A todos con la misma vara

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El uso de pirotecnia en las fiestas de fin de año, se sabe, es una tradición en nuestra ciudad y en muchas otras del país. Pero las costumbres no se justifican a sí mismas por el mero hecho de repetirse como un ritual, por más arraigadas que estén en el espíritu popular. La cuestión es si vale o no la pena mantener un hábito sólo porque siempre se ha hecho así.

Ocurre que en cada celebración con explosivos se ponen en juego otras necesidades, como la de preservar la integridad física de las personas y la de aliviar a los animales domésticos de los efectos nocivos de los estruendos.

Prácticas mucho más naturalizadas en diferentes sociedades y con una historia incluso más larga, con el tiempo han ido perdiendo vigor en las comunidades en las que se asentaban, desgastadas, justamente, por demandas de mayor peso que la tradición.

Gran parte de la sociedad platense celebra la prohibición de incorporar pirotecnia a los muñecos, pero este avance no alcanza si no se mide a todos con la misma vara, pues todavía en determinados espectáculos de la Ciudad se siguen utilizando, sin cuestionamiento, fuegos artificiales. Mientras tanto, otros lo padecen.

 

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