Habría que ponerle un límite al inexplicable jolgorio de los feriados
| 10 de Junio de 2016 | 01:07

En un contexto económico acuciante como el que presenta nuestro país, signado por problemas y demandas sectoriales de diversa naturaleza, el Congreso acaba de sancionar un nuevo feriado nacional para el 17 del corriente mes, en recordación del aniversario de la muerte de Martín Miguel de Güemes, caudillo salteño y prócer de la Independencia.
La medida se conoce también en una época caracterizada por las graves deficiencias del sistema educativo, especialmente las de índole funcional derivadas de ciclos lectivos que sufren frecuentes interrupciones, al punto de convertir en utópicos los objetivos fijados para establecer un mínimo de días hábiles de clases por las sucesivas administraciones.
El proyecto convertido en ley por el Senado, cuestionado ya en su elaboración por crear un nuevo feriado y llevar así a diecisiete el número de jornadas no hábiles a lo largo del año, caerá este mes un viernes, generándose de esa forma un fin de semana de cuatro días, ya que el lunes 20 de junio es el Día de la Bandera.
Quienes cuestionan la existencia de un nuevo feriado coinciden en dejar a salvo las cualidades de una figura de excelencia como la de Güemes, considerada con justa razón entre las principales de nuestra historia por su destacada actuación en la guerra de la independencia. Durante seis años ejerció la gobernación de la provincia de Salta y, con muy pocos recursos, libró una constante y heroica batalla defensiva, conocida como la “guerra gaucha”, que mantuvo al territorio argentino libre de invasiones realistas por su frontera norte y que, a su vez, permitió la preparación en Cuyo del Ejército Libertador que comandaría José de San Marín.
Al margen de tales consideraciones, parecen válidas las objeciones que se formulan contra la sanción de un nuevo feriado. Tal como se dijo en este diario, en contra de lo que podría suponerse, varias encuestas mostraron que la mayoría se opone a esta suerte de jolgorio de fechas en rojo. Se dijo que ello no debiera resultar extraño, ya que para los profesionales independientes y los cuentapropistas, un feriado es un día que no cobran; para muchos comerciantes, es sinónimo de pocas ventas; para pequeños y medianos empresarios, una jornada que cuesta el doble. Y para la mayoría de los trabajadores del sector privado, es un día como cualquier otro, sólo que los chicos no van al colegio, y a veces eso implica esfuerzos y malabares para organizar la rutina familiar.
Sólo los legisladores parecieron votar con entusiasmo, con la excepción de una minoría que entendió las reales demandas de la sociedad. Inclusive, si se habla de feriados, a estas alturas está claro que ni siquiera son claramente redituable para el sector turístico. Son tantos los feriados, que el impacto sobre ese rubro se termina diluyendo. Además, no es la mayor parte de la población la que puede hacerse una escapada todos los fines de semana largos. Y en todo caso, muchos achican el presupuesto para administrar las frecuentes minivaciones.
En ese sentido, el del 17 de junio -si es que ya se aplicara este año- no parece ser un feriado turísticamente muy tentador: se pega con el Día del Padre; cae en plena ola polar y estará más cerca del fin de mes que del cobro del aguinaldo.
Tal como también se ha señalado, los feriados antes tenían el sabor especial de lo ocasional, de lo que se salía de la rutina. Hasta eso parecen haber perdido. De muchos ya ni se sabe por qué se celebran. Quizá sea lo bueno: la excusa para repasar libros de historia. Pero las bibliotecas y las escuelas también estarán cerradas. De allí que sería deseable que el Poder Ejecutivo nacional utilice en estas jornadas la facultad del veto e impida así la vigencia de un nuevo feriado.
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