“Corrimos con otra cabeza y dimos todo, quedamos vacías”

La ensenadense cerró su primera participación olímpica: satisfecha y con una sonrisa reemplazando las lágrimas que mostró en semis, volvió a poner en duda su retiro

RIO DE JANEIRO, BRASIL
ESPECIAL

Por PEDRO GARAY
ENTREVISTA

Ayer ya no existe, se murió para nosotras. Hoy, otro sabor: hicimos lo que habíamos entrenado, se plasmó todo el laburo de años. Y cumplimos con nosotras: ahora, tenemos ganas de más”. Con esa convicción emergió Sabrina Ameghino, la voz del K4 500 que compitió en la final B. Y aunque repitió el posicionamiento de las semis (terminaron en la 13ª posición) la firmeza de Sabrina se repite en los rostros de Garro, Rojas y Keresztesi: anteayer, todo era lágrimas, el quiebre de una ilusión; ayer, tras la final, había satisfacción.

“Para seguir creciendo hace falta cambiar el chip, meter en la cabeza que hay que laburar: el deporte de alto rendimiento no es salud, duele, es quebrar el límite hasta llegar al máximo. Eso es lo que vamos a transmitirles a las pibas de abajo”, dijo Ameghino

Es que “salimos con otra cabeza”, explica Sabrina. “Intentamos meternos en nuestro bote y no mirar hacia ningún lado, y darle para adelante. Enfrentamos la final de otra manera que la semi y salió muy bien: nos vaciamos. Nos temblaban las piernas cuando nos queríamos saludar. Hoy hicimos todo lo que el bote tenía para dar”.

Con esa plenitud completó su participación olímpica el bote argentino que hizo historia y que, en apenas dos años, construyó a puro sudor un equipo olímpico inédito para la historia argentina, que nunca antes había metido un K4 en el máximo nivel, un Juego Olímpico.

Por eso, las chicas recibieron un mimo: la ICF, órgano rector del deporte, publicó en su sitio oficial un artículo titulado “El largo camino desde Argentina a Brasil”, donde repasa lo que significa para una embarcación de un país con poca tradición en el canotaje femenino olímpico meter un bote entre la elite. “Fue genial que esa gente reconozca el laburo de mucho tiempo y muy duro, que tuvo sus frutos”, dijo Sabrina.

Y el equipo, una de las historias de mayor esfuerzo y superación de la delegación, recibió también el apoyo de los dorados de Argentina. “La Peque Pareto vino a almorzar con nosotras, nos contó su historia de Londres, cuando quedó fuera del podio y todo el mundo dio por hecho que era una frustración, cuando nosotras sabemos que estar quinto en un Juego Olímpico es la cima del universo”, contó Ameghino. Y luego se emocionó al revelar que también “vinieron Lange y Carranza a vernos, y nos colgaron su medalla...”.

Así, entre la satisfacción de haberse “vaciado” y la felicidad de la primera experiencia olímpica, otra Ameghino, y no la que lloraba sin consuelo tras la semifinal, se va de Río. Y se lleva “el cariño de la gente: explotaban los teléfonos, muchas notificaciones en las redes, mucha gente que uno no conoce... Me llevo muchas cosas. Y las ganas de seguir”.

La palista de Ensenada volvió a repetir que estos Juegos van rumbo a modificar su plan de retirarse el año que viene para pasar más tiempo con su hija, Vera: “Hasta la nena que fue a la Villa me dijo: ‘Ma, no dejes esto’, se dio cuenta de que es un mundo maravilloso. Pero ahora quiero todo: vamos a ver cuando haya que hacer ochenta millones de kilómetros, volver a la parte dura...”.

Por lo pronto no serán 80 millones sino “apenas” 10 mil los kilómetros que recorrerá, tras un merecido descanso (ayer ya metió playa con la familia), Ameghino: el K4 volvió a ser invitado por las neocelandesas, quintas en estos Juegos, para entrenar como hicieron en la previa de Río 2016, sólo que esta vez el destino no será Portugal sino la casa del equipo maorí, ubicada a 10.357 kilómetros de Ensenada.

“Intentamos meternos en nuestro bote y no mirar hacia ningún lado, y darle para adelante. Enfrentamos la final de otra manera que la semi y salió muy bien: nos vaciamos”, dijo Sabrina

Son sacrificios, dice Sabrina, necesarios. “En el canotaje femenino de Argentina”, opina, “para seguir creciendo hace falta cambiar el chip, meter en la cabeza que hay que laburar: el deporte de alto rendimiento no es salud, duele, es quebrar el límite hasta llegar al máximo. Eso es lo que vamos a transmitirles a las pibas de abajo: a veces hay que remas lesionada, hay que dejar a la familia, sacrificar tanto, tiene que doler tanto, y todo para disfrutar 10 minutos”.

Así hizo Ameghino, particularmente en el último tramo de su carrera, donde cada viaje significó separarse de su hija. Y con 36 años de edad. Pero, lo hizo porque quiere más para su deporte. De hecho, tras la final B, y a pesar de haber dejado hasta la última caloría en la cancha del espectacular Estadio da Lagoa (el mejor escenario de los Juegos), Sabrina puso un asterisco a la satisfacción por la actuación: “No nos conformamos, sabemos que si se hubiese trabajo más tiempo con otros botes o hubiéramos tenido alguien adelante que te esté rompiendo el esquema, hubiese salido aún mejor porque tenemos mucho potencial, el bote no deja de mejorar y cada día nos sorprende”, afirmó.

Y cerró: “Dimos un gran salto de calidad, pero todavía falta cruzar el puente y dar otro salto: lo de ayer (por anteayer) nos dolió, fue una patada en la cabeza, y sabemos que hay que trabajar más. En Argentina hay mujeres, pero falta nivel: esto que logramos tiene que servir para que el canotaje femenino suba”.

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