Carece de toda justificación el deterioro que exhiben valiosos ornamentos de la Ciudad

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Una nota publicada ayer en este diario aportó referencias sobre el pronunciado estado de deterioro que exhibe la fuente ubicada en la plazoleta de San Ponciano, convertida en una suerte de depósito de residuos, con una de sus rejas perimetrales rota, sin que se realicen en ella tareas de mantenimiento y limpieza de ninguna índole.

Bien se conoce que La Plata dispone de una riqueza ornamental importante, surgida del aporte de las sucesivas generaciones. Sin embargo, tal como se ha señalado aquí, los platenses y muchos de quienes han tenido responsabilidades en el área no siempre cumplieron con preservar debidamente ese patrimonio.

Conocida como “Fuente de los Deseos”, fue inaugurada en 1931 luego de haber sido construida con mayólicas traídas de México y se trata de una obra original del maestro español Fernando Arranz, que arribó a nuestro país en 1927 y creó y dirigió la Escuela de Cerámicas de Bellas Artes. La fuente es octogonal, con un pilón central, con un receptáculo menor y ambos contenidos por la fuente mayor o principal. En el pilón se observan altorrelieves de cerámicas que muestran torsos y cabezas indias con alegorías de la flora y la fauna autóctona.

Lo cierto es que desde hace muchos años la fuente se encuentra abandonada a su suerte, poblada por botellas de plástico, latas de gaseosa o cerveza, papeles y hojas que flotan en el último rincón donde hay un poco de agua, que está estancada y de la cual emana un intenso olor. Está claro para todos que la suciedad data de hace muchos meses. También pueden verse zapatillas viejas, escombros, maderas y algún que otro hierro, rodeados por un charco de agua putrefacta.

Dando por sobreentendido que todos los trabajos de restauración y mantenimiento que deban realizarse sobre obras artísticas implantadas desde hace muchas décadas contarán con el visto bueno de expertos en la materia, ya que se trata de un campo sensible en el cual no se debe ni puede improvisar, debe tenerse en claro que cuidar el patrimonio ornamental es hablar, desde ya, de inversiones.

El olvido y la desatención de bienes que son comunes profundizan su deterioro, dejándolos a merced del ataque despiadado del tiempo y de la penosa acción de los depredadores. Y el corolario se suele reflejar, periódicamente, en la necesidad de volcar inversiones más onerosas, a raíz de no haberse realizado en forma oportuna las tareas de mantenimiento.

En sus años de vida, La Plata refleja en sus diferentes estilos, lo que fue su vida cotidiana desde los tiempos fundacionales. Y sin embargo, es como si pocas veces se le hubiera prestado el debido y constante cuidado. Es cierto que la conciencia conservacionista es relativamente reciente, pero el deterioro del patrimonio es evidente desde hace años, sin habérsele ofrecido respuestas adecuadas.

Al margen de las acciones y políticas que debe impulsar la Comuna, el compromiso conservacionista debiera encontrarse fundamentado en sólidos principios educativos, capaces de concientizar a la población para que valore su propia historia y respete las fuentes, los monumentos y los ornamentos que reflejan lo mejor de su cultura y de su identidad.

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