Un barrio preocupado, entre penurias y carencias
Edición Impresa | 27 de Agosto de 2017 | 04:42

La calle donde vivía Camila se extiende por apenas dos cuadras, contenida entre dos grandes baldíos. Hay un silencio profundo y pesado entre las casas que combinan las construcciones de material con las de madera, por las que pasean numerosos perros despreocupados. En los alrededores se levantan algunas pilas de chatarra y hasta se ve por ahí abandonado algún esqueleto de auto quemado. La noticia del suicidio de las adolescentes impactó fuerte en una comunidad que trata de encontrar explicaciones a la tragedia sin lograrlo, según se desprende del testimonio de los vecinos. La principal preocupación es que casos como este no se repitan.
El suicidio adolescente, dicen los especialistas es siempre complejo, siempre multicausal. No reconoce diferencias de estratos sociales: los golpea a todos. Pero también algunos expertos. como Silvia Dowdal, sugieren un cierto vínculo entre un contexto ambiental plagado de carencias y este flagelo.
El año pasado, cuatro jóvenes se suicidaron en Villa Elvira en el lapso de diez meses en la zona de 13 y 89, un barrio plagado de carencias y penurias ubicado en la periferia sur de La Plata. No muy lejos de allí vivían las dos chicas fallecidas en los últimos días, también en la misma periferia sur de la Ciudad.
“Hay muchos chicos que viven una vida repleta de carencias en el barrio. Que pasan solos casi todo el día porque los padres trabajan. Hay un montón de madres solas con muchos chicos a cargo viviendo hacinados en casas chiquitas a las que les faltan servicios como el gas o las cloacas y que viven como pueden de changas o de un plan social. Para muchos chicos las cosas son muy difíciles y se les hace complicado armar un proyecto de futuro. Tienen la Casa del Niño en 122 y 609, que les brinda contención, comida y muchos servicios y cursos. Pero tampoco hay mucho más en la zona. Y llegar al centro con el transporte como funciona lleva alrededor de una hora”, dice Darío Herrero, encargado de un negocio cercano a la escuela donde estudiaban las chicas de la tragedia.
Nancy Padilla, cocinera de la Casa del Niño Carlos Mujica, dice que “en el barrio hay problemas de seguridad y de adicciones. Los chicos no cuentan con muchos lugares de encuentro más allá de la casita. Hasta las plazas se ponen difíciles pasadas determinada hora”, cuenta.
Para Gabriel Romero, en tanto, “el barrio está muy conmocionado y preocupado. Nos preocupan los chicos que pasan la mayoría del día solos, porque los padres trabajan todo el día y les cuesta forjar un proyecto de vida”.
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