Marcas caras y puertas cerradas apenas baja el sol
Edición Impresa | 10 de Julio de 2017 | 04:35

Un sector pujante del centro, en torno a las calles 4, 5, 50 y 51, ofrece un paisaje uniforme cuando ya se hizo de noche en un día de semana. Apenas son las 6 de la tarde y casi todos los locales atienden a puertas cerradas. Sobre 5 entre 50 y 51, solamente un negocio entre 15 tiene el acceso libre a cualquier persona que quiera entrar.
Ese es el primer y más evidente método de prevención. Generalmente, los comercios cuentan con un sistema de apertura electrónico, aunque ya no lo usan más: “Tenemos que venir a abrir nosotros hasta adelante, para ver que atrás de un cliente no se meta alguien más para robar”, explican en esa cuadra.
Esa zona puntual del centro creció en los últimos años en paralelo a un shopping y cuenta con marcas que hasta hace poco no estaban en la ciudad: un microclima de sofisticación que no se extiende más allá de un par de cuadras. No es de extrañar que para los ladrones sea un territorio seductor para el ataque.
Otra vez, los asaltantes tienen que moverse rápido y sin llamar mucho la atención. Como del otro lado de la avenida 7, la forma más común que utilizan es la de irrumpir en moto: el conductor espera o se aleja, mientras el acompañante da el golpe. Un caso así se vivió en un negocio de ropa de 50 entre 3 y 4.
Todavía queda el recuerdo de un asalto violento sucedido en un local de 50 entre 4 y 5 en el verano. A una chica la encañonaron, la llevaron a un sótano y la maniataron. A un solo delincuente le bastó para hacer todo eso y robar. La víctima quedó tan shockeada que abandonó su empleo.
Ese comercio de venta de zapatos ahora tiene cámaras de seguridad como un método adicional de cuidado. “En la cuadra hay un policía uniformado al que le pagan de manera particular para que vigile. Cada tanto se ve que pasan en motos a contramano como manera de ir mirando los locales, a ver en dónde se pueden meter”, expresa Melina, que también trabaja en 50 entre 4 y 5.
A ella le tocó sufrir la inseguridad en primera persona, aunque sin violencia. Un día hábil al mediodía, un desconocido la engañó para sacarle algo de plata. Simuló ir a cobrar un encargo inexistente, y para sonar creíble usó los datos del dueño del negocio que se exhiben en la vidriera. “Según me enteré después, el día anterior habían estado mirando eso en varios negocios”, recuerda Melina, a dos meses de aquel caso.
Ante algo sospechoso, está siempre el aviso de mantener la guardia alta y el ojo alerta para protegerse entre los distintos empleados de la zona. “Acá la policía Local no está. Y se ve poco patrullaje”, evalúa otra chica que atiende un comercio sobre calle 5.
Allí también suelen ver a los chicos en grupos que arman disturbios y aprovechan a robar plata o celulares. En la avenida 51 es habitual verlos: ya protagonizaron episodios en locales de ropa y en un bazar. “Nos da cosa que sean tan chicos, pero como nadie les puede hacer nada, ellos también hacen lo que quieren”, se quejan.
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