Imágenes de leyenda
Edición Impresa | 26 de Mayo de 2017 | 01:40

La enorme leyenda que acompaña a Grateful Dead, famosos por sus larguísimos conciertos y su gusto por las improvisaciones sin fin, ha encontrado en “Long strange trip” un documental a su medida gracias a cuatro horas de metraje que exploran cada uno de los rincones de esta mítica banda de rock.
Dirigido por Amir Bar-Lev y con un cineasta tan melómano como Martin Scorsese involucrado en la producción, el film se estrenará hoy en Estados Unidos después de su aplaudido paso por el Festival de Cine Independiente de Sundance.
Las protagonistas de esta maratón documental son las aventuras musicales y vitales de Grateful Dead, un grupo que desde sus inicios en el San Francisco hippie y psicodélico conservó un halo mágico durante años gracias a la libertad de su música y a su íntima conexión con sus seguidores.
“Durante décadas, cuando a los Deadheads (fans del grupo) les preguntaban qué era tan especial en la banda, ellos respondían simplemente algo como: ‘No puedo explicarlo. Tienes que ir a un concierto para entenderlo’. Yo quise desafiarme a mí mismo para hacer algo mejor que eso”, dijo Amir Bar-Lev.
Encabezados por el guitarrista y cantante Jerry García, un líder que no quería serlo, los Grateful Dead nacieron en los años 60 en las calles de Haight-Ashbury, el barrio de San Francisco desde el que la contracultura californiana lanzaba al mundo sus mensajes de amor, paz y revolución.
“Long strange...” retrata los inicios comunales de la banda y su interés por experimentar y lanzarse a lo desconocido también más allá de la música. Fruto de esos años, en los que García aseguraba que el grupo estaba comprometido con que “la raza humana diera un paso adelante”, surgieron discos como “Aoxomoxoa” (1969), incursiones sonoras en las aguas psicodélicas que trataban de reflejar, todavía sin mucho acierto, el carisma que desprendía la banda sobre el escenario.
Con audaces músicos como Bob Weir, Phil Lesh y Bill Kreutzmann en su formación y una apuesta por la libertad estética más radical, Grateful Dead limó su sonido en las grabaciones al acercarse al rock, el folk y el blues en discos mayúsculos como “Workingman’s dead” y “American beauty” (ambos de 1970) o el álbum en directo “Europe ‘72” (1972).
El documental muestra su obsesión por conseguir que los conciertos fueran experiencias irrepetibles, no solo por invertir sumas descomunales en mejorar sus equipos de sonido sino también por arriesgarse con recitales de tres o cuatro horas en los que improvisaban sin cesar.
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