El volver a vivir de un tramo de la avenida 44 que se había perdido para la Ciudad

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La puesta en marcha de un plan de limpieza de las veredas y calle, así como de una parquización en la rambla de la avenida 44 entre la Terminal de trenes y la plaza Italia -sometidas en los últimos años a un proceso de degradación, a partir de las recurrentes convocatorias realizadas por la central sindical de Uocra - La Plata, en episodios que incluían la larga y habitualmente caótica permanencia de centenares de personas- constituyen medidas que hacen a una debida valoración de los espacios públicos y que, en este caso, debieron haberse adoptado mucho tiempo antes.

Tal como se detalló en publicaciones recientes en este diario, sumida en años de declinación por las ocupaciones de la calle y de las veredas, que se sucedían sin solución de continuidad; acosada por ruidos molestos durante las 24 horas, con permanentes cortes y desvíos obligados del tránsito, la avenida 44 en esas cuadras se convirtió en un muestrario anárquico y, a la vez, en un testimonio de la impunidad con que se manejaban quienes se sintieron -y, lamentablemente, la realidad indicaba que no les faltaban motivos para así pensarlo- dueños de ese espacio público.

Más allá de los factores circunstanciales que incidieron en el verdadero caos que se hizo cargo de ese tramo de la avenida 44, en especial en la cuadra que corre entre 4 y 5, y de la exhibición de indisciplina y de desinterés por la mejor convivencia social, que se le permitió desplegar a dirigentes carentes de escrúpulos, el episodio deja también a la vista la deserción en que incurrieron la Municipalidad y otros estamentos públicos con directa incumbencia, como, por ejemplo, los juzgados y fiscalías del Poder Judicial, que se mostraron incapaces o indiferentes a la hora de defender la integridad de bienes que son comunes y de principios normativos que todos los sectores sociales deben respetar.

Con razón se dijo que el “vale todo” se hizo cargo de la avenida 44 entre 4 y 5. Ninguna expresión sintetiza mejor lo ocurrido en esa cuadra, en donde un dirigente y la cúpula que lo acompañaba se consideraron autorizados para darle un uso particular a un lugar que es público.

Ruidos molestos noche y día, penetrantes olores, embotellamientos, autos estacionados sin ningún control en doble fila o en las veredas, residuos esparcidos aquí y allá, fueron parte del prepotente inventario de secuelas. Lo que logró un grupo fue convertir a un barrio en rehén de sus caprichos y a una vía pública en un playón de uso sectorial, en donde pudieron desplegarse a voluntad todo tipo de actos vandálicos y antisociales.

Cuando los vecinos protestan por la ocupación de plazas o veredas por parte de personas que intentan usar esos lugares con fines individuales, sustrayéndolas a la pertenencia pública, lo hacen en nombre de principios normativos básicos sobre los cuales se apoya la buena convivencia social. Si la Municipalidad -o los distintos poderes públicos con incumbencia en el tema- permiten esas pequeñas usurpaciones, están dando pie a que el problema se agrave.

Lo ocurrido en la avenida 44 debe servir, entonces, como ejemplo de lo que nunca debió ser. Bienvenidas sean, entonces, las tareas que hagan falta para que esa calle vuelva a ser, como todos los demás espacios públicos, patrimonio común de la sociedad. Ello, sin dejar de confiar en que los organismos del Estado ejerzan los poderes que les corresponden.

 

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