Nicolás, así como los de Rosario y Venado Tuerto, en Santa Fe-, para desalentar la ocupación indebida de las veredas públicas, se determinaron lugares especiales para dejar las motos.

Para muchos jóvenes, la moto se convirtió en un medio de transporte que permite inclusive una rápida salida laboral, mientras que para las personas mayores representa una buena opción para ir y venir del trabajo, así como ahorrar el tiempo y el dinero que se consume en otros medios de transporte.

Pero está claro que, también, el crecimiento del número de motos se refleja en una mayor siniestralidad vial, donde los motociclistas van al frente entre las víctimas de los accidentes más graves: están presentes en un 31 por ciento de los siniestros en todo el país.

Es evidente, como se ha dicho, que falta no sólo una legislación más específica sino una mayor grado de conocimiento en los motociclistas acerca de cómo deberían comportarse en el tránsito urbano. Por caso, se desconoce sobre cuáles carriles de las calles debieran desplazarse. A ello se suma la falta de disponibilidad de lugares aptos para estacionar, de modo que las motocicletas plantean en estos momentos dilemas que carecen de solución, en un tema que las autoridades responsables debieran dilucidar.

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