Necesidad de preservar a los edificios históricos y más emblemáticos de la Ciudad
| 28 de Junio de 2016 | 02:17

Una vez más se conocieron referencias preocupantes acerca del marcado deterioro que se advierte en los frentes de los edificios públicos de La Plata, arruinados por una verdadera profusión de grafitis y leyendas, con veredas rotas y otros signos evidentes de descuido y de falta de mantenimiento.
Las llamadas intervenciones que implican las pintadas políticas, de tribus urbanas y de expresiones de protesta, sumados a un deterioro que proviene de larga data y de una sostenida falta de inversiones que hubieran permitido desplegar programas de mejores, confluyen para explicar el actual panorama.
Los edificios públicos situados en el tramo céntrico de la avenida 7 exponen con elocuencia el problema. En el caso del ministerio de Economía se advierte un llamativo contraste: mientras en la parte superior se puede apreciar la obra de artistas convocados por concurso para jerarquizar la emblemática sede de la cartera de Hacienda, a la altura de la calle puede verse una sucesión de leyendas garabateadas y pegatinas de todo tipo y color.
Las pintadas son una constante; en ocasiones, como es el caso de la facultad de Bellas Artes amenazan con tapar murales creados por artistas urbanos especialmente llamados a realizarlos. Asimismo, el ministerio de Infraestructura, en 7 entre 58 y 59, está invadido por grafiti virtualmente en la totalidad de sus jardines exteriores.
Frente a plaza San Martín, la propia Casa de Gobierno es un catálogo de manchones provocados por el uso de “bombas de pintura” de fabricación casera durante diferentes manifestaciones. A pesar de estar rodeada por rejas a la sede del poder central bonaerense le queda poco de la cobertura blanca original. También exhibe muestras de vandalismo la Legislatura, o más serias: durante una reciente manifestación de estatales, un grupo de enmascarados provocó destrozos por un costo estimado en 250 mil pesos.
Las torres gubernamentales frente a la plaza Moreno padecen graves problemas funcionales. Por falta de calefacción, o por el no funcionamiento de ascensores, es común que muchas reparticiones provinciales y municipales que se encuentran en ellas dejen de atender al público.
Bien se conoce que desde la pérdida de muchos adoquinados históricos, de arcos y monumentos instalados en la fundación o de los balcones amurados de fines del siglo XIX, fueron graves los agravios sufridos por los edificios y espacios públicos o por las casonas particulares que tanto hacían para nutrir la historia afectiva y colectiva de la ciudad.
Desde luego que corresponde mencionar como ejemplo alentador el caso de las rejas que cercaron durante décadas a los grandes edificios públicos y que a partir de la década del cincuenta comenzaron a desaparecer para ser repuestas en los últimos años, tal como se lo puede comprobar en los principales palacios gubernamentales y en torno a la casa matriz del Banco Provincia. Cuidar el patrimonio edilicio, sustentar una conciencia conservacionista constituyen valores perfectamente compatibles con la noción de progreso. Ambos conceptos pueden y deben convivir, tal como queda demostrado en muchas ciudades del mundo donde la promoción de planes urbanísticos de vanguardia no implica la eliminación de aquello que viene del pasado y que, por sus cualidades intrínsecas, merezca ser preservado y proyectado hacia el futuro.
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